Cubierta por un tinglado y elevada un metro y medio sobre el nivel del amplio playón ubicado en Arijón al 600, la gran plataforma sobre la que un grupo de gente está reunida un sábado al mediodía evoca uno de esos más bien viejos escenarios de club o sociedad de fomento de barrio, tan trajinados como generosos. Pero nada que ver. Es la plataforma de recepción y salida de bultos y paquetes del predio de Expreso Júpiter, contra la que camiones y camionetas estacionan de culata para facilitar el movimiento de las cargas que los laburantes del lugar llevan y traen entre Rosario y Buenos Aires desde hace décadas, con eficiencia y capacidad suficientes para haber puesto a la empresa, a su nombre, en un lugar de liderazgo y referencia reconocidos en el rubro del transporte y la logística. De todos modos, la presencia de la gente ese sábado 10 de octubre de este año pandemia no era para hacer horas extras. Era por una asamblea. Y una de esas que son bisagra, en las que se percibe muy claramente lo de pasar a ser protagonista directo de una experiencia, de un movimiento, que en la Argentina se ha instalado bajo la denominación de “empresas recuperadas”, sin necesidad de añadir “por sus trabajadores y trabajadoras” porque a esta altura casi que se sobreentiende.

En esa nominación “empresas recuperadas”, que comenzó a expandirse en la Argentina de fines de los 90 del siglo pasado, en la consigna “ocupar, resistir, producir” que sintetiza las prácticas fundantes de esas experiencias y en el devenir de ese movimiento hasta estos días, tuvo y tiene mucho que ver José Abelli, el Vasco, quien en la asamblea en la plataforma de Expreso Júpiter informaba a los asistentes detalles y proyecciones de lo que había sucedido un par de días antes en la Legislatura santafesina: la aprobación de la Cámara de Senadores de la provincia de una ley de expropiación temporal de los bienes muebles e inmuebles de la empresa en favor de la cooperativa de trabajo conformada por el personal para dar encuadre legal a eso de la recuperación y el paso a la autogestión.

Foto: Yazmín Quiroga

Desde aquellos fines de los neoliberalísimos años 90 hasta acá, el Vasco Abelli ha conducido decenas de asambleas como esta de Expreso Júpiter, en las que –en el marco de los procesos propios de cada caso– el personal de empresas en crisis terminales asume definitivamente una transformación nada menor: ya no hay patrones, ahora mandan los trabajadores y trabajadoras organizados en una cooperativa.

Semejante transformación genera en principio una enorme incertidumbre en la mayoría de las trabajadoras y trabajadores, cuyas dudas y temores se suelen ir diluyendo fundamentalmente a partir de conocer experiencias similares anteriores de boca de sus protagonistas, de modo directo y en esas instancias asamblearias. También es clave en este sentido la actitud de las autoridades y dirigencias de la política. En el caso de Expreso Júpiter se puede apreciar con claridad: el senador provincial Marcelo Lewandosky también participó de la asamblea bisagra. Fue él quien presentó el proyecto de expropiación que tuvo media sanción; y remarcó que se pudo dar ese paso gracias “al respaldo del gobernador Omar Perotti”. También el concejal Eduardo Toniolli pasó por la empresa de zona sur aquél sábado, para ratificar el respaldo que ya se había manifestado en reuniones y declaraciones anteriores. Y además llegaron mensajes en la misma dirección del diputado provincial Carlos Del Frade y la concejala Caren Tepp.

El acompañamiento de “la política” a las empresas recuperadas se fue ampliando y afianzando con el transcurso del tiempo. El socialismo santafesino, a través del diputado Joaquín Blanco, impulsó una ley provincial de apoyo hoy vigente y en sus gestiones al frente del Ejecutivo tuvo ministros defensores y promotores del cooperativismo y la autogestión como Luis Contigiani, proveniente del radicalismo.

Otro factor muy influyente es la legitimación social. Tanto en localidades pequeñas como en grandes ciudades, el apoyo de la comunidad es un reaseguro vital para el sostenimiento de la autogestión y su desarrollo.

Foto: Yazmín Quiroga

Sobre estas bases, el movimiento de empresas recuperadas logró modificaciones en las normas que rigen los procesos de quiebra, que abrieron el camino para que muchos jueces otorguen la continuidad en manos de los trabajadores. Sin embargo, aún quedan magistrados que no muestran la misma recepción y hasta parecen empeñarse en poner escollos. En Expreso Júpiter lo saben muy bien: Néstor García, titular del Juzgado de Primera Instancia en lo Civil y Comercial de la Sexta Nominación de Rosario, se negó sistemáticamente a tomar las medidas necesarias para darles la posibilidad de hacerse cargo de la empresa y ordenó su liquidación al cabo de casi una década de funcionamiento bajo administración judicial. De allí la importancia de la ley de expropiación que seguramente será aprobada definitivamente en la Cámara de Diputados santafesina. Es el paraguas necesario para protegerse de esa orden judicial de liquidación y avanzar en la nueva etapa, con los desafíos que implica y las proyecciones que genera.

De eso se habló también en la asamblea sabatina, sobre el “escenario” en el que todos los días se trabaja para dar sustento a medio centenar de familias y, ahora, también para dar a ese trajín una nueva dimensión: la del trabajo asociado, colectivo, solidario; y por ende, cuestionador de lo establecido.

Cuando las empresas son manejadas por colectivos de trabajadores y trabajadoras el afán de obtener rentabilidad y acumular riqueza, “natural” del sistema capitalista, se puede llegar a cumplir igual y hasta mejor que como si fuera una empresa con patrón, pero se puede releer y recrear desde esos otros valores de la solidaridad y la ayuda mutua que redefinen prioridades a la hora de decidir de qué modo generar la riqueza, y por consiguiente para qué sirve esa riqueza, y por ende cuánta riqueza les hace falta para vivir felices, y a la sazón qué significa ser feliz y cuánto pesa en ello la riqueza así entendida, en términos meramente materiales y de acumulación sin fin ni ton ni son.

Fuente: El Eslabón

 

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