Este martes por la tarde, a las 18 precisamente, Camila Arce se va a reencontrar con sus compañeros, compañeras y compañeres de militancia en el Monumento a la Bandera. Pasó de un 2019 mega activo al aislamiento del 2020, pasó del ni en pedo exponerse a sumarse con todos los protocolos que la calle demanda. Es, al fin, eso: estar en la calle e interactuar políticamente. La actividad organizada por Mesa Positiva Rosario invita a una lectura coral del Manifiesto de la Cura, un reclamo por la aprobación del proyecto de la nueva Ley de VIH pero también una forma de poner el cuerpo y continuar resistiendo en el marco del 1º de diciembre, el Día de Respuesta al VIH.

 

“La pandemia del Covid-19 lo que hizo fue destapar una olla social. En el caso de las personas con el virus, se destapó una olla que ya venía un poco destapada con el macrismo. Quedaron más que evidenciadas las desigualdades, sobre todo con el acceso al trabajo o con el acceso a necesidades básicas”, remarcó Arce, activista del VIH, en diálogo con Redacción Rosario. También se refirió al movimiento antivacunas y a la búsqueda de una cura para la(s) pandemia(s), la ley en cuestión y la nueva forma de nombrar la jornada como un nuevo paradigma para pensar la salud.

Destapando ollas

“Más allá del miedo que algunas personas con VIH tuvimos al principio, cuando supimos que estando indetectables no iba a pasar nada pudimos decir que bueno, estamos viviendo una pandemia dentro de otra pandemia”, explica Camila Arce, de 25 años, activista seropositiva, portadora del virus desde que nació. Y remarca, porque sabe que aún hay que remarcarlo: hay países donde la gente se muere de Sida como si nada, como pasa con el Covid. “Los y las activistas del VIH sabemos que aprendimos a poder sobrellevar lo mejor y lo más positivamente este tema del Covid. En algún momento de nuestras vidas nos diagnosticaron de VIH y creímos que nos íbamos a morir y no nos morimos nada. ¿Por qué sería tan grave el Covid para nosotros que ya hicimos todo el duelo de la muerte y ya nos reconocimos en esa muerte hace un montón de tiempo?”.

La joven sabe que no es una pavada lo que dice. Es reconocer la muerte. A lo largo de la entrevista marca todos los estados por los que pasó desde marzo: la angustia, el miedo, la incertidumbre. Y señala lo más importante: haber reconocido que no es algo nuevo. “Todas las sociedades, a lo largo de la historia, han pasado por pandemias. Lo importante es qué viene después, poder pensarnos desde ese lugar porque las desigualdades se mostraron más que nunca. Entonces, todo pasa, ¿pero qué hacemos después?”, se pregunta.

La olla de las desigualdades que destapó la pandemia del Covid-19 se tradujo y viralizó en una pregunta: ¿en qué casa nos quedamos? No se trató, sin embargo, y únicamente, del techo. La pregunta lo significaba todo: ¿y el trabajo? ¿Y mi salud? Camila también quiso saber: ¿las personas con VIH somos de riesgo? Lo primero que hizo la joven, en aquel ya lejano marzo, fue pedir una licencia en su trabajo. Y para hacerlo tuvo que explicar por qué. Así, descubrió que esa escena se iba a repetir para cientos, miles de personas. Incluso para las que no son visibles, las que tienen un trabajo donde desconocen su diagnóstico, y las que no querían arriesgar su único recurso. La incertidumbre duró un mes, hasta que la OMS comunicó que las personas con VIH que estuvieran indetectables no eran grupo de riesgo.

Las dificultades aparecieron también en las obras sociales, que no querían reconocer los tratamientos de personas con VIH y dificultaron el acceso a la medicación. “Pero además ya no hay prácticamente lugares donde te puedas ir a hacer el test. Fue muy difícil hacerlo durante la pandemia. Y la gente siguió garchando, entonces podría haber más situaciones de infecciones nuevas. Con el tiempo vamos a ver todos los diagnósticos tardíos. De hecho, hubo casos de pibes y pibas que no sabían que tenían VIH y que caían con una neumonía por Covid sin entender por qué, si eran jóvenes y saludables. Hay casos de personas que recibieron un diagnóstico estando internados y que fallecieron a causa del Covid. Entonces eso también es importante remarcar: que una pandemia trae a otra pandemia a la escena”.

Todo virus es político 

A lo largo de este año se trazaron comparaciones respecto al Covid y al VIH. Los virus, sin embargo, no pueden compararse porque sí. Un virus no es sólo un virus. Los virus no son inocentes. No sólo porque, en este caso en particular, uno se contagia y el otro se transmite, sino porque “los virus son parte de un entramado social en donde la decisión política te puede cambiar la vida”, sintetiza Arce. Y en ese sentido, la diferencia entre cada pandemia radica en el interés y la rapidez política de poder actuar, en Argentina y en el mundo.

“En estos meses se avanzó respecto al Coronavirus. La gente se enfermaba, se moría, las camas críticas estaban hasta las pelotas, no podíamos salir de casa. Eso es realidad. No lo niego, y lo lamento muchísimo. También pasó con el Sida. La diferencia era que los gobiernos tapaban esto que pasaba con el Sida diciendo que solamente le pasaba a la gente que estaba por fuera de la sociedad. La gente que hoy está grave por el Covid es la pobre gente, viejitos, personas de riesgo. El Sida era algo de las personas que no hicieron bien las cosas. El VIH es cosa del que se lo buscó. Y se mueren las trabajadoras sexuales, las travestis, los usuarios de droga, la gente que a los gobiernos nunca les importó. En realidad, es al neoliberalismo a quienes no les importa esa gente. Y tampoco le importan los viejitos”, explica la activista.

La otra diferencia está en las consecuencias. El interés en encontrar una vacuna al Covid-19 está en el freno que el virus le puso al aparato productivo del capitalismo. Un freno que el Sida no puso. Por eso estamos cerca de la vacuna al Covid y no de la cura al VIH. Camila pone un ejemplo claro: los medicamentos antirretrovirales aparecieron diez años después del primer caso de VIH/Sida. Y para que se permitieran las investigaciones de esas drogas, la gente tuvo que ir a tirar las cenizas de sus muertos a la Casa Blanca.

Lxs antitodo

Otra característica de este año fueron las imágenes casi surrealistas de movilizaciones que pretendían ser antivacunas y terminaron siendo antitodo. La invitación pública a consumir dióxido de cloro, la presunta colocación de chips en ciertas vacunas, la denuncia contra trabajadores y trabajadoras de salud por ser “cómplices y mentirosos”, un desfile indescriptible de conceptos bizarros lejos, muy lejos, de las críticas que pueden hacerse a los sistemas de salud, ciertas prácticas médicas, los monopolios, las farmacéuticas.

“Yo soy una persona muy crítica del sistema de salud, de la industria farmacéutica, de los monopolios y el sistema en general. Pero una cosa es ser crítica y otra es descreer de todo”, considera Arce. Y continúa: “Me pasó de encontrarme con personas que no creen en la ciencia. Y yo tuve que decir que si no fuera por la medicación, no estaría viva. Y eso que a mí no me hace ninguna gracia tener que  tomar todos los días una medicación que viene de un laboratorio, que gana plasta a costa mía, que tiene un sistema perverso detrás. Pero ni yo, ni mi mamá, ni mis amigues, ni mis compañeres de Mesa Positiva, ni todos las ciento treinta y dos mil personas que viven con VIH en el país estaríamos vivas”.

Para ella, así como existe gente que está todo el tiempo agradeciéndole a los laboratorios y a la industria farmacéutica sin hacer ningún tipo de crítica hacia todo el sistema que funciona alrededor, del otro lado están quienes descreen de todo lo que tiene que ver con la ciencia, sin fundamentos. Es simple: para ella, el movimiento antivacunas se fue a la mierda. “Son dos caras de la misma moneda. Y esa moneda es el neoliberalismo, que, como dice Feinmann, es el fin de los grandes relatos. La gente ya no cree en nada y cree en cualquier cosa”.

Reconocerse ante la ley 

Cada 1º de diciembre, el VIH y el Sida entran en escena en el mundo. Es el día para recordar que existen, que son pandemia, y que hay que pensarlos todavía. En algún momento, el 1º de diciembre fue el Día Internacional de la Lucha contra el Sida. Es así en muchos lugares del mundo. En otros, como en Argentina, como en los activismos, con en el Ministerio de Salud de la Nación, se piensa a la jornada como el Día de Respuesta al VIH. “Preferimos no hablar de luchar contra algo. Esto no es una guerra. En todo caso, queremos la respuesta a una situación: a cómo estamos viviendo nuestra calidad de vida, nuestros diagnósticos, nuestra serología”.

Según señala Camila, pedir una respuesta es cambiar de paradigma. “No estamos luchando contra nuestro propio virus, porque sería luchar contra nosotros mismos o luchar contra el virus de otres. Y no va en ese sentido nuestro activismo. Es cambiar el lugar que ocupamos las personas viviendo con VIH. Y eso tiene que ver con poder apropiarnos de las palabras y reconocernos de otra forma”, explica.

En ese sentido, el principal reclamo de la jornada, de hace años, está puesto en la necesidad de que se trate una nueva Ley de VIH. “La ley actual ya tiene 30 años y quedó vieja, quedó obsoleta. No es una ley que ya no nos sirve o que nunca nos sirvió, digamos, pero sí se quedó en el tiempo. En cuanto al lenguaje, en cuanto al avance de la ciencia, de los derechos humanos. La idea de la nueva ley es no hacer una ley distinta, sino reformar esa que ya está”, puntualiza la joven.

En los principales cambios, se puntualiza mucho en la calidad de vida de las personas que viven con VIH. Según explica Camila, es fundamental poder diferenciar las necesidades de cada población dentro de la población de personas con VIH: travestis, mujeres cis, verticales, usuarios de sustancias, heterosexuales, homosexuales, adultos mayores, infancias. “La situación es que la ley se está presentando en Diputados desde 2016 aproximadamente y la verdad que no ha habido una decisión política en tratarla. No ha sido de interés político esta ley”, sostiene.

“Yo creo que tienen que ver con que no se ha podido llegar a construir una agenda, una agenda pública de Sida y de VIH. Sí se ha podido en otro momento de la historia, hoy esa agenda no es de interés. Hay muchas resistencias, muchas dificultades también para poder sumar a otras voces que no sean nuestras voces, como los efectores de salud, por ejemplo”, considera. Y agrega: “Se cree, además, que con la medicalización cambiaron las cosas. Que estamos bien y ya está. Y eso hace muy difícil poner sobre la mesa todas las cartas y todas las posibilidades que se tienen, cuando en realidad hay otros problemas que pareciera que son más importantes o más graves. Mal o bien, solo a nosotres nos interesa esto. No hay una sociedad pensando en la cuestión del Sida”.

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