Para quienes formamos parte de la cooperativa de trabajo que realiza este periódico no es habitual acceder a una entrevista exclusiva con referentes políticos internacionales de la talla de Evo Morales. Sin embargo, ya vamos por la segunda. La primera fue durante el último abril, cuando Evo desde el amargo otoño del exilio denunciaba “las dos pandemias” que azotaban al pueblo boliviano: la del Covid más la de la dictadura que gobernaba su país tras derrocarlo de la presidencia en noviembre del año pasado. En aquella ocasión, el contacto fue radial, en el programa Noticias Piratas que también produce la cooperativa La Masa y se emite en la FM de la Universidad de Rosario. Morales dedicó varios minutos a la charla con “nuestros” Juane Basso y Pablo Bilsky. Y vale asentar claramente que enorme fue el orgullo y el agradecimiento que sentimos todos y todas quienes integramos La Masa por esa posibilidad que se hacía hecho, que se concretaba; y que ahora se reiteró este último miércoles 28 de octubre, cuando Evo nos brindó casi media hora de su nueva y muy intensa agenda, la signada por la reciente y contundente victoria política del MAS, al cabo de estos últimos larguísimos meses bajo las “dos pandemias” que vivieron el pueblo boliviano y él, el líder de un movimiento que logró instalar en el mapa político contemporáneo una concepción tan profundamente transformadora y desafiante como la de la creación de un Estado plurinacional, pluricultural y revolucionario.

Evo sufrió personalmente las consecuencias del castigo a su osadía. Derrocamiento, exilio, denuncias, proscripción, persecución a sus familiares y allegados. Pero ni en estas horas de nueva ratificación de su liderazgo, ni en el marco distendido que le dio a su charla con el eslabón, se permite expresar sus emociones personales sin filtros. En el contacto vía zoom se lo vio con la ya citada buena predisposición para la charla a pesar de un evidente y lógico cansancio, pero con la lucidez y los reflejos propios de un hombre con tantas responsabilidades y bajo demanda y asedio permanentes de propios y extraños. Así fue que se refirió a la nueva etapa de Bolivia con llamados a la “reconciliación”, a un “encuentro nacional”, un “acuerdo entre el Estado y el sector privado” para reactivar la economía; y a la vez remarcó que el objetivo más urgente es revertir la “destrucción” de la calidad de vida de sus compatriotas provocada por la dictadura en retirada a través de la asistencia inmediata a los que menos tienen.

También destacó la “manera muy democrática” y el “alto espíritu pacifista” con que el pueblo boliviano derrotó al golpismo en las urnas, pero no dejó de señalar el contraste entre esa “conciencia y mucha paciencia” popular y la de los golpistas que dejaron “tantos muertos, heridos, quemando casas de ministros, asambleístas, gobernadores, alcaldes, de nuestros familiares, quemando whipalas, humillando a los humildes; y con un mal uso de la Biblia: no se puede entender que se use la Biblia para hacer odiar al prójimo”.

Evo dice lo que dice en un idioma que no es el suyo y con los códigos que exige el actual sistema político occidental, encorsetado en los cánones eurocentristas y conservadores que se sostienen a costa del hambre de millones de personas y pregonan un aburrimiento filosófico que abruma, confunde y paraliza las disidencias que se le presentan. Evo es aymara y por ende víctima de la colonización de siglos, no completó estudios universitarios y proviene de la lucha sindical de los productores de coca, estigmatizados hasta el hartazgo. Evo es un “indio” que supo aprender y adaptarse a las reglas de juego de las canchas racistas de los “blancos”, donde gana aunque sus contendientes hagan sentir su localía al punto de contar con árbitros a su favor como la Organización de Estados Americanos (OEA). Evo es un oprimido por la cruz y la espada que prescinde del odio y el resentimiento de sus opresores para reivindicar el amor bíblico como herramienta de liberación, como doctrina de igualdad y justicia. Evo practica lo que declama en sus grandes decisiones y en sus gestos más cotidianos. Evo enseña, guía, alumbra, porque a la vez escucha, aprende, acepta sugerencias como la de brindar una entrevista a este medio conducido por sus trabajadoras y trabajadores que le hiciera uno de sus colaboradores cercanos.

Evo, quienes lo acompañan cotidianamente, el pueblo boliviano, invitan a no cejar en la lucha por la emancipación y la hermandad a partir del reconocimiento de las diferencias étnicas y culturales como fuentes de complementación y enriquecimiento de una humanidad feliz, sin excluidos. Acá en La Masa aceptamos el convite entusiasmados, y con el orgullo y el agradecimiento que expresamos una vez más por permitirnos ser uno de los puentes para que ese mensaje viaje sin los escollos que ponen los grandes medios al servicio de los poderes fácticos mundiales.

Fuente: El Eslabón

 

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