La Justicia imputó con prisión preventiva a un hombre apodado Lágrima por el femicidio y abuso sexual de Lorena Riquel, militante de la CCC. Qué dijeron los testigos para llegar al acusado. Subsistencia en las barriadas populares de Rosario.

La voz femenina quedó grabada en la central de emergencias 911 unos minutos antes de las 4 de la madrugada del sábado 22 de agosto. No era la voz principal, la que realizó el llamado para pedir ayuda, sino una que se escuchaba de fondo: “Está muerta, está muerta, no se mueve, le dio tantas… con una piedra que no…”.

Unos segundos antes, el que llamó le dijo a la operadora: “Hola, que tal, buenas noches. Yo recién acabo de llamar, que había un tipo agrediendo a una chica travesti que estaba trabajando acá en la esquina, pedí un móvil hace diez minutos, el pibe ya se fue y está la chica acá tirada en la esquina”.

Lorena María del Luján Riquel vendía pañuelitos y medias en la zona de la Terminal de Ómnibus. Participaba de las tareas de un comedor de la Corriente Clasista y Combativa (CCC) en el barrio Bella Vista, accedía a bolsones de alimentos. También vendía en una feria del sudoeste de la ciudad. Con eso subsistía y bancaba a sus tres hijos adolescentes, más la ayuda que recibía de un hombre que había oficiado de padre sustituto y la quería como a una hija.

Según conocidas de la mujer, en la juventud fue trabadora sexual “porque tenía una pareja que la obligaba a hacerlo. Después, dejó la calle y se dedicaba a vender cosas. Cada tanto volvía a la calle, esporádicamente”. También tuvo problemas de adicciones que, desde hace un tiempo, intentaba superar.

El festejo

El jueves 20 de agosto Lorena cumplió 39 años. Según la reconstrucción de sus últimas horas de vida, el sábado 22 dejó a su hija más chica cerca de la casa de su abuela poco antes de la medianoche y decidió festejar su aniversario en avenida Perón y Liniers con unas amigas travestis que paran allí. Tomaron algo y estuvieron “jodiendo”.

Antes de que Lorena llegara allí, dos travestis y otra chica que ofrecen servicios en la zona advirtieron que un tipo raro merodeaba el lugar. Iba y venía, como que las “rodeaba”, dijo una de ellas. Vestía un buzo con capucha que llevaba puesta en la cabeza. “Actitud sospechosa”, hubieran dicho si fueran policías.

Pero no son policías, tienen la experticia de la calle. Una le dijo a la otra: “Ojo con éste que alguna maldad debe querer hacer”. Después, ante una fiscal, agregó: “No me gustó del tipo como estaba, estaba con droga encima, estaba como acelerado, se metía por una calle, por otra, como que nos rondaba. Estaba solo y a pie. Primero se nos vino al humo a mí y a mis amigas. Me pareció que nos iba a robar”.

Foto: Sol Vasallo

La noche fría convenció a una de las travesti de dejar el lugar junto a la amiga. Se fueron a dormir. Lorena Riquel quedó con la hermana de la que se fue, a quien también conocía desde hace años, pero ella tomó un servicio y regresó a las 2.30, aproximadamente.

“A todo esto andábamos con el tema para poder comprar droga, no se conseguía por ahí, y estábamos sentadas Rouillón y Godoy (Presidente Perón) en la estación de servicios. Viene un auto a querer salir, me voy, y le dije a Lore que me espere”, declaró.

“Cuando vuelvo –agregó- ella se iba caminando con uno que le dicen el Lágrima, no sé su nombre. Tenía un barbijo blanco y estaba todo tapado, usaba una capucha, era una campera azul y verde, medía 1.80 metros. Y yo le grité «Lore dónde vas», se me vuelve, el loco se dio vuelta para ver quién la llamaba, le vi un tatuaje con forma de lágrima en el lado de derecho debajo del ojo. Tendrá treinta y algo, no llega a los cuarenta. Era él”.

Continúa el testimonio, que resultó central para dar dos días después con Carlos Daniel Barros, detenido e imputado con prisión preventiva por el crimen de Lorena, ocurrido esa madrugada en Rueda al 5500: “Ella me pide fuego porque el encendedor que yo tenía era de ella, y me dice «me voy que lo conozco». Y le dije que no se fuera que estaban todos sarpados y atrevidos. Y me dijo que se iba para el lado de Quinta Luciani a comprar y que lo conocía y que la iba a acompañar, que no pasaba nada. Yo me subí a otro auto y andaba dando vuelta y no la encontré más”. 

La declarante conocía a Lágrima. Según su testimonio, Lorena también y “se confió”. “A este pibe yo lo conozco, sabía ir a joder y hacerse el cancherito con las pibas. Lore ya lo conocía porque ya se había sarpado una vez con ella, se quería hacer el atrevido de robar y le quería sacar la plata. Fue hace bastante”, relató ante la fiscal Georgina Pairola, que investiga el femicidio de Riquel.

Agregó que el tipo “una vez fue a molestar a los que vendían droga en Seguí y la vía, y les decían que no joda pero le pegaron, esto me lo contó mi mamá. Esto pasó porque fue a lo de mi mamá a lavarse la cabeza porque le habían pegado unos cañazos. No sé dónde vive ni cómo se llama, todos lo conocen por el Lágrima”.

El crimen

Por el llamado al 911 mencionado al comienzo de esta nota, la policía encontró el cuerpo asesinado de Riquel después de las 4 de la madrugada en Rueda al 5500. Tenía la cabeza y el rostro golpeados, estaba desnuda en la parte inferior –el pantalón y la bombacha aparecieron a unos metros- y le faltaban las zapatillas.

La policía secuestró trozos de cemento ensangrentados, que habrían sido utilizados por el asesino para matarla. Eso coincide con el relato de los vecinos que involuntariamente fueron testigos del crimen que vieron por la ventana de su casa. La voz secundaria del llamado al 911 que grita “está muerta, le dio tantas veces con una piedra”.

El preinforme de autopsia realizado en el Instituto Médico Legal determinó como posible causa de muerte “traumatismo cráneo-facial grave”. También que la mujer sufrió abuso sexual.

La reconstrucción judicial, con los elementos que recabó hasta ahora la fiscal Pairola, indica que Lorena Riquel se fue con Lágrima esa noche, según el testimonio de sus amigas.

Vecinos del lugar dieron detalles de cómo ocurrió el ataque. “Escucho ruidos como que estaban golpeando a alguien y como que una mujer se quejaba, me levanto a mirar por la ventana y veo a un hombre que vestía un buzo con capucha gris y jeans clarito y un barbijo blanco. Sobre el cuerpo de una mujer arrodillado, la golpeaba con una piedra y le gritaba «¿por qué viniste a trabajar?» y «dame la plata». Y ella le decía «no tengo ninguna plata», le seguía peleando y en un momento se para y se empieza a masturbar”, declaró el testigo.

Acostumbrado a que en la esquina paren travestis, cuando llamó al 911 dijo que la víctima era una de ellas.

Otra testigo directa del crimen relató que lo último que escuchó fue que el agresor decía “por qué no se había quedado en casa, «te dije que te quedaras en casa», le hablaba como si se conocieran. Ella todo el tiempo le repetía que no estaba trabajando, y él le insistía y le pedía la plata”.

Agregó: “Vimos que el tipo agarraba una piedra bastante grande, no se veía el cuerpo de ella, se veían sus pies ya que en la vereda de casa hay corralito de aguas provinciales”.

Con esos datos, la Policía detuvo a Barros en Lima al 2700 el lunes por la tarde. En rueda de reconocimiento fue señalado como el hombre que se fue con Lorena aquella madrugada.

El jueves 27 la fiscal Pairola acusó a Barros por los delitos de femicidio, abuso sexual con acceso carnal y hurto calamitoso, porque se llevó las zapatillas de la víctima.

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