Pañuelo verde

Es el 15 de junio de 2018. Han pasado solo un par de días de la velada frente al Congreso Argentino, una marea verde de rostros de mujeres jóvenes en su mayoría, aguantando la lluvia y el frío.

Estoy en La Habana, donde vivo y trabajo desde hace ya unos años  y sigo el debate desde lejos, día tras día, mientras  intercambio correos y videos con mis amigas y compañeras en Argentina.

Pero hoy, en el sol de junio, el inicio del verano cubano, estoy esperando a mis “niñas”, que vienen  a reencontrarse  conmigo y con la Isla, un pedacito de sus historias.

Arlen llega primero desde Argentina. Trae relatos de la noche pasada frente al Congreso: la  larga espera, el conteo de los votos, uno a uno, las intervenciones de las y los congresistas, acompañados por aplausos y decepciones y la convicción de todas que ese es el día en que se va a concretar ese derecho de las mujeres tan esperado, fruto de una lucha larga: el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos, nuestras vidas, a no ser juzgadas y condenadas, el derecho a acceder al aborto libre y gratuito.

A las pocas horas llega también Valentina, desde Europa; ella también comparte las historias de las manifestaciones de las paisanas que viven allí, improvisando marchas y bailes en la peatonal de Barcelona, al unísono con las manifestaciones que llenan las calles de la Argentina toda.

 

Pañuelo verde
Valentina y Arlen, las hijas de Lilli, en la Plaza de la Revolución.

Arlen tiene cien anécdotas, que se entrelazan con el cansancio de la velada y del viaje. Nos trae pañuelos verdes, uno para cada una,  tan difíciles de conseguir en ese momento, porque son miles las mujeres que lo llevan puesto como símbolo de lucha, pero también de  identidad. Desde entonces, llevo ese pañuelo todos los días, en mi mochila de la casa al trabajo.

En Cuba el aborto es legal desde el inicio de la Revolución y cuando comento con alguien los casos de niñas obligadas a parir, por jueces o juezas que le niegan el derecho al aborto, aun en circunstancias permitidas, las personas no lo pueden creer, pero es, es así….y esperemos que muy pronto ya no lo sea.

Al día siguiente a sus llegadas, ellas van de paseo con  los pañuelos puestos, no se pueden despegar de ellos y los llevan hasta la Plaza de la Revolución, se lo ponen al Che y a Camilo que miran la plaza desde los edificios frente al monumento a José Martí.

pañuelo verde
Lilli (en el centro), en una de las marchas realizadas en Rosario a favor de las mujeres.

“Tus hijas luchan por lo mismo que luchábamos nosotras”, me dice una amiga de Italia. Es cierto: la lucha del movimiento de mujeres en Italia trajo las conquistas y los derechos negados: las leyes de divorcio y de aborto, en la Italia de los años 70. Para la aprobación de la ley de aborto legal en Italia en mayo de 1978, se juntaron más de 700.000 mil firmas. Esas leyes son el fruto de la lucha del movimiento de mujeres, un movimiento masivo y transversal, independiente de los partidos políticos, incluso de los de izquierda.  Pensaba en ese entonces, y lo pienso aun hoy, que la fuerza de ese movimiento residía en su independencia de los partidos, en su ser movimiento, y eso nos permitía reconocernos mutuamente, darnos las manos, cantar y bailar en “girotondos” que llenaban las calles de toda Italia. A pesar de los muchos intentos de algunos gobiernos conservadores, esa ley es una conquista aún vigente que todas las mujeres están llamadas a defender, porque si una cosa me ha enseñado la vida, es que los derechos conquistados hay que defenderlos todos los días, más aun nosotras, las mujeres.

Lidia Menapace, feminista y luchadora histórica que falleció en estos días en Italia,  compara al feminismo con un evento o mejor un elemento de la naturaleza y en particular lo compara con el agua, que a veces corre en  la superficie, luego se esconde y corre subterránea, para volver a brotar en a la superficie… pero  que no corre tranquila nunca, como un río de llanura.

Pañuelo verde
El Che con el pañuelo verde de la Campaña, en la Plaza de la Revolución.

Me gusta imaginar que el pañuelo verde sea como el agua y que desborde, se expanda como símbolo de otros derechos y otras luchas, que llegue a cambiar no solo las leyes, sino también nuestras vidas cotidianas, e imaginar a mis hijas como parte de esa marea.

(*)Nació en Italia. Es coordinadora de proyectos de una ONG internacional en Cuba.

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