No son muchas imágenes las que emocionan. Las fotografías producen todo tipo de efectos: interesan, chocan, sugieren, gustan, afectan. Pero pocas emocionan. También hay imágenes que tienen la capacidad de volverse símbolos, emblemas, o metáforas. La foto de “Las patas en la fuente” cumple esa doble función. Parte de un tiempo, de un momento esencialmente efímero, que se volvió duradero en la retina de todos los peronistas. “Es una foto con un peso afectivo enorme en el corazón de la gente. Para muchos significa una reivindicación de sus sentimientos, de su identidad política”, dice Cora Gamarnik, doctora en Ciencias Sociales y coordinadora del Área de Estudios sobre Fotografía de la UBA.

La descripción de la foto sale de memoria: sobre el borde de la fuente de Plaza de Mayo hay un grupo de jóvenes sentados de espaldas, con sus pantalones arremangados hasta las rodillas y los pies en el agua. En el vertedero de la fuente se ve a un grupo de niños, buscando agua para beber. Parafraseando a Henri Cartier Bresson, previo a ese “instante decisivo”, lo que había era una muchedumbre de obreros caminando hacia el centro de la ciudad para reclamar la libertad de un hombre que estaba preso porque su lealtad hacia los trabajadores había molestado a los enemigos del pueblo.

La palabra “agua” desborda en la descripción que Daniel Santoro realiza de la imagen “mítica” del 17 de octubre del 45. “La masa obrera viene del sur, cruza y sortea primero el agua del peligro, de la posibilidad de morir, y va hacia el agua de la vida, que está en la fuente, en el centro de la ciudad. De esa manera, el peronismo ingresa a la vida pública, política. Ese sujeto histórico olvidado, desechado, marginado, nunca tenido en cuenta, de pronto se hace presente, sortea las aguas peligrosas del riachuelo y mete las patas en la fuente, en el agua pura”, relata el especialista en iconografía peronista. “El agua es símbolo de fortuna. Por eso, el peronismo se ha cansado desde un principio de hacer grandes piletas, grandes balnearios. El agua es el símbolo de que todos gozamos de alguna manera”, agrega.

“Las vicisitudes de nuestro siglo están resumidas en unas pocas fotografías ejemplares que han hecho época. Cada una de estas imágenes se ha convertido en un mito y ha superado la circunstancia individual que la ha producido. Es única, pero al mismo tiempo remite a otras imágenes que la han precedido o que la han seguido por imitación (…) Una vez más lo político y lo privado se han visto atravesados por las tramas de lo simbólico”, escribió Umberto Eco en su libro La estrategia de la ilusión. Para Gamarnik, la foto de la fuente tiene más de símbolo que de indicio. Lo que perdura es una fotografía simbólica de “la emergencia de los sectores plebeyos, invisibilizados, ninguneados” de la Argentina. “La foto resignifica aquello que se despreciaba”, subraya la especialista en fotoperiodismo argentino. Asimismo, el artista señala que lo que queda de la imagen es “lo ceremonial en el sentido simbólico”. Ese evento, el de meter las patas en la fuente es, en palabras de Santoro, el constante reclamo de que entramos todos. “En el goce capitalista, todos metemos las patas”.

El oficio de meterle el dedo en la llaga a la patronal, de meter las patas, de colarse de lleno en el centro del poder, es un ejercicio que Santoro define bajo la concepción del exceso y el goce: “Siempre que el otro goza, goza en exceso. El negro peronista, que sería este sujeto historico que mete las patas en la fuente, siempre está amonestado porque se excede en su goce”, dice el pintor, y agrega: “El peronismo es generoso y siempre propende al goce colectivo, a no regular el goce. Las clases dominantes, en cambio, regulan el goce de los pobres”.

Según lo han analizado los sociólogos Silvia Sigal y Juan Carlos Torre, en América Latina ha sido con frecuencia la plaza pública, antes que la fábrica, el principal punto de constitución de la clase trabajadora como fuerza política. El 17 de octubre argentino no es la excepción, y allí se funda otra reivindicación simbólica, visible en la fotografía: la  redistribución del espacio público. “La foto se ve desde la espalda de aquellos que están con las patas en el agua y de frente a la Casa Rosada. Y allí hay un símbolo muy fuerte:  «quiénes somos los que estamos llegando a los bordes de la Casa Rosada, lugar donde se ubica el poder, para hacer lo que nos tenían prohibido hacer»”, observa Gamarnik, haciendo referencia a la ocupación de los espacios que antes monopolizaban los sectores del poder.  Siguiendo esta línea, Santoro reflexiona: “Esa presencia, esa toma de posesión de la fuente es históricamente la que anuncia la presencia definitiva del peronismo: «No nos vamos a ir, vamos a solicitar nuestra parte de goce capitalista en el centro de la ciudad blanca»”.

La foto de Las patas en la fuente, inscripta en la jornada del 17 de octubre del 45, dio expresión pública a lo que hasta entonces sólo había sido internalizado, vivido como experiencia privada. Así lo señala Pierre Bordieu: “Las experiencias privadas pasan nada menos que por un cambio de estado cuando se reconocen a sí mismas en la objetividad pública, signo objetivo de su derecho a que se hable de ellas y a que se hable públicamente”.

Fuente: El Eslabón

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