Secundaria 551

Melina Barsola es la directora de la Escuela Secundaria N° 551 Sonia Beatriz González. Recibe a quienes ingresan a su escuela con un rociador de alcohol en mano, barbijo y la distancia necesaria para cuidarse de la pandemia. En la galería ubicada en la entrada tiene ahora su escritorio: hay carpetas, planillas y un cuadernito en el que seguro anota de todo. A las 10 comienzan a llegar las chicas y los chicos. Es miércoles y día de consulta. Hasta las 12 la escuela de Tablada los recibe en las aulas, grupos muy reducidos en cada salón, con las y los profesores que pueden asistir a ayudar a resolver las dudas.  En todos estos meses, la escuela –como muchas otras- ha ido buscando los caminos posibles para vincularse con sus estudiantes, estar cerca y marcar presencia. Y, aquí en particular, también para afianzar una valiosa experiencia pedagógica basada en aprendizajes integrales, y que respeta las trayectorias singulares de cada adolescente.

A los pocos minutos de transcurrir la charla con la directora, una colega le avisa que “llegó el señor del lavamanos”. Es quien se encargará de instalar el sanitario en la entrada. Más tarde Melina contará contenta que hace pocos días llegaron los fondos para renovar los baños, ponerlos en condiciones “como los chicos se merecen”, un aporte que la escuela venía reclamando a la provincia desde hace diez años. Claro que esa celebración tiene una contracara para ella: se pasará en enero en la escuela siguiendo de cerca esa obra.

Los salones de clases están armados “tipo burbujas”, con pocas personas en cada uno. Las chicas y los chicos llegan a consultar  “las actividades que no entendieron o para que los ayudemos a organizar las carpetas”. “Los más grandes son más autónomos, se presentan solos. Los de los primeros años vienen con las familias”, describe Melina de esas horas en que la escuela de Ayolas y Grandoli cobra un dinamismo que no pasa inadvertido.

Recibir a las alumnas y los alumnos en las aulas es una punta más de un trabajo diferente sostenido en un año inédito. En esta secundaria no hubo plataformas ni encuentros virtuales para seguir las clases. La mayoría no tiene computadora. Desde el inicio, optaron por el whatsapp y los materiales impresos. Primero el comedor y luego la entrega quincenal de los bolsones de alimentos facilitaron el contacto. Poco a poco habilitaron las consultas personalizadas.

Melina Barsola, directora Esc 551
«Alumno que un manda mensaje, alumno que tiene una respuesta», dice la directora Melina Barsola. | Foto: Sol Vassallo.

En uno de los salones están Micaela (18), Kevin (17), los dos de 5to año, y Joaquín (17) de 4to año. Cuentan que al principio mucho no estaban “enganchados con las tareas” pero fue decisivo el llamado que les hizo la directora preguntando qué pasaba y ofreciendo las clases de consulta. Y coinciden que lo que más extrañan de la escuela es “a los profesores”.

“La pandemia no te deja pensar en qué va a terminar, qué va a ocurrir con nosotros, con el mundo, con todo”, dice Micaela sobre qué hará cuando egrese del secundario. Kevin celebra el apoyo recibido, “que “vino muy bien” para terminar el año. Las palabras de Joaquín van en el mismo sentido, dice que esa ayuda y llamados fueron decisivos para seguir adelante.

Superar la fragmentación

En “la Sonia” –como la llaman también a la escuela- hacía tiempo que docentes y directivas venían encarando en forma diferente la enseñanza para superar la fragmentación propia del nivel.  El tiempo de pandemia les permitió afianzar esa experiencia.

Lo que se busca –explica Melina- es “desarmar en la cabeza las materias disciplinares, para pensarlas con otro profesor y por temática”. Ese enfoque integral se hace con “temáticas que son emblemáticas para el proyecto de la escuela: ESI, memoria, educación ciudadana, ambiente, cuerpo, lenguaje artístico, la lectura… todo confluye acá”.

“La pregunta con la que nos manejamos, y la certeza, -dice- es que estamos enseñando de forma fragmentada algo que debiera ser global para que el chico pueda ser un ciudadano critico, responsable, comprometido… Uno no se olvida de su disciplina sino que la retroalimenta con la mirada del compañero”.

En esa propuesta de trabajo por “tramos” –cita a manera de ejemplo- surgieron folletos de salud con información diferenciando por qué la del Covid era una pandemia, o bien sobre otras enfermedades que también acechaban como el dengue.  Además de una serie de iniciativas que mantuvieron el sello comprometido que caracteriza a la escuela: armaron juguetes que repartieron por el barrio, llevaron adelante un “abrigazo” en pleno invierno para entregar ropa y ahora proyectan un “diciembre solidario”.

Escuela 51
Las y los estudiantes de Tablada agradecen los llamados de sus docentes para no dejar la escuela. | Foto: Sol Vassallo.

“Que el pibe esté en la escuela”

Estos meses representaron para Melina una oportunidad para revalorizar el equipo de trabajo”, que opta siempre por “el lado más humano” y mantiene el eje de trabajo en las y los estudiantes: “Nos interesa que el pibe esté en la escuela, que esté aprendiendo, que esté comiendo, que no sea soldadito de nadie y que la droga o la inseguridad no los consuma. Que sean pibes que puedan pensarse con un proyecto a futuro y con un proyecto que hayan soñado, deseado y sin barreras que tengan que ver con los estereotipos o la estigmatización”.

Asegura que como escuela tienen la convicción de que avanzan por un buen camino. Pero también expresa su dolor por la mirada de la sociedad que desconoce estas experiencias: “Lo que sigue doliendo es la facilidad de decir que los docentes no están trabajando, la descalificación tan fácil. Y esto lo paga la familia también”.

Melina Barsola
«Duele la facilidad con la que se descalifica a la docencia», dice la directora Melina Barsola. | Foto: Sol Vassallo.

Cuidados, salud y afectos

Los primeros meses de la pandemia fueron los más difíciles. Primero porque lo que irrumpía no era conocido, había que responder de alguna manera a la necesidad de presencialidad en el barrio y a las directivas de cuidado que llegaban del Ministerio de Salud.

Nunca faltó la voluntad de todo el personal para ir a la escuela, a atender todos los frentes: tareas escolares, comedor, asistencia social, contención. Pero había que entender “que para ayudar había que esperar”.  Melina dice que esos primeros meses para ella “fueron de trabajo solitario pero que tenían que ver con el cuidado: de mis alumnos, compañeros y el barrio. Algo muy complicado para una escuela como la nuestra que siempre trabaja solidariamente”.

Mantener el contacto era la clave. “Los chicos fueron escuchados, en pandemia todos tuvimos que aprender. El teléfono no paraba de sonar a las tres, cuatro de la mañana y siempre había respuesta”, marca.

Cuenta que no sonaba solo por una tarea sino porque “tengo a tal internado”, “no tengo para comer”, “en mi casa hay situaciones difíciles”.  Y siempre se trató de acompañar con cosas mínimas: zapatillas, algún pañal, haciendo una cadena solidaria para avisarse y comprar algo de los que las familias de los chicos estuvieran ofreciendo.

“Alumno que manda un mensaje, alumno que tiene una respuesta, porque la necesita. Es el momento –afirma Melina- en el que puede decir algo o que preguntarte si una tarea de lengua está bien en realidad significa un montón de cosas más. Nuestro trabajo tiene que ver con eso, no solo con lo académico. Es sentir que el otro está, que aún cuento con alguien. Sentir que hay alguien que está pensando en vos y te está cuidando”.

“Y nosotros estuvimos siempre, todo el tiempo”, marca la directora.

Escuela 551
En «la Sonia» habilitaron un tiempo y espacio para las consultas cara a cara. | Foto: Sol Vassallo.

Trayectorias y desafíos

A la secundaria 551 asisten unos 300 estudiantes. Se creó sobre la primaria 6.430, en 2009, a partir de lo que eran los 8° y 9° años de la EGB. Más tarde eligió llamarse “Sonia Beatriz González” en homenaje a una joven obrera del barrio desaparecida en dictadura.

Otras de las fortalezas de esta escuela es la enseñanza atendiendo a “las trayectorias” de cada chica o chico. Esto implica seguir de cerca sus historias singulares y que esas historias no sean motivos para quedar afuera, más bien desafíos para garantizarles la obligatoriedad que marca la ley.

Melina explica que para que esto funcione es determinante que buena parte del cuerpo de profesoras y profesores esté desde el inicio en esa escuela, la elijan cada año. De hecho ella lleva 10 años como profesora de lengua y literatura, cuatro de directora. “Fue amor a primera vista”, expresa feliz por  su elección.

¿Qué evaluación hacen de la enseñanza en pandemia? “Estamos muy contentos. Pero obviamente que nos desvelan aquellos chicos con los que no tenemos contacto. El contacto en esta situación se vuelve itinerante, discontinuo, no todos entregaron los trabajos, pero priorizamos tener un vínculo. Para evaluar lo pedagógico tenemos hasta febrero, marzo del año que viene. Nos interesa saber que están, qué les está pasando, si podemos ayudar, y si de esa situación podemos construir”.

Mientras habla, se acomoda su mechón color violeta. “Me lo pinté yo”, se ríe de su idea. Melina es una joven directora de 34 años.

Además ser “personal esencial”, cada paso que da tiene el aval de la  supervisión escolar. Habilitó así que la escuela estuviese siempre “abierta” no para dar clases en forma presencial, sino para estar cerca de sus estudiantes. Así, las chicas y los chicos de Tablada escriben, llaman con sus preguntas o llegan con sus carpetas a la escuela. Saben que siempre hay una profesora, un profesor que los espera.

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