Ni bien se supo que la vacuna Sputnik V podría aterrizar en Argentina emergieron toda clase de elucubraciones y habladurías. Nada que cierto macartismo tardío y antivacunas no haya anticipado desde sus redes cloacales.

Lejos quedó aquella teoría conspirativa que señalaba al magnate informático estadounidense Bill Gates como responsable de una vacuna que introduciría un nanochip en nuestro organismo para hacernos −aún más− domesticables por intereses corporativos. Hoy, como en plena guerra fría, la amenaza percibida son «los rusos».

“El Estado Nacional tiene la posibilidad de adquirir, entre diciembre y enero, 25 millones de vacunas Sputnik V desarrolladas por el Instituto Gamaleya de Rusia”, advirtió este lunes el presidente Alberto Fernández en un hilo de Twitter y la catarata troll no se hizo esperar.

Cuando pueda te vacuno

No menos vomitivo fue el editorial de Gerardo Tato Young en un vivo de La Nación por YouTube, que encontró un sospechoso parecido entre un asesor del embajador de la Federación Rusa y un soldado del Ejército Rojo con características de Iván Drago, aquel recio retador de Rocky Balboa.

La periodista Inna Afinogenova, desde Moscú, se hizo una panzada con esta nota, que incluyó a una entrevistada floja de fuentes: “La vacuna rusa llega a Argentina y con ella empieza el enternecedor espectáculo mediático llamado «los rusos se saltaron la fase tres», «la vacuna se probó en 30 personas», «los científicos» están preocupados, vamos a morir todos por la «peligrosa jugada» del presidente X. El segmento argentino de Twitter parecía la sede del campeonato «Hablemos sin tener ni la más remota idea» en el que todos competían por algún galardón. Sin embargo, en mi top 3 está este programón, un diamante en bruto”.

“Hay que parar en cada frase que dicen porque no te puedes creer el nivel de desinformación. No hay equipo de verificadores suficientes para abarcar semejante esperpento”, concluye la reportera de la cadena rusa RT, quien es además voluntaria para aplicarse la vacuna Sputnik V.

La nota de La Nación incluyó una comunicación con Marta Cohen, patóloga argentina radicada en Londres que sostiene que la vacuna “no tiene el aval científico necesario”. Sin embargo, un par de búsquedas en Google podrían rebatir cada uno de sus argumentos.

“No deja de llamarme la atención el pésimo nivel de una supuesta experta incapaz de dar una información veraz y chequeada con todos los medios a su disposición para encontrarla y que introduce la sospecha sobre una vacuna que es probable que luego haya que convencer a la gente para que se la administre por el bien de todos”, concluye Afinogenova.

Hagámoslo con cautela

Como señala la investigadora del Conicet Natalia Santucci, esta potencial vacuna contra el coronavirus −actualmente en fase de pruebas−, desató vehementes opiniones, tanto a favor como en contra, como si se tratase de un clásico o un superclásico. “Pero la ciencia no es cuestión de opiniones o de deseos”, advierte.

“Quienes trabajamos en esa área de investigación, siempre anhelamos dos cosas: el desarrollo de una vacuna como herramienta potente de prevención de enfermedades infecciosas y también el desarrollo de la terapéutica adecuada que permita curar el proceso infeccioso”, dice Santucci, y argumenta: “El desarrollo de una vacuna o de una nueva formulación terapéutica sigue protocolos estandarizados y establecidos internacionalmente a los cuales adherimos como estado nacional. A su vez está la ANMAT (Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica), que es la agencia encargada de aprobar y hacer un seguimiento constante”.

“Todo desarrollo sigue un sistema de fases. En la primera fase se prueba en un número bajo de individuos voluntarios, se chequea que genere respuesta inmune, que no haya efectos adversos que pongan en mayor riesgo a los vacunados que la enfermedad en sí, y también se revisan las vías de administración y dosis”, indica la  la doctora en Ciencias Biológicas, y añade: “Una vez que se tienen esos datos se procede a una siguiente fase donde el eje está puesto en la eficacia. Que proteja para lo que debe proteger. Y por supuesto que los riesgos (efectos adversos) sean bajos. Esta segunda fase se lleva adelante en un mayor número de voluntarios. Luego viene la tercera fase, donde el estudio se hace multicéntrico, es decir, se vacunan voluntarios de distintas regiones”.

“Si la vacuna protege y no genera efectos adversos sobre un 90 por ciento de la población, ya se considera segura”, concluye la investigadora de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario.

Todes o nada

Más de 150 vacunas se encuentran en diferentes etapas de formulación en todo el mundo. Las que pican en punta son la rusa Sputnik V, la británica de AstraZeneca y la Universidad de Oxford, y la de Pfizer, de desarrollo privado. También asoman posibles vacunas en China, Israel y −con poca promoción− en Cuba. “Argentina también está intentando ir por la suya, pero más para aprender que otra cosa”, añade Santucci.

Más allá de lo que propalen irresponsablemente los Tato Young, Dipy, Viviana Canosa o el tele-doctor Nelson Castro −entre otros formadores de opinión−, la ciencia y sus condiciones de desarrollo tienen la última palabra en este asunto.

Como afirma Santucci, “es nuestro derecho a la salud lo que está en juego”. “La solución a esta pandemia va a ser una solución de compromiso, con riesgos y beneficios ponderados. Pero va a ser una solución colectiva”.

 

Fuente: El Eslabón

 

 

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