Cada vez que sale del Centro de Especialidades Médicas Ambulatorias (Cemar), Leonardo Caruana, el secretario de Salud de la Municipalidad, siente que en Rosario hay dos ciudades distintas. Que por un lado están los y las trabajadoras de la salud, ciudadanos y ciudadanas de a pie, laburantes, vecinos y vecinas comprometidas con el cuidado. Y que por el otro están los que no. “Salir y ver algunas fotos…”, dice, en diálogo con El Eslabón, y no termina la idea, porque su tono lo dice todo: agobio, cansancio y tensión, palabras que más de una vez va a repetir en la entrevista. También va a ser reiterativo con la incertidumbre, la falta de horizonte y el grado de complejidad que implica la pandemia del Covid-19 que vino tal vez para cambiarlo todo, o al menos para repensar cada una de las estructuras con las que contaba el Estado al día de hoy.

Pasaron seis meses. De golpe es septiembre, pero para ese de golpe se avanzó más en términos de fases que de meses, días o estaciones. Pareciera que hace muchísimo en Rosario nos desinfectábamos los pies para entrar a casa y se aplaudía al personal de salud. También que hace muchísimo, pero un poco menos, pudimos volver a ver a nuestras amigas, vencer los encuentros por Jitsi, redescubrir que no hay nada como hablar en persona y también poner luces de colores a la tardecita y simular las salidas que tanto se extrañan, aunque sean entre 10 y no una multitud.

Estuvo la fase que se pintó como un éxito rotundo de la ciudad y la provincia. Que las gestiones, que somos los mejores, que Rosario siempre a la vanguardia. En Santa Fe, más al sur sobre todo, la gente se comió el viaje y los casos se dispararon. Ahora el escenario es crítico: mientras se escribe esta nota y mientras la leés algunos días después. Los casos son muchos y las camas de terapia están al límite, por las enfermedades de cada invierno y por el Covid-19. Al final no era tan sencillo superar una pandemia y la incertidumbre se disparó: ¿Qué nos pasó? ¿Fallaron las gestiones? ¿La cuarentena estuvo mal? ¿La cuarentena está mal? ¿Por qué la ciencia, que todo lo sabe y soluciona, no puede con este virus? ¿Cuál es el límite entre las preguntas y la crítica y la negación o conspiranoia?

La complejidad de la incertidumbre

No es la primera vez que Leonardo Caruana pasa por un momento de mucha intensidad sanitaria. La explosión del edificio de calle Salta o la gripe A, en 2009, fueron momentos en los que el sistema de salud se requirió todo el día, todos los días. La diferencia es que ninguno de esos hechos tuvieron el mismo grado de arrastramiento de la vida cotidiana que tiene esta pandemia.

“Esto es más complejo porque ha afectado la vida de todos, porque es crónico, y porque todavía no se puede vislumbrar un final previsible”, reflexiona. “Y también porque se pone a prueba e interpela todo lo que uno aprendió: los protocolos, las formas de organizarnos; se ha tensionado y modificado todo”. Caruana también habla de las sensaciones: entusiasmo, compromiso, trabajo en equipo y agobio. “Lo que en este momento le pasa a cada persona también hoy nos está pasando a nosotros”, señala, y se desprende de las narrativas de la pandemia que lo ubican a él, a cada funcionario y funcionaria, y a todo el personal de salud como héroes y heroínas, guerreros en la primera línea de fuego e incluso como robots.

Foto: Sol Vasallo

Desde ese lugar de par, el secretario de Salud no tiene respuestas para ofrecer. No hay todavía tratamientos específicos, ni vacuna ni certezas. “En un principio, todos los trabajadores de la salud, más allá del lugar de responsabilidad, atravesamos un momento de mucha más incertidumbre, porque conocíamos muy poco, y porque el miedo era muy grande. Se viralizaron imágenes de otros países, aparecieron las dificultades de conseguir elementos de cuidado, no conocíamos los comportamientos del virus”, recuerda el funcionario. Y define a este enfermedad como una que vino “a desafiar el modo en que nos organizamos como sociedad, que rompió todas las certezas, mapas y caminos que ya teníamos más o menos construidos. Interpeló todo, porque no apareció un tratamiento específico y la vacuna sigue siendo un horizonte, pero no tan cercano”.

A esa complejidad le suma la otra, la social, la de esa única vacuna que todavía existe: el aislamiento o distanciamiento, según el momento de cada ciudad. Y las expresiones como efectos secundarios que ese remedio va trayendo: el fenómeno del antiotro, la cuestión binaria, polar. Las formas de narrar de un tiempo de incertidumbre: que el virus es un enemigo, que hay que cazarlo, que está la cuarentena y la anticuarentena, que es la economía o la salud.

Hacerse cargo

Los seis meses de pandemia, valga la redundancia, desafiaron todo. El trabajo y la educación, por ejemplo. También la forma de pensar la salud. ¿Qué es estar enferma y qué estar sana? ¿Cuál es la salud pública que deseamos? ¿Y qué esperamos de esa gestión de la salud? ¿Cuidar al otro es estar en casa o salir a marchar por sus derechos, por la memoria, por su fuente de trabajo? ¿Puede el remedio ser peor que la enfermedad? Algunos sectores lo debaten acatando con las pocas certezas que hay. Cuidando a sus compañeros y compañeras, amigos y familiares y haciéndose preguntas por videollamada, haciendo catarsis por WhatsApp, aprovechando el cruce casual por cuestiones laborales. Otros sectores eligen la rebeldía berreta de quemar barbijos. Leonardo Caruana entiende que así como la pandemia marcó muy fuertemente al sector “antiotro” también se leyó siempre desde una perspectiva lineal: éxitos o fracasos según la cantidad de casos. “Esa perspectiva hizo que algún sector de la población se corra del camino más colectivo”, remarca. Y esa perspectiva llevó a Rosario del éxito al fracaso.

“Preguntarse qué paso es lo más complejo y hay que hacerlo con todas las miradas. La verdad es que nos hacemos esa pregunta los que todos los días interpelamos nuestras propias prácticas”, destaca Caruana. Según el secretario de Salud, durante los primeros meses la ciudad se mantuvo por fuera “del paisaje de la Argentina” por los distintos trabajos en el territorio. “Después llega esa imagen de junio, de casos importados del país pero con una habitualidad en la ciudad distinta a la de marzo y con un fenómeno que se empieza a dar progresivamente en los sectores más altos, en los que viajaron. Ese fenómeno encuentra la génesis de los contagios en los encuentros sociales y los ámbitos laborales. Ahí es cuando aparece cierto relajamiento”, relata.

“Lo que pasó, para mí y en términos generales, es el fenómeno de que «a nosotros no nos va a pasar» y la desresponsabilización, que hace que ningún sistema de salud se pueda hacer cargo de un crecimiento exponencial de casos. Pudimos tener todo este tiempo para estrenar protocolos, para trabajar con los equipos, para conseguir los elementos de protección, para ampliar las camas, y todo eso nos permite trabajar de una forma diferente, pero si el crecimiento exponencial se da, bueno, siempre va a tensionar la posibilidad de tener cama crítica. Y no va a ser para algunos sectores. Cuando no hay más camas, no hay. Nadie tiene la cama reservada”, advierte Caruana. Y puntualiza: “Los sistemas más robustos o los más mercantilizados se ponen en crisis si los comportamientos sociales y el aislamiento no se cumplen”.

El secretario de Salud también destaca el trabajo territorial que se da en los barrios, a diferencia del distrito centro, que es uno de los que más casos presentó. La diferencia en el ejercicio habitual de la salud pública, a la que por lo general la población del centro no accede, se nota. Y esa es, según el secretario, una de las dinámicas que hay que rever en cuanto a estructuras desafiadas. “Había momentos en que se podía ver que en sectores sociales con todas las condiciones de cumplir los criterios de aislamiento y utilización de los elementos de protección era donde más aparecía el relajamiento. Hay una desigualdad en cómo se enfrenta esto. En ciertos sectores se vio como cierta negación del problema, y en otros se transita distinto porque prevalece lo comunitario, los lazos, lo solidario en términos territoriales”.

El escenario crítico

Al momento del cierre esta edición, en Rosario se habían contabilizado 7822 casos de Coronavirus en total, de los cuales 5393 ya están recuperados. También eran 73 los fallecidos. La ocupación de camas en terapia llegó a ese momento crítico en el que peligra el lugar para atender a enfermos de Covid, casos de apendicitis, de infartos o cualquiera de las estacionales. “Este es un escenario de mayor riesgo, porque todas las variables sanitarias en las cuales estamos trabajando vienen incrementándose y complejizándose”, describe el secretario de Salud.

Todo lo que en marzo se pensaba que iba a suceder, pasó en Rosario en un momento en que la ciudad estaba funcionando prácticamente a pleno. “Y hoy estamos en un escenario en el que todas estas variables indican una preocupación del propio sector salud para poder seguir acompañando las necesidades de la población”, remarca Caruana. Y explica: no se trata sólo de las tasas de contagios, sino del índice de duplicación o la cantidad de personas que contagia un caso positivo. Todas esas estadísticas aumentan.

“Apostamos a que disminuya la circulación para que también disminuya el número de contagios y de utilización de camas críticas, porque todas esas variables hacen que se defina que el escenario es de preocupación, y son las que no caminan en equilibrio con los comportamientos sociales. Las restricciones son necesarias junto con lo sanitario, con las medidas de ampliación, de alerta temprana y las prevenciones oportunas que uno puede hacer”, concluye.

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