La realización de ejercicios memorísticos son actitudes que una puede adoptar a veces en la escuela, con el objeto de aprobar tal o cual examen. O para recordar fechas exactas como cumpleaños o celebraciones patrias. O también contraseñas, de esas que piden una cierta cantidad de caracteres en mayúscula y minúscula junto con signos de puntuación.

En todos estos ejemplos nos referimos a efectuar tareas que no traen a cuento ningún tipo de dolor, sino que se trata de una suerte de retención de datos. Bien distinto es cuando la memoria –a través de complejos movimientos neurológicos en los que no pondremos foco en esta nota– se empeña en conservar eficazmente un recuerdo en el tiempo. En estos casos, a una que se encuentra cosechando y recogiendo esos eventos de su historia personal, le surge la necesidad de articularlos con el presente, de hacerlos hablar, de rememorar, de releer y reescribir nuevamente lo sucedido. De poner el cuerpo –como soporte de la memoria, de la experiencia, de los dolores– e iniciar, en medio de la inercia y el coraje, la decisión de volver a contar lo acontecido. Esas son Carolina Boetti, Marzia Echenique y Karla Ojeda, quienes decidieron empezar a trabajar en un proyecto de construcción de un Archivo de la Memoria Travesti Trans en Rosario con la intención de atesorar de manera compartida la historia de un colectivo históricamente olvidado. Se trata del primer trabajo archivístico en la ciudad, cuyo recorte temporal se coloca a partir de la dictadura cívico militar del año 1976 en adelante con la intención de recolectar la mayor cantidad de objetos, testimonios, fotografías y datos que hagan al desarrollo de políticas de la memoria.

Exilio y salvación

Carolina Boetti y Marzia Echenique pertenecen a la generación travesti trans que debió exiliarse durante los años del Proceso militar. Boetti con 22 y Echenique con 26 años tomaron tomaron aviones diferentes con el mismo destino: Italia, el país que las acogió y les cambió la vida.

Tanto Caro como Marzia describen su tramo de vida fuera de la Argentina como algo “doloroso” pero también como una “salvación”. “Dentro de todo, nosotras las que nos fuimos sí tuvimos suerte, porque fuimos las que nos salvamos en realidad también. Todas las chicas que se quedaron en Argentina hoy ya no están más”, dice Marzia.

Para ellas, ser trava o trans durante la dictadura implicaba tener al dolor y a la angustia como moneda corriente. “Nosotras habíamos naturalizado la persecución también, habíamos naturalizado que íbamos a sufrir vejaciones, abusos de todo tipo”, dice Echenique. Y agrega: “No solo recibimos el abuso del Estado, sino el abuso de la gente. Nosotras no teníamos dónde vivir, no podíamos alquilar. Al no tener derechos todo lo que se arrimaba a nosotras y nos rodeaba era gente inescrupulosa con la intención de aprovecharse”.

Carolina coincide y se da la razón todo el tiempo con Marzia. En ambas llamadas con El Eslabón, puede notarse la complicidad de dos amigas que pusieron el cuerpo en las mismas situaciones y que saben de lo difícil que fue vivir dignamente: “Nosotras vivíamos acá todo el tiempo detenidas, estábamos muy ocultas siempre. No teníamos futuro. Vivíamos encerradas. Nos llevaban tres o cuatro meses y cuando salíamos teníamos que pagar la pensión. Ahí nos robaban lo poco que teníamos y teníamos que volver a pararnos en una esquina porque tampoco no nos daban trabajo en ningún lado. Ni siquiera nos alquilaban un departamento. Nos cerraban la puerta en todos lados”.

En cuanto a la leyes que penalizaban las identidades y la discriminación ya sistematizada por parte del Estado, Boetti explica: “A nosotras, las trans, nos llevaban por vestimenta femenina, prostitución y por vagancia. No éramos políticas, no estábamos con las personas que militaban en esa época. Éramos muy chicas aparte, teníamos 16 años, 17, estábamos al margen de todo eso”. Quienes recibían este tipo de persecución estatal eran enviados al Pabellón para Homosexuales (mejor conocido como “Pico H”) dado que en aquellos tiempos, la palabra “homosexuales” se utilizaba para nombrar a todas las identidades que no eran estrictamente heterosexuales. Así, el edificio –que actualmente se conoce como Sede de la Gobernación y que, anteriormente, estaba la Jefatura de Policía– recibía a gays, lesbianas, trans, travestis, bisexuales y a todos aquellos que expresaban públicamente su ser diverso. “Sabíamos que si queríamos ser podíamos ser, pero el riesgo era ese. O sea, el efecto colateral era pagar con la prisión, con la quita de derechos y con todo lo que pasamos esos años”, dice Marzia.

Más acá en el tiempo, y después de un arduo trabajo de otorgar testimonios frente jueces, ambas recibieron, en 2018, la reparación histórica en Santa Fe. De hecho, Carolina fue la primera mujer trans en haber sido reconocida por la provincia como víctima de la persecución desarrollada en estos años. Al respecto, recuerda la entrega del reconocimiento: “Me lo dieron en el mismo lugar a donde nos llevaban detenidas, así que imaginate que fue algo sorpresivo”.

El teatro como analgésico

Sobre si un texto normativo sirve para “reparar” los dolores del colectivo, eso todavía está en duda para las afectadas. Sin embargo, los remedios para Caro y Marzia llegaron a través del arte: ambas son actrices y desarrollaron la obra Finalmente Reparadas, un espectáculo dramático que conversa entre el pasado y el presente y cuenta la historia de las contemporáneas de la dictadura cívico militar. “Está interpretada de una manera muy real porque que nosotras efectivamente nos quebramos. No es una interpretación, es un revivir ciertos momentos de nuestra vida”, dice Echenique y agrega que a ella la tenían “que venir a levantar con cucharita de arriba del escenario de tan emocionada que quedaba”.

Para la realización de la pieza artística que dura casi dos horas, quienes tenían asignado un lugar en el escenario debieron escribir un libreto. “Eso costó mucho porque tuvimos que empezar a acordarnos de todas esas cosas que pasamos”, comenta Boetti y concluye: “Pero fue también como un bálsamo para nuestras almas, porque el arte ayuda a cerrar heridas. Me acuerdo que cuando ensayábamos sufríamos mucho, teníamos sentimientos encontrados porque nos reíamos, llorábamos y al final llevar todo eso al teatro para mí fue como una caricia”.

Democracia de y para otros

Para realizar el Archivo de la Memoria Travesti Trans en la ciudad Marzia y Carol se comunicaron con Karla Ojeda. Karla es integrante de Comunidad Travesti Trans Rosario y de La Kasa de las Locas, además de trabajadora de la Universidad Nacional de Rosario y estudiante de la misma casa de estudios. Tiene 49 años y, a pesar de pertenecer a la generación post dictadura, aclara que la situación del colectivo no cambió de un régimen político a otro. “Yo viví en plena democracia pero fue democracia para los demás, no para las travestis y trans”, dice.

“En los años 90 y 80 más que nada padecíamos la persecución de la policía y los llamados ‘códigos de falta’, que te condenaban por llevar las prendas del sexo opuesto, y también argumentaban que quien anduviera en la vida en la vía pública tenía que ser detenido. Esta detención después iba de la mano de una condena de 7, 14, 21 y hasta 30 días” dice Ojeda y remarca: “Más o menos lo mismo que lo que pasó en la época de la dictadura”.

A ella, la propuesta le pareció excelente y trabajar con ambas compañeras una actividad transgeneracional emocionante: “La verdad que trabajar con Marzia y Carolina en esto me parece que hace una unión de dos etapas muy importantes que tuvo Rosario y que en realidad no cambiaron muchas cosas entre una y otra. Ese el significado de poder trabajar con ellas: saber que vivieron la dictadura y el exilio con todo lo que eso implica y saber que nosotras, que nos quedamos acá, padecimos exactamente lo mismo en plena democracia”.

Para Karla, la política sirve “como una herramienta transformadora, como una herramienta para poder cambiar situaciones de compañeras travesti trans” y es por esto que imagina al archivo como un instrumento necesario capaz de aportar a la construcción de una sociedad más justa. “Ha sido una exclusión sistemática que nos ha dejado por fuera de la ciudadanía y creemos que esto tiene que reivindicarse y visibilizarse. La memoria tiene que estar latente primero para que no vuelva a pasar pero también porque no queremos que travitas ni trans que vengan a futuro sufran ni pasen lo mismo que hemos vivido nosotras”, dice.

Atesorar la memoria

Tanto Karla como Marzia y Carolina están absolutamente comprometidas en la realización de este trabajo que consiste en mirar el pasado y accionar sobre el presente con el objetivo de generar mejores futuros posibles. Saben que los desafíos son grandes: habrá que revolver y buscar fotos, eventos, diarios, testimonios y cuerpos que aporten a construir la memoria del colectivo. Sin embargo, la situación promete bastante. “Ya hay mucho material que tiene que ver con lo fotográfico, con archivos periodísticos de ‘prensa amarilla’ como dice también Marzia, para referirse a la forma en que nos trataban en ese momento los medios. Hay mucho testimonio vivo también, por lo menos yo hablo de mi época, más allá de que muchas compañeras tristemente han muerto o han desaparecido o han sido asesinadas por el travesticidio social”, evalúa Ojeda.

Por su parte Echenique concuerda y agrega que hay mucha información que fue obtenida a partir de lograr la reparación histórica. “Ahí iniciamos todo este proyecto en donde fuimos a buscar todos los archivos, los diarios, los periódicos de aquellos años, rastreando fotografías, testigos, nuestras caídas en diferentes seccionales en la ciudad de Rosario, en los tribunales yendo a mirar nuestros prontuarios. Fue ahí que empezó todo esto de querer contar nuestra historia”, dice.

Sobre por qué es necesario conducir el proyecto, Carol considera que es el contexto el que empuja a embarcarse en la aventura: “Es el cambio de paradigma que estamos atravesando el que deja de negar las vidas sexualmente diversas y lo hace poniendo y defendiendo el derecho a la memoria”. Por eso, la ejecución implica “recuperar la memoria de nuestras compañeras trans que muchas de ellas ya no están y hacerlo a partir de quienes fuimos sus amigas, sus compañeras”, valora.

“Esto sirve para reivindicar la memoria, sobre todo la memoria de nuestras compañeras que quedaron en el camino, que no las pudimos ver más, que cuando llegamos nos enteramos que habían fallecido, o nos llegaban las noticias cuando estábamos en Europa. Para aportar un granito de arena a la construcción de una sociedad mucho más igualitaria, mucho más equitativa, con los mismos derechos para todas todos y todes” coincide Marzia y remarca sobre la dureza de esos años: “Fuimos tiradas, desechadas a la calle. A piacere de quien pase o quien quiera aprovecharse de nosotras, entonces es hoy el momento de crear, de reconstruir nuestra historia que estaba toda contada de a pedacitos”.

Las tres defienden la iniciativa como una idea capaz de trabajarse como un espacio educativo y, sobre todo, didáctico. Defienden la estructuración de un proyecto que, en un futuro, podría montarse físicamente en un área que sea dirigida y habitada por travas y trans que compartan lo concluído. “Una cosa muy importante sería que las propias compañeras travestis y trans estemos al frente de esos lugares. Que nosotras mismas podamos hablar, contar historias, ocupar espacio con voces e identidades y que no hablen otres por nosotras”, considera Ojeda.

Además, para ellas es necesario detenerse a pensar la dinámica de presentación ante el público para llegar a conmover lo máximo posible. “Lo que yo tengo en mente también es crear un espacio de la memoria que pueda ser visitado. Para que la propuesta consista en eso, en invitar a la gente a mirar nuestra vida, a mirar las cárceles, a recrear la historia. Recreemos que yo no pude trabajar, no pude estudiar, no tenía asistencia médica, no podía votar. Hacérselo ver a las nuevas generaciones porque de eso se trata, de que las nuevas generaciones puedan sentir y saber sobre esto”, detalla Echenique.

Fuente: El Eslabón

 

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