“Tenía un alumno en el IRAR de 17 años, con tercer año del secundario pero no sabía escribir su nombre. Por las adicciones había perdido todas sus habilidades. Muchos me decían que no insista, que no me gaste en enseñarle porque tenía el cerebro muerto.  Y sin embargo empezamos con lo que él quería escribir que eran los nombres de su mamá, de su papá y su hijo. Trabajando con estos nombres pudimos volver a empezar y a encontrar las palabras que tenían sentido para él”. El relato es de la profesora Mónica Nardone, un recuerdo de cuando trabajaba como maestra en el Instituto para la Recuperación del Adolescente de Rosario (IRAR). Mónica actualmente es responsable zonal del Núcleo 1.023 de Villa Gobernador Gálvez, del que dependen 10 Centros de Alfabetización y Educación Básica de Adolescentes y Adultos (Caebas). A 30 años de la creación de los Caebas en la provincia y en el Día Internacional de la Alfabetización, resalta el valor de enseñar y aprender la palabra escrita.

Luego de dos años de trabajo Mónica logró que su alumno adolescente llegara a un nivel de cuarto grado en materia de aprendizajes. Y ella aprendió –dice hoy- “a no dejar endurecer su corazón”. Sentir, emocionarse, llenarse de empatía por lo que les pasa a los demás, todas condiciones sustanciales en esta tarea de enseñanza.

Mónica es responsable de un núcleo de Caebas que se distribuyen por Villa Gobernador Gálvez en diez aulas diferentes. Asisten 197 alumnas y alumnos. La única condición para ingresar a los Caebas (a cualquiera de la provincia) es ser mayor de 14 años, sin límites de edad.  Así, en estas aulas se encuentran también quienes están por los 80. “Pueden ser los que se conocen como analfabetos puros, que nunca fueron a la escuela o los que asistieron alguna vez. Aunque ese (analfabetos puros) es un concepto que ya no usamos porque seguramente esa persona en algún momento tuvo contacto con la palabra escrita: con su DNI, con el diario, con el celular”, aclara la docente que lleva 30 años de trabajo en la educación.

Los Caebas –dependen del Ministerio de Educación provincial- funcionan por la mañana, por la tarde o la noche en escuelas o en los espacios que les facilitan las organizaciones sociales, diversas instituciones como iglesias y vecinales. Son tres horas reloj de clases diarias, se pasa de nivel en nivel y el título con el que se egresa es el de aprobación de la escolaridad primaria. También reciben capacitación laboral.

Hay grupos de alumnas y alumnos que se forman con adolescentes. Otros con personas adultas. Mayormente son mujeres. “Un 60/40”, apunta Mónica sobre lo que pasa, al menos, en su territorio más conocido.

Los Caebas tienen su antecedente más inmediato en el Paeba (Programa de Alfabetización y Educación Básica de Jóvenes y Adultos) de los 90. De hecho los primeros centros dedicados a esta tarea nacieron en la provincia el 3 de septiembre de 1990.

Día mundial

Cada 8 de septiembre se celebra el Día Internacional de la Alfabetización. Fue establecido por la Unesco en 1966, con el fin de recordarle al mundo “la importancia de la alfabetización de las personas, las comunidades y las sociedades, así como de la necesidad de intensificar los esfuerzos para lograrlo”.

“Es un día muy sentido. Es emocionante acompañar a las personas que están aprendiendo a leer y a escribir , cómo se les va abriendo el mundo de la palabra escrita y el de las ideas expresadas; porque en realidad leer y escribir es poder leer lo que escriben otros y poder escribir lo que yo siento”, resalta Mónica sobre el valor de la fecha mundial.

Y también subraya la idea amplia, diversa, inclusiva de alfabetización. “Todos somos analfabetos en algo. Yo permanentemente me voy alfabetizando en nuevas capacidades. Por ejemplo, antes usaba la computadora como una máquina de escribir, tuve que aprender otros usos”, dice y celebra la experiencia.

Necesidades

La profesora Mónica Nardone marca el esfuerzo que hace la modalidad de la educación que trabaja con adultos y jóvenes en la pandemia. “No sólo estamos dando clases, armando las tareas en soporte papel o mandándolas por celular, también atendemos la emergencia alimentaria”, dice y comenta que en su realidad laboral reciben ayuda del Banco de Alimentos y de la Fundación del Pocho Lavezzi.

En una nota publicada en El Eslabón (Desigualdad educativa, del 21 de julio pasado) docentes de Caebas daban cuenta de las dificultades que pasan en este tiempo de aislamiento.  “En la pandemia se nos complicó muchísimo el trabajo. Sentimos que estamos en una desigualdad enorme. Agotamos todos los recursos para llegar a nuestros alumnos pero se hizo todo muy difícil”, contaba la profesora Sandra Balzi, responsable del Núcleo 1.024 de Puerto General San Martín.

También el profesor Alberto Giménez, responsable zonal del Núcleo 1.019 con sede en la vecinal de Empalme Graneros de Rosario, recordaba: “Lo que pasó en la pandemia no nos sorprendió. Lo que hizo fue sacar a la luz lo que ya estaba: la falta de conectividad y la falta de inversión”. Además de reconocer que la de adultos es una modalidad que quiere muchísimo “porque aprendo un montón y porque sé que el esfuerzo que hace la gente por estar ahí es muy grande”.

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