El sol naciente del carnaval peronista resplandece en lo colectivo, lo comunitario, lo nacional, lo popular, la justicia social, los derechos laborales, la soberanía, la liberación, la identidad, el humanismo, la vida, la naturaleza. La cosmovisión del líder de este fenómeno político y cultural transformador que tiene al 17 de octubre de 1945 como fecha emergente, se forjó en un proyecto de país y se prolongó en el tiempo, con variantes, actualizaciones, decodificaciones, resistencias.

Juan Domingo Perón tenía una mirada futurista, espiritual, existencial, naturalista, hasta indigenista. A su estilo, veneraba a la Pachamama, madre naturaleza. Para Perón, la Pacha es el otro. Amante de la vida al aire libre y de los deportes de montaña, cultivados en su carrera militar, Perón hizo ecologismo de base. Promotor de los parques nacionales y sus maravillas, y del avance del turismo social y obrero de la mano del empleo, el salario y las vacaciones pagas, Perón quería naturaleza viva para todes. Mar, montaña, bosque, selva, lago y río para visitar, descansar, disfrutar, explorar.

Para Perón, el desarrollo industrial y económico no debía estar por encima de la escala humana. Su proyecto tuvo al movimiento obrero como gran protagonista. Se caracterizó por darle impulso a fábricas y talleres, a la industria nacional, a la autosustentación, al consumo, en un contexto de ascenso social de las clases populares, pero siempre invocando responsabilidades y acciones amigables con el medio ambiente. Su idea fuerza de justicia social, incluía también la justicia ambiental, el derecho básico de toda persona a tener una vida digna y a nacer y crecer en un ambiente sano.

Hete aquí una línea de continuidad entre el peronismo histórico de mediados del siglo XX y el mensaje de Perón de principios de 1972, donde, en una situación de creciente zozobra por la autodestrucción del homo sapiens con relación a su entorno natural, advirtió varios de los desastres que amenazan al planeta Tierra en estos tiempos.

Superecológico

El visionario mensaje ambiental de Juan Domingo Perón a los pueblos y gobiernos del mundo, como se señaló arriba, difundido en 1972, recobra actualidad. Los problemas ambientales de hoy, como los incendios forestales y en los humedales de las islas del Delta del río Paraná, la deforestación, los basurales a cielo abierto, el uso indiscriminado de agrotóxicos, en medio de una pandemia y una crisis sanitaria y socioeconómica global sin precedentes, invitan a releer e interpretar la vigencia del texto doctrinario-medioambientalista que el líder del justicialismo escribió en los últimos días de su exilio en Madrid antes de regresar a la Argentina para ser presidente por tercera vez, hasta su muerte en 1974.

“Creemos que ha llegado la hora en que todos los pueblos y gobiernos del mundo cobren conciencia de la marcha suicida que la humanidad ha emprendido a través de la contaminación del medio ambiente y la biosfera, la dilapidación de los recursos naturales, el crecimiento sin freno de la población y la sobrestimación de la tecnología”, advirtió Perón, más viejo y más sabio, y sus palabras fueron atravesando distintas generaciones.

Clima de época

Sin tirar a la parilla un chori vegano ni nada por el estilo; sin caer en poses de ecologismos de moda ni discursos cómodos de ecologistas adinerados, Perón escribió varias verdades. A comienzos de los setenta la protección del medio ambiente ganó protagonismo a nivel mundial frente a la contaminación ascendente de tierra, agua y aire. Eran años impregnados de revueltas estudiantiles y obreras, de violencia política, de psicodelia, de movida hippie y símbolos de paz nacidos a fines de los sesenta.

En 1971, unos canadienses que se oponían a ensayos nucleares de Estados Unidos crearon la organización ecologista Greenpeace y ya alertaban sobre el cambio climático. Películas, libros y canciones indagaron sobre el origen y la evolución humana, reflexionaron sobre la inteligencia artificial, se tiñeron de verde, de poesía bucólica, con fuertes críticas al lucro incesante y la enajenación materialista. Muchos temas musicales del rock nacional de fines de los sesenta, principios de los setenta, entre psicodelia, blues y folk, reflejan aquel clima de época. Mañanas campestres, Campos verdes, María del campo, Salgan al sol, Una casa con diez pinos, No pibe, entre tantos otros.

“El ser humano cegado por el espejismo de la tecnología, ha olvidado las verdades que están en la base de su existencia. Y así, mientras llega a la luna gracias a la cibernética, la nueva metalurgia, combustibles poderosos, la electrónica y una serie de conocimientos teóricos fabulosos, mata el oxígeno que respira, el agua que bebe y el suelo que le da de comer, y eleva la temperatura permanente del medio ambiente sin medir sus consecuencias biológicas. Ya en el colmo de su insensatez, mata el mar, que podía servirle de última base de sustentación”, escribió Perón a tres años del alunizaje, cuando no se hablaba de big data, algoritmos ni redes sociales, pero sí de las nuevas tecnologías, el avance de la ciencia y la relación hombre-máquina.

¿Y ahora qué?

El fuego arrasa. La flora y la fauna son tragadas por las llamas. Los pájaros callan, la vegetación oscurece. El aire y el agua se contaminan. Los vientos humean. El cielo y las nubes, en escala de grises. Se vierten químicos sobre el suelo, se respira veneno. Se rompe el medio ambiente y los equilibrios de la biodiversidad. La vida silvestre suspira, los recursos se agotan. Sequías prolongadas en montes y campos, sueños ahogados en casas inundadas. Se recalienta el planeta. La naturaleza y la humanidad, bajo hegemonía del capitalismo neoliberal, se olvidan de armonizar.

En medio de una gran sequía, la peor en 40 años, los incendios, que según el Servicio Nacional de Manejo del Fuego, cerca del 95 por ciento de los focos son de origen intencional, dañan el medio ambiente, la flora y la fauna, y la salud de la población. Las llamas afectan a doce provincias. Ya se quemaron cerca de 500 mil hectáreas. Detrás del humo denso despuntan grandes empresas, grandes productores agropecuarios, grandes negocios inmobiliarios. El problema de los incendios es global.

En el vaso medio lleno se ve que el aislamiento social por la pandemia disminuyó las actividades y, por consiguiente, la contaminación ambiental y el maltrato humanoide del planeta. En la otra mitad del vaso se analiza que la alteración de los ecosistemas facilitan la propagación de los virus.

“La humanidad debe ponerse en pie de guerra en defensa de sí misma”, concluye el mensaje de Perón, donde propone una “revolución mental” para resolver la crisis socioambiental, que después de 75 octubres y a casi 50 años del referido eco-manifiesto del General, se agravó . Pero el peronismo bebe los aires de felicidad (y supervivencia) colectiva. El fenómeno político y cultural más impresionante del siglo pasado nació en movimiento y en primavera y, pese a todas las plagas, sigue floreciendo.

 

Fuente: El Eslabón

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