La pandemia nos ha afectado a las docentes de alguna u otra manera, para mí fue una gran crisis ¿Por qué? Yo era una de las tantas que portaba la bandera de la no tecnología: con una cartuchera, hojas, libros y creatividad bastaba para preparar una clase. La virtualidad lejos de mis pensamientos.

En este desconstruirme y volver a construirme me pasaron un sinfín de hechos que me hicieron angustiar, llorar, reírme de mi propia ignorancia y aceptar que cuando todo esto pasara necesitaba capacitarmeee.

Hoy, un poco menos reacia al uso de la tecnología y en este enseñar desde la distancia, les voy a contar tres breves anécdotas: la vergonzosa, la que me llenó el alma y la graciosa.

Plenaria docente mediante la aplicación zoom, una compu obsoleta, los minutos pasaban y no me podía conectar ¿Qué hacer? Llamé a mi hijo, un adolescente que estaba durmiendo y obvio no estaba contento que a las 9 de la mañana lo despertaran.

Me conectó desde su celular y me lo dejó arriba de la mesa. La reunión era extensa y mis pares ávidos de hablar y contar sus experiencias donde las prácticas habían girado 360 grados. Decidí buscar un lugar de la casa más cómodo, el sofá. Nunca llevé el celular conmigo por lo que todo el personal miró el techo de mi comedor por más de media hora hasta que la directora se animó y preguntó: “Vane ¿estás ahí?”.

Cuando se lo conté a mis hijos y recibí los whatsapp de mis compañeros sentí una vergüenza terrible. No sabía que en las clases de zoom se activaba el micrófono y la cámara. Increíble pero real!

La segunda anécdota tiene que ver con las correcciones. Al conocer poco el manejo de los recursos digitales, me limito a leer todas las producciones, anotar las observaciones en una libreta y hacer una devolución global.

Al abrir mi gmail veo que tengo 66 correos de un mismo alumno, cada uno contenía la foto de la hoja de carpeta con una actividad .Dos horas peleando con la compu: se borraban mis observaciones o no se podían enviar. En un estado de angustia y nerviosismo llego al último correo, lo abro y allí este mensaje: “Seño te quiero y extraño”. Mi corazón se llenó de emoción.

Por último, la graciosa. Una clase de zoom previa a las vacaciones, así que habíamos acordado que íbamos a jugar al Preguntados, por lo cual los alumnos debían leer sus carpetas

Uno de los niños ante la pregunta dijo: “¡Pará! Es una prueba”. Y se desconectó. Y otra alumna no se conectó ella sino su mamá quién participó divertida del juego.

Después de todo lo ocurrido, creo que la pandemia vino a fortalecernos. Sí, estoy segura que el motor que nos moviliza cada día es la esperanza de volvernos a encontrar, de llenar las aulas de voces, de miradas cómplices de aprender juntos a la par.

*Maestra de 5to.grado de la Escuela N° 1.229 Jesús Obrero

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