Nunca tuvo la Revolución Bolivariana tanta difusión directa como en las horas recientes. A través de los medios concentrados de todo el mundo, y por supuesto de nuestro país, se han podido escuchar las voces del canciller venezolano Jorge Arreaza, así como de referentes chavistas habitualmente silenciados en beneficio de los López, Guaidó, y tantos farabutes irrepresentativos que colmaron los espacios periodísticos.
Y pocas veces hemos podido disfrutar de las reivindicaciones más intensas del proceso transformador iniciado por Hugo Chávez. La renuncia fundada y recia de la embajadora Alicia Castro, el análisis desolado del especialista Atilio Borón y todas las apreciaciones críticas sobre el presidente Alberto Fernández realizadas por los compañeros que respaldan la lucha del pueblo venezolano contra la intromisión norteña.
Es más. Algunos analistas internacionales de los cuales nos enorgullecemos en nuestros espacios, certera y persistentemente censurados en tantos otros, han salido a luz y sus agitadas voces se han esparcido por aquí y por allá. Bienvenido sea, pues toda defensa de la Revolución amerita conocerse; y debatirse. Ahora bien, nadie pretenderá que este periodista admita estos sucesos sin preparar el mate, buscar el tono sereno y preguntarse ¿por qué publican estas cosas?
Sé que duele y que molesta, pero la comprensión de esta andanada de “chavismo anti albertista” está al alcance de la mirada. Aunque no es fácil configurar esa mirada. El asunto es: la acción imperial tiene su eje en la desarticulación de la Argentina como nación creciente, industrial y desarrollada en el Sur. Para eso, necesita quebrar el gobierno articulado en el Frente de Todos. De tal modo, los voceros del poder pueden permitirse aún la difusión de justas vindicaciones del bolivarianismo, en tanto y en cuanto conduzcan a ese objetivo.
La gran posibilidad de evitar una resistencia futura en Venezuela, y cambios a fondo en Brasil y Bolivia, entre otras naciones, radica en sacar a nuestro país del juego continental. El injusto voto del gobierno argentino en la ONU generó esta curiosa andanada de apertura de micrófonos y diales y portadas para aquellos que, con justa razón, lo cuestionan. Dejar de lado esta interpretación porque lo que se espera son insultos altisonantes para la gestión Fernández – Fernández, implica negarse a pensar la política desde el Pueblo y desde el Sur.
Finalmente, tras varios desencuentros conceptuales, deseo felicitar a Luis D´Elía, quien criticó el sufragio de nuestro país y al mismo tiempo salió al cruce de “actitudes rupturistas”. Tuvo el valor de hacerlo desde la incómoda posición de detenido político. Sintetizó, con la energía que lo caracteriza, aquello que quiero manifestar en estas líneas.
* Director La Señal Medios
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