La escena transcurre en un ardiente verano rosarino, en 2074. El pibe le pregunta a su abuela si recuerda algo, si alguna vez estudió o le contaron sus padres o abuelos sobre el pasado de la ciudad. Habían hablado sobre el tema en la escuela, agrega, de una gran peste, muchos tiros, bandas de asesinos y narcos, o algo así.

La mujer asintió, y se dirigió hacia su enorme biblioteca. Recorrió los libros con la vista, sin apuro. Tenía volúmenes sobre la historia de Rosario, crónicas periodísticas y de investigación judicial sobre esa época, tratados académicos sobre la violencia, el narcotráfico, la policía y la política, muchos. Y si buscaba con más tiempo en el altillo, hasta diarios y revistas en papel de aquellos días. Pero no: extrajo un libro algo ajado, editado en 2020 por Eloísa Cartonera, Perversidad, de Marco Mizzi. “Leé esto, para empezar, y después te cuento”, dijo extendiéndole el libro al nieto.

Mizzi creó una novela negra que, como un monstruo (de muchas cabezas, con muchos recursos y tentáculos), atrapa a las lectoras y a los lectores para no soltarlos ni darles respiro.

Es un recorrido intenso, un peregrinar por una Rosario que es más real que la que existe, porque es literatura.

Y el monstruo ofrece varias capas de sentidos, algunas más explícitas, otras más ocultas, como subtextos: hay una indagación evidente, de novela negra, sobre la actualidad más cotidiana; pero también otra, entre líneas, más secreta e inasible.

Muchos de los hechos y personajes que transitan por ese mundo ficcional (que es el mundo “real” y a la vez es otro) remiten en forma nítida a la realidad social, económica y política que se puede encontrar, por ejemplo, en las noticias.

Pero lo cotidiano, en la novela negra, se torna más siniestro y arcano, más amenazante. Se transforma en otra cosa, acechante, ominosa, sin dejar de exhibir el disfraz de “lo cotidiano”.

La literatura les otorga un plus a los hechos “reales” narrados, una complejidad y una profundidad a veces insondable hasta el misterio.

La obra literaria propone otra relación con las lectoras y los lectores. Los ubica en otro lugar, les ofrece otro pacto: no les entrega respuestas claras ni cerradas, sino que abre preguntas, interrogantes, misterios que van más allá del caso policial a investigar.

Al crearlo o recrearlo, al convertirlo en palabra poética, el “hecho real” gana más realidad, se expande, se convierte en otra cosa más intensa y conmovedora.

Desde sus orígenes, la novela negra interroga la violencia y la pone en el contexto histórico, social, económico y político en que se desarrolla. Y nos hace pensar si es posible la violencia como acto exclusivamente individual, o si, por el contrario, es un fenómeno más relacionado con el complejo y cambiante contexto social.

La novela de Mizzi hace volar en pedazos varios relatos fundacionales de la ciudad y nos presenta una Rosario marcada por todas las formas de la violencia: la violencia sistémica de la injusticia social, la violencia simbólica de las mentiras y la manipulación de los medios hegemónicos, y la violencia física, la que se ejerce sobre los cuerpos.

Pero Perversidad va todavía más allá. Por un lado, deja flotando el interrogante sobre si la violencia no es fundante, en realidad, de toda ciudad, de toda civilización urbana. Y además, por otro lado, hay una búsqueda de los orígenes del Mal, en el sentido trascendente del concepto. Esta indagación le otorga otra dimensión, otro peso a la novela. A la vez que presenta un recorrido por la violencia urbana cotidiana y enmarcada en factores sociales contextuales, hay una búsqueda del Mal como potencia, como poder.

“Porque podíamos”, responde uno de los femicidas que torturaron, violaron, mutilaron y descuartizaron a una niña. Y los asesinos filmaron todo y lo difundieron, para que haya testigos, y allí el culto a San La Muerte (clave en la novela) se enlaza con los usos más mórbidos de las nuevas tecnologías y las redes sociales.

Y el Mal como potencia, como poder, está agazapado en todos y cada uno de los guetos en los que se divide la ciudad. Desde la villa más paupérrima hasta las oficinas más lujosas de Puerto Norte. La mirada del narrador expande la violencia en un gesto que contiene una gran carga política: rompe con los prejuicios de las ideologías conservadoras que estigmatizan ciertos sectores sociales al asociarlos e identificarlos con la violencia.

En Perversidad, la violencia va de una punta a la otra de la pirámide social. Y no se olvida de los sectores de clase media. Aquellos que se autoperciben como “la gente bien”, “la gente normal”, son también capaces de matar con la saña y la cobardía que implica el linchamiento de un frustrado ladrón.

El periodista Carlos Bustamante, recorre e indaga, apasionado e inseguro. Es llevado, mejor dicho es empujado a un laberinto de calles, hechos, muertes y personaje por una potencia tan avasallante como el Mal: el ansia por conocer el origen del Mal, sus motivos, sus principios más remotos.

Lo impulsa aquello que desconoce, lo azuza lo que no entiende, y él mismo se pregunta por qué hace lo que hace. En una ciudad con tantos seres poseídos por el Mal, Carlitos (que se llega a preguntar si lo que hace “es una estupidez”) está poseído por otra potencia tan fuerte como el Mal y tan vieja como el mundo.

“Perverso” viene del latín y significa, en su sentido más obvio, “muy malo”. Pero además, el origen de la palabra implica que esa maldad “ha dado vueltas las normas en que se basa una sociedad”.

Por eso la búsqueda de Bustamante va mucho más allá de encontrar a los femicidas y resolver un misterio policial. Quiere saber cómo fue parido ese Mal que se pasea tan orondo por Rosario, quiere saber si es el resultado de “la subversión de normas que rigen una sociedad” o si, muy por el contrario, el Mal es la condición de posibilidad de lo urbano, la normalidad misma, lo que rige la sociedad urbana. El crimen en el origen de toda ciudad.

Desde la antigüedad, la ciudad es el lugar de los ciudadanos, término que nace marcado por la violencia y la exclusión social: solo se consideraban ciudadanos a los hombres ricos, aristócratas y nacidos en el lugar. Por otra parte, la cultura urbana desplaza a la rural ejerciendo violencia sobre las personas y, fundamentalmente, agrediendo, conquistando y destruyendo la naturaleza.

En la ciudad cuyo nombre significa “guirnalda de rosas”, y que remite a un objeto sagrado, asociado a la calma contemplación de rezo y al culto al amor a través de la imagen de la Virgen, se pasea San La Muerte.

Perversidad ya está en preventa, y se presentará por streaming el 20 de diciembre. El costo es de 700 pesos y se puede abonar por transferencia al CBU 0290002510000035834989 Alias BRUJO.GRIS.TACHA. Después, enviar el comprobante de pago a coop.eloisacartonera@gmail.com con dirección y teléfono para coordinar la entrega.

 

DATOS DEL AUTOR

Marco Marcelo Mizzi (Rosario, 1991) es escritor y trabajador de prensa y comunicación. Publicó varios folletines de poemas y cuentos en Rosario y Buenos Aires, y la novela City Center (Pesada Herencia, Rosario, 2017). Es miembro de la redacción de la revista Apología, y colaboró en los diarios El Ciudadano y La Capital, las radios Red TL, Universidad y Planeta Cabezón, el semanario El Eslabón de la cooperativa La Masa y la revista El Corán y el Termotanque. Integró las cooperativas editoriales Tercer Mundo y Pesada Herencia. Entre 2014 y 2016 escribió en el semanario porteño Miradas al Sur. En 2010 coordinó la sección de Cultura y Espectáculos del portal DiarioRegistrado.com.

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