Briseida tiene 36 años, vive en Rosario, y desde el lunes participa de reuniones en las que se discuten los desafíos después de las elecciones en su país, Bolivia. “Pese al cansancio y todo ya sabemos que tenemos que reconstruir todo lo que se ha destruido”, asegura a El Eslabón. Marleni, de 32, vive hace casi cinco años en el barrio Coppello, de Capitán Bermúdez, y esta fue la primera vez que votó lejos de su tierra. Dice que fue más lindo porque “sentís que tu voto vale”. “Yo siempre voy a estar con el pueblo”, manifiesta, emocionado, Diego, de 33 años, que eligió esta ciudad para estudiar medicina. Vicente, de 53, productor hortícola de la región, se planta sobre su tierra y reza, con claridad y orgullo: “Soy de la patria grande y estoy para defenderla”.

Marleni, Briseida, Diego y Vicente son cuatro de las y los 1.033 bolivianos habilitados para votar en Rosario, de los cuales votaron 370 en la Escuela República de Bolivia. También, forman parte de ese más del 90 por ciento que celebró el triunfo del Movimiento al Socialismo (MAS) y la vuelta a la democracia en su país. La ciudad es un recinto establecido para una jurisdicción que abarca a toda la provincia de Santa Fe, Entre Ríos, Chaco y San Nicolás (provincia de Buenos Aires). También se abarca Corrientes, en donde en 2019 fue habilitado un recinto en la ciudad de Santa Lucía, donde estaban habilitadas 457 personas y votaron 252. En todo Argentina se habilitó a votar a 142.568 bolivianos y bolivianas, de los cuales votaron 88.354. El 88,14 por ciento eligió al MAS.

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Un ciudadano de la Patria Grande   

Vicente buscó su identidad a los 45 años y la encontró en Bolivia. Hacía desde los 13 que vivía en Argentina, y si bien siempre supo que había nacido allá, nunca le alcanzó. “Mi mamá me decía que había nacido en el departamento de Tarija, en el campo. Yo fui allá y busqué por todos lados y al final encontré mi partida de nacimiento. Quería ver mi identidad, saber dónde nací y poder apoyar a mi patria”, relata. Con el documento en mano, pudo manifestar su orgullo de ser boliviano. Y siempre, desde esta parte del continente, acompañó a sus compatriotas. “Soy de la patria grande y hay que defenderla”, sentencia.

Foto: Sol Vassallo

Vicente trabaja en Villa Gobernador Gálvez en una organización de productores hortícolas que cuenta con 50 asociados, todos compatriotas bolivianos. Desde ahí, en el campo y como productor, cuenta su historia a El Eslabón. “Con Evo Morales el país brillaba, estaba lindo, había caminos para los productores, en buenas condiciones y con alumbrado donde antes no había”, destaca. Y con orgullo remarca: “Me encontré con él en Buenos Aires, en La Matanza, antes de las elecciones del año pasado. Se sintió muy satisfecho cuando le dije que era un presidente ejemplar para el mundo”.

El productor celebra los resultados de las elecciones en su país y la compara con las del año pasado, en las que se denunció un fraude que, evidentemente, no fue. “No les gustó que el país esté bien y por eso vinieron de afuera a destruirlo”, sintetiza. “Bolivia tiene muchos recursos, todo lo necesario. Por eso la bronca, por eso el estado de sitio, por eso no fue un golpe que hicieron los bolivianos”.

El domingo a la noche, Vicente festejó con tres compatriotas. Estaban felices. Sabe que ahora hay que reconstruir su país y dice que por eso lucha desde acá. Y que lo hace por su familia y por cada hermano boliviano. “Para mi votar es un orgullo y también lo es defender al país. Tenemos que luchar aquí o donde sea, para nuestra patria o cualquier país”.

Foto: Sol Vassallo

Hace más de un año que Vicente no viaja a Bolivia. Su esposa quedó varada en la frontera por la pandemia, hace ya ocho meses, y su mamá vive en el Gran Chaco. “Ella estuvo muy mal con la pandemia, por la falta de ayuda social y las dificultades para que la ayudemos nosotros. El Estado no ayudaba para nada. Antes la gente tenía una ayuda económica. Con la dictadura no hubo nada para nadie. Era un país saqueado”, resume el productor. Y confía: “Ahora, cuando agarre el mando Luis Arce, se va a movilizar todo”.

El llanto después de la tormenta

Lo primero que dice Briseida de ella misma es que está contenta y en alerta. Es miércoles y ya hace tres días que la victoria del MAS en su país es un hecho. “Recuperar la democracia con un gobierno de facto es una osadía. Tenemos, por suerte, el apoyo de muchas organizaciones sociales, movimientos y la mirada internacional atenta para ayudarnos en caso de tener alguna eventualidad nefasta afín al gobierno de facto”, dice a El Eslabón.

El 20 de octubre de 2019 Briseida votó a última hora, entre las 16 y 17. No había llegado a su casa, ni habían cerrado los comicios, y ya se denunciaba fraude y había disturbios. “Ahora es claro que hubo un golpe, porque el pueblo otra vez ha elegido al MAS y esta vez, con un resultado histórico”, compara un año más tarde. “Este domingo yo estaba con mis paisanos, hermanos y hermanas bolivianas, todos habíamos sido delegados del MAS. Pese al Covid y a todas las dificultades hubo un 45 por ciento de participación, y cuando a la madrugada supimos que teníamos un 51 por ciento de votos en total lloramos mucho, pero de felicidad. No podíamos creer que se estaba dando de esa forma, con una diferencia tan grande. Nos alegramos mucho porque recuperamos la democracia y porque volvimos a dar cuenta de que el MAS es la representación real del pueblo boliviano”.

Foto: Manuel Costa

El llanto fue la calma luego de la tormenta. Pese a que la jornada del domingo fue tranquila, Briseida cuenta que la previa estuvo colmada de irregularidades tanto en Argentina como en Bolivia: cambios de lugares para votar, mucha burocracia para conseguir certificados de circulación y los consulados no tenían información ni siquiera del protocolo que se iba a seguir. A la especulación se le sumaba la campaña que promovía el no voto, y el pico de casos por coronavirus en Rosario.

“Fue bastante difícil sobrellevar todas estas trabas y a la vez la derecha estuvo siempre conspirando. Al final, las elecciones se llevaron sin problemas, con calma, con paciencia, viajaron desde Monte Vera, Sunchales y otras localidades de Santa Fe para emitir su voto. Fue un día bastante movido y a la vez siempre estuvimos contentos, porque finalmente se celebraron los comicios que veníamos esperando desde febrero”.

Briseida habla de la alegría, el llanto, el resultado histórico. Pero no habla de una sorpresa. Ella sabía cuál iba a ser el resultado. La razón es simple: para ella y para cada residente boliviano y boliviana fue muy difícil vivir los once meses de golpe de estado, muerte y dolor. “Es una situación de la que todos estábamos al tanto y a la vez queríamos que termine. Fue muy movilizante para nosotros. Sabíamos que nuestras elecciones estaban a los ojos del mundo. Fue un golpe de Estado, pese a que muchos medios de comunicación afines al régimen imperialista decían que fue fraude, y pese a que hayan sido avalados por un organismo como la OEA. Finalmente había quedado así la historia, pero cualquier persona residente sabía que fue un golpe”.

La mamá, el papá y las hermanas de Briseida viven en Bolivia y siempre fueron apolíticos. Hasta el golpe de 2019. “Ellos vieron todo lo que se generó, vieron el racismo que fomentaron los partidos de derecha y confrontaciones tristisimas de pueblo contra pueblo. El golpe fue el abandono total en cuestiones de salud y economía. Ellos lo vieron todo y el domingo, pese a que son de edad avanzada y riesgo, fueron a votar. Así fue en casi todo el territorio boliviano”, cuenta la mujer.

Cuando piensa en su lugar, Cochabamba, Briseida la describe como “una ciudad muy luchadora” y elige contar sobre la plaza 14 de Septiembre, “donde se reunían los compañeros”. Ella aún no tenía 18 años y recuerda a la gente reunida en la plaza hablando de tener un estado plurinaciomal, de la falta de derechos y oportunidades. “Hablaban de que se venían nuevos tiempos y se estaba formando lo que se vino después”. En 2004 migró a Rosario. Es violinista y eligió esta ciudad para perfeccionarse como artista. Tenía 19 y nunca había votado en su vida. “En ese momento estaba muy decepcionada porque en 2002 había ganado el presidente Gonzalo Sánchez de Lozada. Migré pensando qué más tenía que pasar para darle, al fin, el poder al pueblo”, recuerda.

Todo, sin embargo, cambió en 2006. El día que Evo Morales ganó por primera vez, Briseida estaba en la frontera, en la ciudad de Villazón. Los días de elecciones en Bolivia se para todo: los negocios y los colectivos. Ella estaba esperando para poder viajar a su ciudad. Se sentó en un bar y miraba por la televisión los resultados preliminares de las elecciones. “Villazón es una zona muy pobre, la gente vende al día para subsistir”, describe. Y cuenta que entró al lugar una señora con su cajita para vender cosas y fue directo a ella. Pero la mujer no le ofreció nada. Se sentó a mirar la televisión y simplemente le murmuró: “Ahora sí, señorita, ahora se viene el cambio. Porque el Evo sí sabe lo que es tener hambre en el estómago”. Ese día Briseida se dio cuenta que su país había dado un giro.

El triunfo de Evo Morales significó un cambio en la vida de todos los y las migrantes. Entre tanto, los bolivianos y bolivianas que vivían fuera de Buenos Aires pudieron votar. “Se necesita una economía fuerte para poder organizar elecciones en el exterior”, explica la artista. Briseida pudo votar por primera vez en su vida a los 30. “Fue sumamente emocionante. Me di cuenta de mi derecho cívico y que realmente te sentís parte de la sociedad. Desde ahí, siempre voté”.

Sentir una alegría enorme

Diego dice que en Bolivia los días de elecciones se sienten como una fiesta. Que como no se puede circular, todo el mundo está en la calle. Va caminando a las escuelas a emitir su voto y después se queda charlando afuera. Él voto en Rosario en 2019 y 2020. El año pasado fue similar: después de votar te encontrabas con algún compatriota, algún conocido, y te quedabas charlando. Este año, la pandemia impidió todo. Salvo la emoción. “Estaba esperando con muchas ganas”, remarca el joven de 33 años.

“Fui a emitir mi voto por la mañana y por la tarde volví a ir al recinto porque quería estar presente en el conteo de votos. La verdad es que fue muy emocionante, el MAS arrasó con las elecciones en Rosario. Fue muy emocionante ver cómo el pueblo de Bolivia eligió al Movimiento al Socialismo, después de todo lo que había pasado, del golpe de Estado, de las humillaciones, del odio contra todas las personas que confiamos en este partido político”, cuenta.

Foto: Yazmín Quiroga

Después del conteo de votos, Diego se quedó prendido a la computadora rastraeando cada página de su país, esperando los resultados preliminares. Con las demoras, empezó la incertidumbre. “No sabía qué pensar”, dice. Pasada la 1 de la mañana, llegaron los boca de urna. “Fue una alegría enorme lo que sentí”, cuenta Diego, que enseguida fue a despertar a su esposa, que también es boliviana, al grito de ¡Ganamos! ¡Ganamos!

Diego está en Rosario estudiando medicina. Está terminando cuarto año y no sabe si quiere volver a su país. Tiene una hija de un año y medio y le gustaría que “eche raíces aquí”. Pero también están sus raíces. La familia de Diego vive en Santa Cruz de la Sierra, “la tierra más opositora que ha habido siempre hacia el MAS”, tal como la describe él. Incluso, señala, su familia es opositora, a excepción de su padre. “Con mi familia tuve muchos encontrones con el tema político, porque piensan totalmente lo contrario. Pero siempre y cuando no se hable de política, está todo bien”.

“Me da una tristeza lo que pasó en el último año. Cómo se empezó a perseguir, a agredir, a toda persona que tenga un pensamiento distinto. Seas del partido que seas, si pensabas en contra de ellos, te tildaban de masista, de narcotraficante, corrupto, ladrón, asesino. De cosas que en 14 años de gobierno no pudieron demostrar”, manifiesta Diego. Su postura es clara: “Yo siempre voy a estar con el pueblo”.

“Mi voto cuenta”

“Ay, si te contara mi historia”, suspira Marleni por teléfono. Tiene 32 años y hace casi cinco llegó a Rosario a buscar trabajo. Lo que encontró fue otra cosa: un amor. Y formó su hogar. “Estoy muy feliz acá”, resume. La mujer tiene una voz dulce, un tono que combina a la perfección con sus palabras, colmadas de sentidos de lucha y liberación. “El domingo estuvo muy linda la votación. Estoy muy feliz porque ha ganado la democracia y porque desde acá hicimos valer nuestro voto, en Argentina y en Bolivia también”.

“Yo lo imaginaba, tenía la ilusión de que gane el MAS, porque lo que nos hicieron el año pasado fue una injusticia. Con estas elecciones, el pueblo habló. El pueblo indígena de Bolivia habló. Yo estaba esperando los resultados en casa y con los preliminares nos quitaron un gran peso de encima. Estaba emocionada porque vi que mi pueblo salió a ganarle la democracia a la corrupción, a todo el daño que nos hicieron este año”, comparte la mujer.

Marleni habla de los últimos once meses repitiendo una palabra: angustia. Su familia vive en la ciudad de El Alto y todos los días llamaba a sus padres, hermanos y sobrinos. A veces las líneas estaban saturadas o bloqueadas y el tiempo que pasaba sin tener información era infinito. “Según mi mamá, no se podía conseguir alimento, sufrieron la escasez de carne, pan, gas. En casa de mi mamá hay gas a domicilio pero dijo que hasta eso cortaban, y la mayoría de la gente tuvo que cocinar en leña. Viví muy angustiada y con mucha impotencia de no estar ahí, de no poder colaborar o ayudar más. Acá, a lo lejos, sólo podía preocuparme”.

Foto: Javier García Alfaro

La mujer habla de Luis Arce, el presidente electo, como un compañero “y ahora presidente”. “Tengo muchas esperanzas puestas en este gobierno, tengo fe, porque ellos son el pueblo, son gente que sufrió, que son de campo, que luchan y supieron salir adelante. Yo estoy muy conforme con los resultados”, celebra.  “En estas elecciones se demostró que el gobierno anterior hizo muchas cosas. Evo demostró  que siendo indígena, de pueblo, del país boliviano, se pueden hacer grandes cosas”.

Esta fue la primera vez que Marleni votó fuera de su país. Dice que fue muy diferente, pero más lindo. “Es muy lindo sentir que estando lejos, tu voto igual vale”, explica. “En Bolivia tenemos otras costumbres, es tu casa, son tus raíces, es tu Bolivia, pero estas elecciones las viví sabiendo que mi voto vale. Fui a votar emocionada, encontrándome con compatriotas, con nuestra gente, de todos lados del país. La verdad es que me sentí feliz, porque había mucha gente votando, desesperados por votar, emocionados”.

 

Fuente: El Eslabón

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