¿Existe una conciencia pública informada sobre la degradación ambiental o sólo tosemos críticamente cuando aspiramos las quemazones del otro lado del río? Desde hace una década la Criminología Verde, bienvenida confluencia de la criminología crítica y los movimientos ecologistas, puede dar una respuesta ya que aborda las causas estructurales de los delitos que afectan vida, aire, tierra y agua. Una disciplina nueva para la vieja flagrancia depredadora del planeta.

El Eslabón habló sobre el tema con el doctor en Ciencias Sociales, Damián Zaitch, desde el Instituto de Derecho Penal y Criminología de la Universidad de Utrecht, Países Bajos. Sociólogo de la UBA, emigró 25 años atrás, tras haber sido parte de los primeros pasos en criminología crítica en el país, junto al actual rector de Seguridad Marítima, Enrique Font, entre otros.

En la actualidad, Zaitch coordina el Máster en Criminología Global, que aborda “todo tipo de grandes delitos, económicos, corporativos, organizado y de Estado”.

“La criminología está entre el Derecho y las Ciencias Sociales, y en Latinoamérica y Europa continental, se desarrolló más cercana al Derecho Penal, pero en el mundo anglosajón, como Estados Unidos e Inglaterra, está más cerca de la sociología”, explicó. Y definió a su especialidad como un campo temático en el que confluyen ciencias sociales, derecho, antropología, psicología, entre otras disciplinas.

Según Zaitch, tradicionalmente la criminología fue antropocéntrica, estudiando criminales y víctimas humanas, y en un 90 por ciento hizo foco en los delitos de los pobres, vulnerables y excluidos, “siempre mirando hacia abajo, hacia las «clases peligrosas». Pero en las décadas de 1970 y 1980, se abrió paso una nueva corriente teórica, con la mira en los delitos que cometen los poderosos: las empresas, los Estados, o la combinación de ambos.

“En el marco de grandes catástrofes ecológicas, como la explosión de un reactor nuclear en Chernobyl y la fuga en una planta de pesticida en Bophal (India), además de derrames de petróleo, surgió un movimiento ecológico y creció el interés por el medio ambiente”, relató. Y dijo que la confluencia de este interés surgió en 1990, la criminología verde.

El nuevo campo disciplinar aplica al estudio de los delitos y daños ambientales, que aún no están criminalizados pero que causan víctimas humanas, y dejan en claro que hay un medio ambiente al que proteger. “Los primeros veinte años fueron de crecimiento muy lento, pocos libros, poca investigación pero mucho interés en avanzar. En los últimos diez años hay una explosión de la criminología verde y en los últimos dos o tres, en Latinoamérica”.

“Es una criminología que mira más allá de lo que la ley y el derecho nacional e internacional definen como delitos ambientales, entre los que tradicionalmente se incluye a la pérdida de la biodiversidad (tráfico ilegal de plantas y especies) y los de polución (desechos peligrosos, nucleares o químicos) y también lo que está pasando con los humedales. En muchos países, esto ya está en parte criminalizado”, explicó. Y dijo que abarca en forma muy incipiente a la deforestación.

Pero el paraguas de la criminalización aún no incluye a otras severas agresiones al medio ambiente, como el caso del cambio climático. “Aún no hay capacidad a nivel mundial ni nacional, para dar cuenta del rango de delitos, a veces se sanciona casi a nivel simbólico”, comentó.

“En los últimos cincos años hay un crecimiento notable de la criminología verde, hay muchos libros y aparecieron los primeros textos en español en Latinoamérica, sobre todo en México, Colombia y Brasil, que lideran este campo disciplinar, con estragos ambientales alrededor de sus recursos naturales con minería y deforestación, legal o ilegal”, analizó.

Cuadro de situación   

“En Argentina aún no hay criminólogos verdes, ni nivel de institucionalización como cursos ni posgrado, tampoco hay referentes destacados”, dijo Zaitch. Y aclaró que esto refiere a lo específico de la disciplina porque desde hace tiempo diversos grupos y organizaciones vienen dando una dura batalla. Y mencionó la ecología política, que se dedica a los problemas de poder en relación al territorio y medio ambiente, “donde hay gente trabajando que viene de los estudios de desarrollo, de sociología rural y del derecho ambiental”.

Según Zaitch, lo interesante de la criminología verde es que no sólo se ocupa de la regulación sino de estudiar quiénes son los actores que delinquen y quiénes son las víctimas, cuáles son las causas macro, meso y micro. “Acá es donde el criminólogo puede dar una mirada complementaria”, enfatizó. Y dijo que a pesar de que no se ha desarrollado en el país, es un tema de interés para “el mejor máster de criminología de la Argentina, que dirige Máximo Sozzo (Maestría en Criminología y el Programa Delito y Sociedad), en la Universidad Nacional del Litoral”.

Los temas con mayor desarrollo dentro de la criminología verde en América Latina son dos, “la pérdida de biodiversidad por tráfico y venta de plantas, animales y material genético, lo que se llama la biopiratería, y por otro lado los daños alrededor de la explotación de recursos naturales, no sólo al medio ambiente sino a las comunidades que viven ahí, daños culturales a la pérdida de ríos que para ciertas culturas son algo más que un recurso natural”, detalló. Y dijo que a los criminólogos verdes no les gusta mucho hablar de recursos naturales, “porque es una expresión bien antropocéntrica es decir el hombre con derecho a explotar como un medio a la naturaleza”.

Humedal: ¿delito verde?

¿Por qué no llega a constituirse en delito verde la quema del humedal de las islas del Paraná? “Es increíble. Empecemos diciendo que muchos de estos delitos son tradicionalmente cometidos por poderosos, empresas o individuos con mucho poder, protegidos por estructuras de poder, ya sea por omisión o comisión”, explicó. Y dijo que no se trata de fuegos encendidos por personas individuales sin poder y sin protección.

Con respecto a las prácticas productivas naturalizadas como necesarias para la producción pero dañinas, como quemas de rastrojo en zonas rurales, “están basadas en la idea muy fuerte de que todas estas cuestiones de una u otra manera traen progreso, y en el caso de Argentina, claramente ligado al agronegocio; es una clara idea de que rentabilizan la tierra quemándola, en el caso de los incendios que también existen en el Amazonas (Brasil)”, explicó.

“También se pretende quitar valor con el discurso de que habiendo tantos problemas no importa si se queman unos humedales que no sirven”. ¿Entonces?  “Las fuerzas de seguridad tradicionalmente se dedicaron al delito de los pobres, de los peligrosos, nunca a los delincuentes de cuello blanco ni corporaciones, ni se interesaron por delitos contra el medio ambiente”, señaló.

“Hay una idea de seguridad ambiental creciendo, pero faltan recursos, personas, conocimiento de cómo hacer una investigación”, evaluó. Claro que estas carencias no son azarosas y para disimularlas criminalizan cuestiones que no pongan en juego a los grandes intereses, como la protección de algunas especies, pero no la gran contaminación provocada por actores legales. “Se criminaliza muy selectivamente, muy lentamente, no se invierte en formación ni en recursos”, enfatizó.

Fuente: El Eslabón

 

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