En la Argentina de la coronacrisis faltan dólares y la pobreza, según los números oficiales del INDEC, alcanza al menos al 41 por ciento de la población. La sangría de reservas del Banco Central (BCRA), con septiembre como el mes de mayores salidas en 11 meses, enfrentó al gobierno nacional ante las peores pesadillas. Una supercrisis que escala en múltiples dimensiones y, para la cual, las respuestas escasean.

Los últimos datos del INDEC revelan que en el gran Rosario, desde donde salieron 52,5 millones de toneladas que explican el 80 por ciento de las ventas externas totales en volumen y el 50 por ciento en valor, hay más de medio millón de personas pobres. Es la región donde se encuentra el puerto que vio crecer y caer a Vicentin, un símbolo de la actualidad marcada por los contrastes y las imprecisiones.

La liquidación del agro se volvió el tema central, una constante de fin de año desde hace una década, cuando las exportadoras ponen la que falta para cerrar las cuentas y se aseguran el buen trato. El paquete de medidas presentado el jueves pasado tiende a buscar una solución de emergencia a un contexto asfixiante.

El riesgo es poner el ojo en el punto equivocado. Las fallas en la comprensión del problema, en otros momentos, supo traer consecuencias aún más complicadas. A pesar de los estímulos para liquidar las existencias, para el exsecretario de Agregado de Valor del macrismo, Néstor Roulet, los productores repetirán el patrón histórico de guardarse entre un 10 y un 15 por ciento, por lo que la cifra recaudada llegaría a 3.500 millones de dólares.

La pregunta, llegado el caso, es otra. No es precisamente el escalón de la producción el que incide de manera directa en el ingreso de dólares. Mucho menos la pequeña y mediana escala. De acuerdo a la comparación entre las cifras de exportaciones del INDEC y el balance del BCRA, hay 4.130 millones de dólares que las exportadoras declararon ante la Aduana, pero aún no liquidaron. A su vez, el INDEC declara un superávit comercial de 10.984 millones de dólares, contra 7.063,5 millones reales que quedaron en el BCRA.

La irritación se evidenció cuando los trabajadores de la Unión de Recibidores de Granos y Anexos de la República Argentina anunciaron un paro por 24 horas por mejores condiciones de trabajo y reducción de la jornada. Los trabajadores fueron acusados de inoportunos e insolidarios por las cámaras empresariales del complejo portuario que entre abril y agosto vendieron por 10.957 millones de los 24.017 millones de dólares que exportó la Argentina en ese periodo.

Un pacto para vivir

Los sones de paz del gobierno, que se aleja de la confrontación y busca ganarse al campo como aliado para la pospandemia, pueden ser fulminados por los errores de apreciación. Para Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), este año se liquidaron solo 3 por ciento menos que el año pasado.

La Federación Agraria Argentina (FAA) también emitió un comunicado donde cuestionó que los productores sean señalados como especuladores y aclara que, al permitir la liquidación con una rebaja impositiva por tiempo limitado, son los exportadores quienes resultarán beneficiados, ya que previamente compraron esos granos a los productores con el 33 por ciento de retenciones descontado.

“Con esta operación se estarían beneficiando por dos: quedándose con las retenciones que ya cobraron y obteniendo nuevos réditos económicos, sumados a la imagen ‘positiva’ porque estarían ‘saliendo al rescate de la Argentina’”, puntualiza la entidad.

Con lo obtenido por la cosecha, el productor, que cobra en pesos, reinvierte, mantiene a su familia, afronta gastos, compra insumos y continúa produciendo. El denostado silobolsa es una estrategia para los que pueden guardar parte de su producción y no se ven compelidos a vender. Una manera de ahorrar en dólares. El negocio del acopio y la especulación no está precisamente en esa instancia.

Ejemplos los hay bien cerca: el proceso de vaciamiento de Vicentin tras las PASO del 2019 es el inicio de un ciclo ahondado con la pandemia. En su último balance la agroexportadora santafesina confiesa una pérdida de 52.500 millones de pesos. La evaporación de la empresa que aparece en los Archivos FinCEN (la segunda parte de los Panama Papers) es altamente llamativa si se observan los movimientos de las cuentas de sus directivos.

“Se confunde (creemos que intencionalmente) la inversión —siempre con el riesgo del clima— y la facturación —de la cual una enorme parte va al Estado— con riqueza o rentabilidad extraordinaria”, dice el documento de la FAA. La reciente exposición del derrumbe forzado de Vicentin sirve para mucho más que como metáfora.

Con la intención de captar una porción de las divisas producidas por las ventas al exterior, de no aplicar adecuadamente los reintegros, el gobierno favorecería una transferencia intrasector de la producción hacia las exportadoras. Confusiones que no son nuevas y a las que se llega por desesperación.

Salir del agujero interior

El Consejo Agroindustrial Argentino (CAA) presentó el borrador de la Estrategia de Reactivación Agroindustrial, Exportadora, Inclusiva, Tecnológica, Sustentable y Federal que busca un 2026 con un incremento de casi 15.000 millones de dólares en exportaciones anuales y con más de 500 mil nuevos puestos de trabajo en las diferentes cadenas.

Entre las medidas anunciadas por el ministro de Economía Martín Guzmán se incluye la ejecución del Fondo de Compensación anunciado en marzo, tras el frustrado lock out del sector cambiemista del agro. No parece ser esa la medida que resuelva la falta de confianza ni aborde el nudo del conflicto.

El rendimiento no acompaña el optimismo y explica en buena medida las cautelas de un sector también en modo pandemia. De acuerdo a la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (BCBA), la cosecha del 20/21 sería un 6,1 por ciento menor en relación al ciclo anterior. El ingreso de divisas estará en 25.156 millones de dólares, un 3,2 por ciento menos que la última campaña.

Los 17 millones de toneladas de soja en manos de productores y las entre 8 y 13 en manos de exportadoras es la cifra que se observa en una semana donde las reservas perforaron el piso de 42 mil millones y luego de tres meses consecutivos de máximos en la compra de dólares por personas humana que obligó a prohibir expresamente la adquisición por beneficiarios de asignaciones estatales.

En agosto, el sector de oleaginosas y cereales registró ventas por 1.503 millones de dólares, un 31 por ciento menos que el mismo mes del 2019. Pero todos los demás sectores fueron compradores netos de divisas, alcanzando los 1.606 millones de dólares, explicados principalmente por el pago de importaciones, que creció a pesar de la recesión. La demanda de las empresas para importaciones en agosto fue un 30 por ciento mayor al año pasado, sumándose a la presión devaluacionista.

Aunque vinculada al caso Vicentin, la crisis que atraviesa el país es bastante más ancha. El contexto subraya la dependencia al dólar de la economía argentina, cuyas consecuencias se reflejan en la alta concentración de la riqueza y el empobrecimiento acelerado de la mayoría. La recesión mundial tiene como contrapartida el aumento en la demanda global de alimentos. El boom exportador es una apuesta segura en la que coincide el gobierno y todo el sector agroindustrial. El asunto será el cómo y la forma del reparto. Pero en la urgencia, el objetivo es más modesto: apenas sacar la cabeza y tomar un poco de aire.

 

Fuente: El Eslabón

 

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