La cuarentena nos vino de repente sin dar aviso, la alegría de reencontrarme con mis compañeros se vio aplastada por ésta. Las noticias no eran nada buenas y no sabía qué podía pasar con mis estudios. La desinformación me preocupaba y mientras todo era incierto y peligroso las escuelas se vieron obligadas a reformar su manera de enseñar. Por mi parte no me preocupaba el hecho de estar en casa, pero sí, el no saber qué pasaría con las clases presenciales ¿Reabrirán las escuelas? ¿Volveríamos a cursar? ¿Perderíamos el año? fueron preguntas que no fueron respondidas y que no daban esperanza.

En medio este caos la escuela dio un suspiro dando trabajos prácticos. No conocer las materias ni los profesores se me hizo un problema porque todo era incierto, como caminar en un campo minado.

Rescato que los profesores no perdieron el contacto y si tenía dudas ellos me ayudaban, ellos no perdieron la constancia y siempre mandaban trabajos para sobrellevar todo lo que sucedía, muchos me alentaban a investigar más, a leer, a dedicarle el tiempo necesario, a equivocarme y reintentar y volver a equivocarme hasta aprender; a analizar detenidamente y aprender a manejarme en tiempos complicados. Más que un desastre o un impedimento (sin dejar de lado que era un peligro, era algo serio y hay gente que la pasa mal) para mí la cuarentena fue una ayuda a manejarme un poco más solo y a aprender de los errores, a rehacer lo que hice una y otra vez, a investigar más de lo normal y a aprender con recursos limitados.

Luego de las vacaciones la escuela ya estaba mejor preparada, ya no era lo mismo, ya había un control de los alumnos y una reforma a nivel metodológico. Los profesores comenzaron con las videollamadas, a estar en comunicación más cercana con nosotros y en reformar la enseñanza. Las videollamadas se complicaban porque todos en mi casa tenían clase pero pude adaptarme con mucho esfuerzo. Entre compañeros ya nos ayudábamos y nos conocíamos más. Los profesores estaban más capacitados tecnológicamente y la cuarentena comenzó a ser más entretenida, estudiar era una meta, levantarse y hacer los trabajos y tareas valían la pena, las respuestas a mis preguntas sobre qué pasaría con el resto del año comenzaban a venir, el esfuerzo no era en vano, todo lo que había hecho sí servía.

No es lo mismo aprender por computadora e internet, aunque los profesores estén ahí siempre dispuestos, dando su tiempo. Para mí no es lo mismo, no es lo mismo tener una explicación cara a cara que vía internet, pero la disposición de los profesores y su trabajo hicieron que el estudiar en cuarentena no sea una molestia, algo imposible o caótico para mí, sino que el estudiar en cuarentena sea un desafío, una manera más  de aprender, no solo del nivel académico, sino como persona, a ser más independiente y a aprender a estudiar en tiempos de crisis.

Gracias a Dios por los avances de la tecnología que nos permiten hacer esto, pero una computadora no va a reemplazar el cariño, los consejos o a veces algo tan simple como un saludo o una palmada en la espalda de un profesor y/o preceptor.

* Tiene 15 años y es alumno de 3er. año de la Escuela Técnica N°459 Inspector M.J. Ceratto de Pérez.

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Un comentario

  1. Miriam

    22/09/2020 en 10:07

    Felicitaciones Samuel! … que bueno tener la posibilidad de leerte … Gracias por expresar tus sentimientos, contarnos tus vivencias y permitirnos compartirlas con vos … abrazo enorme a la distancia !!

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