Yo no sé, no. Pedro se acordaba de aquella vez que aprovechando que en la vereda no había nadie, con Josecito se pusieron a patear con la pelo que era de goma y tenía el tamaño de una número 3 de cuero. Habían pasado las 3 de la tarde y la verdulería de don Ángel había cerrado, dejando una pila de cajones vacíos. Aprovecharon y usaron 4 para los arcos. Era un patea y marea, en un tiro Josecito la paró de pecho y, antes que toque el suelo, le pegó y la pelo se elevó hasta quedarse incrustada en una horqueta bastante alta, de unos de esos plátanos de la calle Zeballos. Intentaron bajarla de un piedrazo pero fue inútil, no había más remedio que esperar que sople el viento y mueva esa rama para que caiga la pelo.

Se acercaba diciembre del 63, Illia ya estaba en la Rosada y Perón, proscripto, seguía en Puerta de Hierro.

Eran las últimas semanas de clase y el buzo rompeviento azul, que había estrenado para gimnasia, a esa altura del año a Pedro le picaba. Y en algún lugar de Fiorito, con 3 años, estaría picando y picando un pibito que haría historia.

En el TC aparecía un picante Pairetti, y la categoría superaba los 200 kilómetros por hora de promedio.

Esa noche, Pedro se quedó mirando el árbol desde la ventana a la espera de que cayera la pelo. Y si esto sucedía mientras dormía, seguro que lo despertaría el pique y los piques de la pelo. Esa noche, además, tuvo un sueño cortito pero intenso: que la pelo se liberaba de las ramas, se elevaba y caía haciendo un comba. Y no dejaba de picar y picar por el resto de la noche.

Al final de ese año, Ñuls le ganaría el juicio a la AFA y al otro año volverían los clásicos picantes en Rosario.

Campeón de América, El Santos. Subcampeón, Boca. Y goleador, el siempre picante Nene Sanfilippo.

Una década después, por momentos caía redonda para el lado de los sectores populares y de pronto picaba de aquí para allá y parecía indomable. Pero, aún así, picaba siempre o casi siempre en nuestro campo. La Historia, como una redonda de piques inesperados, transitaba por nuestras vidas.

Pedro me dice: ¿Te diste cuenta que estamos siempre recordando los últimos 60 años? Y bueno, somos contemporáneos a este pedazo de historia, vimos pasar tantas pelos por abajo del puente. Y, si bien no recordamos a todas, sí a aquellas que picaron lindo.

La noche va ganando posición y Pedro mira hacia arriba. Un cielo con estrellas aparece entre las ramas de los álamos de la vereda, mientras pasan unos pibes que vuelven de la placita, como todas tardes, pero esta vez en silencio y sin la redonda de cuero que suele acompañarlos. Pedro los ve y me dice: Capaz que mañana la volvemos a sentir picar, porque el pibe que hace 60 años nació en Fiorito, en cualquier momento la suelta desde lo más alto para que caiga en todos las canchitas, en todas las veredas, en todos los patios, para que siga picando, picando y picando.

 

Fuente: El Eslabón

 

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