―¿Vos hablás sola?
―No. Hablo con los libros.

El breve diálogo se dio entre un señor que buscaba qué leer y la bibliotecaria de la Biblioteca Popular Alberdi, Susana Marasciuolo. Susana dice que ese encuentro diario, ese diálogo, que mantiene con los textos, sus lectoras y lectores –desde hace más de 30 años– es lo que más le gusta de su profesión. En todo el país, hoy se celebra el Día de la Bibliotecaria y el Bibliotecario.

Una tarde, cuando estaba terminando la escuela secundaria, Susana acompañó a su hermana a renovar unos libros en la biblioteca de Zelaya al 2000. Nunca había ido antes a ese lugar. Apenas ingresó exclamó en voz alta lo que sentía: “Uy, qué lindo sería trabajar acá!”. Su hermana prestó atención a ese pedido y se animó a preguntar si estaba esa posibilidad. Y estuvo. Empezó al otro día, el 10 de octubre de 1989.

Mientras iba aprendiendo el oficio de bibliotecaria, Susana empezó a estudiar el profesorado de nivel inicial en el Normal 2. Se recibió y surgió una beca de la Conabip (Comisión Nacional de Bibliotecas Populares) para estudiar bibliotecología. Así lo hizo y se graduó en el Instituto Superior de Educación Técnica (Iset) N°18 de Rosario. Su escuela primaria transcurrió en el Buen Samaritano y la secundaria en la Tomás Espora. “Me quedo toda la vida con la biblioteca”, responde por sobre la elección al magisterio.

De a poco fue formando un hábito lector que antes no tenía como hoy. Tiene sus preferidos en los clásicos de la literatura universal como Fiódor Dostoyevski o Dante Alighieri y su Divina Comedia. Ahora, entre los autores de estos tiempos, a los libros de Carlos Ruiz Zafón. Y le gustan las novelas policiales pero no las románticas.

Biblioteca Popular Juan Bautista Alberdi, de Zelaya al 2000 .

En los primeros tiempos de su trabajo, las chicas y los chicos del barrio se acercaban mucho a la biblioteca “a buscar información, a completar las guías de trabajo que les daban las escuelas”, cuenta Susana de aquel trabajo más ligado al apoyo escolar, pero también a orientar, ofrecer ayuda en semejante mar de libros.

Hoy en la Alberdi se desarrollan más de treinta talleres de variada temática: inglés, computación, ajedrez, teatro, memoria, cómics y guitarra, por nombrar algunos pocos. Muchos sostenidos durante la pandemia en forma virtual. Susana apunta a esos espacios como nuevas fortalezas de las bibliotecas, por las cuales se acercan muchas vecinas y vecinos. “Hay un vuelco grandísimo en las bibliotecas. Cuando estaba estudiando la carrera era ofrecer los libros, el servicio era ese y nada más. Ahora se abrió mucho a más posibilidades”, destaca.

Entre las propuestas de la Alberdi, Susana se queda con el ciclo “La biblio te cuenta”, por el que cada viernes las escuelas visitan la biblioteca, la recorren y participan de alguna actividad de acercamiento a la lectura. “Pasan muchísimas escuelas durante el año”, subraya recordando cuando no regía el distanciamiento sanitario. También que felizmente siempre, después de esas visitas, llegan nuevos socias y socias.

Ahora, en la pandemia, la biblioteca –como las demás- permaneció cerrada. Hubo un período que abrió y muchas vecinas y vecinos aprovecharon para renovar libros y llevarse otros. “En especial muchas personas que no son tan amigas de la tecnología, y necesitan el libro”, dice Susana, y celebra que también este tiempo se hayan hecho nuevos socios.

Un espacio con mucha historia

El 25 de mayo pasado la Biblioteca Popular Juan Bautista Alberdi cumplió 85 años (se fundó ese día de 1935). Actualmente se ubica en Zelaya al 2000, pero no siempre funcionó en ese mismo lugar. “Antes estaba en la calle Freyre, entre Warnes y Rondeau. Ahora hay un bar ahí, un boliche bien de barrio y siempre paso y les digo ‘acá había una biblioteca’ y me responden: ‘Sí, entre… hay tinto, rosado, blanco…’”, recordaba la educadora Amanda Paccotti en una entrevista realizada el año pasado (“Flor de maestra”, El Eslabón, 19 de junio de 2019). Amanda es una entusiasta trabajadora en este espacio. También difusora de la obra de las hermanas Olga y Leticia Cossettini, de quienes buena parte de sus libros se conserva en la Alberdi. Además de la biblioteca de Rubén Naranjo.

El Día del Bibliotecario fue instituido por el Congreso de Bibliotecarios reunido en Santiago del Estero en 1942. Se convirtió en fecha nacional en 1954 y se estableció por el 13 de septiembre de 1810 cuando se creó la Biblioteca Pública de Buenos Aires.

En su día, Susana rescata de su trabajo de bibliotecaria el contacto, la atención al público que se acerca. También encontrarse con los libros: “Es lo que más me llena. A veces me preguntan dónde trabajo. Cuando les cuento que es en una biblioteca, lo que sigue es ‘¿y no te aburrís?’. Y la verdad es que para nada, aquí siempre hay cosas por hacer, siempre estás conociendo a diferentes autores. Es un mundo de nuevas cosas y enriquecedor en todo sentido”.

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