Enseñar siempre es un gran reto para todos los trabajadores de la educación, y cada año escolar tiene sus particularidades. A principio de año no nos imaginamos que nuestro lugar de trabajo se iba a trasladar a nuestros hogares, si el año pasado alguien nos hubiese dicho que trabajaríamos de la manera que hoy lo hacemos no le hubiésemos creído.

Me desempeño como docente en una escuela primaria en la ciudad de Rosario. Este año estoy a cargo de 6º grado, es un grupo con el cual no tuve la oportunidad de trabajar el año pasado, no los pude conocer, es por eso que fue un gran desafío conectar con ellos desde la virtualidad.

Junto con mi paralela comenzamos a preguntarnos cómo conectarnos diariamente con nuestros alumnos. Comenzamos enviando e-mails pero no nos funcionó, los padres no sabían utilizarlo. Consideramos que teníamos que crear un grupo de whatsapp, ya que hoy en día es una aplicación que la mayoría utilizamos y es fácil de aprender; entonces creamos uno donde están integrados todos los padres de los estudiantes. Empezamos a enviar actividades cortas y sencillas para que los niños pudieran empezar a trabajar de esta manera.

Los docentes somos muy creativos. Al principio creamos imágenes que capten la atención de nuestros estudiantes pero algo faltaba, era nuestro cuerpo. Cuando nosotros enseñamos no lo hacemos solo con la teoría, necesitamos poner el cuerpo en esa enseñanza, y algo que nos robó esta pandemia fue eso, el contacto con los alumnos. Se estaba modificando la realidad del trabajo docente, el compartir diariamente con los estudiantes, la dinámica áulica, la ida y vuelta con ellos; y la tecnología pasó a ser el canal principal de la enseñanza, nosotros no nos podíamos quedar atrás.

Cuando les enviaba las actividades los alumnos no entendían, les resultaba muy difícil comprender las explicaciones por medio de textos sin la intervención docente, es por ello que decidí crear un espacio distinto que ayude al aprendizaje. Luego de ver propuestas en internet, y de hablar con colegas, llegué a la conclusión que necesitaba crear videos explicativos, donde ellos pudieran verme, y donde yo les pudiera explicar lo que les quería enseñar.

Al día siguiente me levanté y automáticamente me descargué la aplicación de la provincia de Santa Fe para solicitar un permiso. No sabía qué motivo poner, pero recuerdo que en “aclaraciones” agregué que era docente y necesitaba movilizarme hasta un negocio donde pudiese comprar un pizarrón.

Me subí a mi auto y fui en busca de lo que necesitaba ¡Fue una odisea! Pleno mes de marzo transitando el aislamiento obligatorio crucé toda la ciudad. Llegué al lugar y no tardé más de media hora y ya había elegido la placa para colgar en mi pared. En ese momento estaba muy emocionada, porque acabé comprando una placa pizarrón que medía 1.22 metros por 2.75 metros. Me había imaginado todo, el lugar dónde la iba a colocar, los videos que iba a crear y los felices que iban a estar mis alumnos. Lo había pensado todo, compré las maderas para el marco y me retiré muy contenta.

La odisea comenzó a la vuelta. La placa tenía un grosor de 3mm, era tan fina que no tenía estabilidad, junto con un amigo que me acompañó la colocamos en el portatuto del auto, pero la placa se caía, tapaba la vista del conductor, no había forma que no se moviera. Ese día había mucho viento en Rosario, fue el camino más largo que hice dentro de la ciudad. El viento la levantaba y en una pequeña curva que se encuentra frente a la cancha de Rosario Central, la placa se cayó, paramos el auto, la levantamos y seguimos con el viaje. Tardamos más de una hora en volver, no podíamos aumentar la velocidad, entre 15 y 20 km/h tuvimos que manejar. En ese momento estaba enojada, ya estaba cansada de sacar la mano por la ventilla y sostenerla, no veía la hora de llegar a mi casa.

Apenas llegué la colocamos en la pared y era todo lo que estaba bien en ese momento, sentía que mis clases iban a brillar, que no me iba a costar nada pararme al frente de una cámara y grabar mis clases, pero eso también me costó. Todas las noches grababa para el día siguiente, al principio fue difícil, tedioso y cansador, me daba mucha vergüenza, no lo sabía hacer bien, todo tenía que estar pensado, no podía improvisar, tenía que prepararme.

Durante las tardes planificaba lo que iba a escribir en mi nuevo pizarrón y lo que iba a hablar en el video, llegada la noche grababa, elegía ese horario porque no había ruidos externos, y yo me podía concentrar mejor, pero no era tan fácil, tuve que aprender a editar, luego de estar más de una hora grabando, porque no me salía bien, me tocaba editar los videos y eso me llevaba un buen rato más, pero al terminar yo me acostaba feliz, sabiendo que lo estaba y lo estoy dando todo.

Mi rutina comienza muy temprano, subo el video al grupo de whatsapp y me quedo al pendiente de mis alumnos, despejando dudas y corrigiendo, porque no dejamos de corregir, si bien ahora cambió y nos toca esta realidad, nuestra labor sigue siendo la misma.

El papel de nosotros en este contexto es fundamental, es importante la enseñanza de los contenidos, pero nuestro mayor desafío es mantener el contacto con nuestros alumnos y con las familias, conversar con ellos, saber si están bien, si necesitan algo, no podemos dejar de lado a nadie, vamos buscando las formas para acercarnos, y no perder el vínculo; es difícil, casi imposible conectar con todos, pero jamás dejamos de intentarlo.

Tuvimos que reinventarnos, en mi caso instalé un aula en mi propia casa, jamás lo hubiese imaginado. Ahora me acuesto y me levanto pensando si un alumno se pudo conectar, y que pasará con aquellos que no tienen acceso a la virtualidad, algunos no tienen internet, otros tienen un solo teléfono para todos, por ese motivo mis videos son cortos, los comprimo para que pesen menos y se los mando para que cuando los descarguen ya queden en la memoria del teléfono y no tengan que usar datos.

Este año quedará en el recuerdo de todos los docentes, será un año que difícilmente olvidemos, hemos hecho cosas que jamás hubiésemos imaginado, aprendimos cosas nuevas que jamás las olvidaremos e incluso algunas seguiremos utilizando, yo por ejemplo, dejaré mi pizarrón en la pared de mi casa como recuerdo y quizás para seguir utilizándolo.

*Maestra de la Escuela N° 93 Carlos Guido y Spano

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