No existe lo “menos malo” para América Latina cuando se trata de presidentes de EEUU. La pregunta, acaso, deba apuntar a qué tipo de disfraz o careta utilizará esta vez la histórica injerencia imperial que deberán enfrentar las mujeres y los hombres que luchan por una región integrada, independiente, con desarrollo y justicia social. La historia del imperialismo estadounidense en América Latina es ya una discusión cerrada, profusamente documentada, reconocida y confesada por sus propios perpetradores en expedientes desclasificados, entre otras pruebas irrefutables. Caso cerrado: la Tierra no es plana, y se necesitan dar nuevas discusiones que tienen que ver con desafíos actuales con vistas al futuro. El imperio produjo en América Latina millones de muertos y hambrientos, perpetró cientos de ataques terroristas, saqueó los recursos naturales, impuso y apoyó genocidas. Y lo va a seguir haciendo. Tiene intereses permanentes en la región. Si la cuestión es recordar cómo le fue a América Latina con los presidentes demócratas, se puede empezar por el último mandatario de ese partido, Barack Obama (2009-2016): tres golpes de Estado consumados (Honduras en 2009; Paraguay en 2012; Brasil en 2016), dos intentos de golpe fallidos (Bolivia en 2008; Ecuador en 2010). Más el acoso a Venezuela. A Venezuela le cabe un lugar aparte. Viene sufriendo una suerte de intento permanente de golpe de Estado, que comenzó con el demócrata Bill Clinton, siguió con el republicano George W. Bush y continuó y se intensificó con el demócrata Obama y el republicano Donald Trump. El caso Venezuela incluye varios intentos de golpe (2002 contra Chávez; 2018 y 2019 contra Maduro), un intento de asesinar a Maduro, con drones, en 2018 y una incursión mercenaria (con estadounidenses incluidos) en 2020. La historia del acoso a Venezuela es otra prueba irrefutable de que la Doctrina Monroe, elaborada por John Adams y atribuida al presidente James Monroe en 1823 sigue vigente: “América para los estadounidenses” convierte a la región en el patio trasero de EEUU. Y en eso están de acuerdo demócratas y republicanos.

Obama bombardeó más que Bush

Obama, demócrata y Premio Nobel de la Paz (2009), recibió el apodo de “presidente de los drones”, por el uso que hizo de estos artefactos para matar personas que figuraban en una lista negra. El demócrata Obama fue diez veces más asesino que el republicano George W. Bush con el uso de estas armas. Así lo afirma un informe de The Bureau of Investigative Journalim (Oficina de periodismo investigativo) fechado en 2017. “Hubo diez veces más ataques aéreos en la guerra encubierta contra el terrorismo durante la presidencia del presidente Barack Obama que bajo su predecesor, George W. Bush”, informó The Bureau. “Obama adoptó el programa de aviones no tripulados y supervisó más ataques en su primer año que los que llevó a cabo Bush durante toda su presidencia. Un total de 563 ataques, en su mayoría con aviones no tripulados, tuvieron como objetivo Pakistán, Somalia y Yemen durante los dos mandatos de Obama, en comparación con 57 ataques bajo Bush. Entre 384 y 807 civiles murieron en esos países”, agrega la nota. “El número de países bombardeados simultáneamente por EEUU aumentó a siete el año pasado (2016) cuando se abrió un nuevo frente en la lucha contra el Estado Islámico (EI). EEUU ha liderado una coalición de países en la lucha contra el EI en Irak y Siria desde agosto de 2014, llevando a cabo un total de 13.501 ataques en ambos países, según el grupo de monitoreo Airwars”, señala el informe a modo de balance de la gestión del Premio Nobel. Las elecciones en EEUU, y estas últimas sobre todo, tornaron indisimulable lo que otras veces se pudo esconder mejor, son apenas una farsa de democracia, una gran e histórica “fake new”. En verdad, se trata de una plutocracia. Porque gracias al sistema electoral de ese país, es un grupo de millonarios al servicio de las corporaciones los que deciden quién será el nuevo mascarón de proa del imperio. Las élites señalaron quién será el presidente del mundo, del país que se auto-arroga una soberanía universal y que puede invadir y matar con total impunidad, al margen del derecho internacional. Le dieron salida a un psicópata demasiado evidente, de manual, y entra otro, más modosito, con poses más progresistas y mentiras mejor elaboradas, pero con un oscuro pasado, muy coherente, eso sí: siempre jugó en contra de América Latina. No hizo más que seguir una tradición: los presidentes demócratas han sido una sangrienta pesadilla para la región.

Biden: un viejo enemigo de América Latina

En campaña en Miami, el ahora presidente electo dijo que Maduro “era un dictador”. Y justificó la injerencia: “El pueblo venezolano sufre mucho por su culpa y vamos a ayudar al pueblo”. Y luego fue el turno de Cuba: “No hay ahora en Cuba más democracia que hace cuatro años, por el contrario, hay más presos políticos que nunca y la policía secreta es más brutal que nunca”. Biden fue 36 años senador (encabezó la Comisión de Asuntos Exteriores de esa cámara) y se desempeñó durante ocho años como vicepresidente de Obama. Llevó adelante iniciativas de mucho impacto en política internacional, siempre con una impronta imperialista y guerrerista, tanto en América Latina como en el resto del mundo. Tanto él como su vicepresidenta Kamala Harris culminan sus discursos con el tradicional “Dios salve a EEUU”, para luego rematar con otro pedido al Señor: “Dios proteja a nuestras tropas”. Y en sus discursos no falta la narrativa que pone a ese país como “el pueblo elegido”. La hostilidad de Biden hacia la región viene de lejos. Allá por 1982, fue muy enfático a la hora de defender el apoyo de EEUU a Reino Unido durante la Guerra de Malvinas, como recuerda en su nota Telma Luzzani, titulada “Elecciones en Estados Unidos: el gatopardismo de Biden”, publicada el 8 de noviembre en Página 12. “Durante la Guerra de Malvinas, como senador presentó ante el Congreso norteamericano la resolución de apoyo de EEUU al Reino Unido. Cuando una periodista de la CBS le preguntó si el Senado estaba involucrándose más en el bando británico, Biden respondió sin titubear: «Mi resolución busca definir de qué lado estamos y ése lado es el británico. Los argentinos tienen que desechar la idea de que EEUU es neutral»”. Luzzani agrega que Biden justificó esa parcialidad citando el acuerdo de EEUU con la OTAN (abril de 1949) pero olvidó un pacto previo, firmado entre todas las naciones del continente casi dos años antes (septiembre de 1947), el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) que, en su artículo 3 dice claramente que “un ataque armado contra un Estado americano es considerado un ataque contra todos y en consecuencia el continente entero se compromete a ayudar”. Más recientemente, Biden tuvo otra actuación decisiva en América Latina, con viaje incluido: sus presiones fueron determinantes para imponer el “Plan Colombia”, eufemismo con que se suele conocer a la masacre que impulsó el presidente demócrata Bill Clinton (1993-2001), con un saldo de cientos de miles de muertos y desaparecidos, y millones de desplazados. Un informe de la revista de EEUU The intercept ofrece gran cantidad de datos y precisiones sobre la actuación del presidente estadounidense electo en esta tragedia que todavía sufre Colombia, la principal base militar del imperio en la región. En The intercept, el periodista John Washington analiza la relación de Biden con América Latina en su nota titulada “When it comes to Latin America, Joe Biden promises a return to the status quo of the Obama administration. That’s not good enough” (“En cuanto a América Latina, Joe Biden promete volver al status que de la administración Obama: Eso no es tan bueno”). “Cuando se trata de América Latina, la plataforma de campaña de Biden es particularmente aburrida y, de hecho, francamente dañina”, señala la nota. Biden considera con orgullo que una de las formas de dejar “su marca” en política fue impulsar el Plan Colombia, afirma Washington. “Aunque senador desde 1973, Joe Biden sólo comenzó a marcar su marca en América Latina con el Plan Colombia, un paquete masivo de ayuda militar y extranjera destinado a acabar con el tráfico ilegal de drogas que Bill Clinton promulgó en 2000, agrega el periodista de The intercept.

Partidario de la mano dura y a la derecha de Reagan

“Biden defendió la legislación como miembro del Comité de Relaciones Exteriores del Senado y, en cierto modo, el plan era una continuación de las medidas antidrogas que había promovido a lo largo de la década de 1980 como miembro del Comité Judicial. A nivel nacional, como un senador duro contra el crimen, Biden presionó para que se hiciera más policial, incluso criticando a Reagan por no encerrar a suficientes personas”, señala el periodista estadounidense. La imagen de Biden a la derecha de Reagan y exigiéndole más mano dura puede resultar una buena síntesis para entender qué hay detrás de sus gestos amables. “El Plan Colombia sólo aumentó el énfasis en una respuesta militarizada y de mano dura al problema de las drogas, impulsando las rutas de producción y tráfico desde las partes más aisladas a las más pobladas de Colombia”, señala The Intercept. “En enero pasado, durante una parada de la campaña de las primarias, Biden dijo al Des Moines Register: “«Soy el tipo que armó el Plan Colombia» que, dado el legado del plan, puede sonar como una confesión, pero sin duda fue una jactancia. Aunque efectivamente no logró ninguno de sus objetivos originales, el plan continúa siendo elogiado por algunos políticos estadounidenses, incluido Biden, como un éxito ejemplar, que encarna el enfoque de visión de túnel del establecimiento en los gastos militares y los mercados abiertos”, agregó Washington.

Genocidios, mentiras, plagios y abuso sexual

Joe Biden es responsable político de uno de los crímenes de lesa humanidad más atroces e impune de la Historia: la invasión y destrucción de Irak a partir de una mentira. Luego se supo la verdad. Pero no pasó nada. En la nota de Mark Weisbrot en The Guardian titulada “Joe Biden championed the Iraq war. Will that come back to haunt him now?” (“Joe Biden defendió la guerra de Irak. ¿Volverá eso a perseguirlo ahora?”, se afirma que “Biden hizo mucho más que simplemente votar a favor de la guerra”. “Como presidente de la comisión de relaciones exteriores del Senado, él debía elegir a los 18 expertos que analizarían el tema. Eligió todos a favor de la invasión y respaldó argumentos falsos como la existencia de armas de destrucción masiva y la presencia de Al Qaeda en Irak aunque el gobierno de Saddam Hussein era probadamente secular”, señala Weisbrot al tiempo que afirma cómo Biden le mintió al pueblo en esa ocasión.

En 1987 debió bajarse de la precandidatura demócrata por haberle plagiado un discurso a un dirigente británico, Neal Kinnock, uno de los primeros en felicitarlo por su elección. Sobre Biden pesan por lo menos ocho denuncias de abuso sexual y violencia de género. Y fue muy criticado por la manera inapropiada en que manoseaba a niñas menores de edad en actos protocolares. YouTube retiró muchos de estos videos: en los que todavía quedan, la incomodidad de las niñas es muy evidente.

 

Fuente: El Eslabón

 

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