Tras la victoria del chavismo en las últimas elecciones legislativas en Venezuela (con un 68,43 por ciento de los votos) el sector golpista de la oposición da manotazos de ahogado cada vez más torpes, que dejan en evidencia su falta de unidad, de honestidad y de proyecto de país. Solo proponen derrotar al presidente Nicolás Maduro, como sea, incluso a través de una invasión. Luego de casi veinte años de intentos de golpe y desestabilización, luego de un bloqueo inhumano, y tras brutales atentados que en cualquier otro país del mundo se hubieran calificado de “terroristas” (y que incluyeron un intento de matar al mandatario), no encuentran la manera de torcer la férrea e inquebrantable voluntad popular de las venezolanas y los venezolanos.

La operación Juan Guaidó fracasó en forma estrepitosa. Pero, al no tener otro recurso a la vista, los golpistas siguen exhibiendo ese cadáver político pese a su avanzado estado de putrefacción. La autoproclamación de Guaidó como presidente jamás tuvo legitimidad ni legalidad. La apoyó EEUU y sus súbditos del Grupo de Lima y la Unión Europea (UE), en un gesto de injerencia que mostró, una vez más, que las decisiones del imperio están por encima de la soberanía de los países y el derecho internacional.

Pero además, con las elecciones del domingo 6, a las que no se presentó Guaidó ni la oposición golpista, este personaje se queda sin banca a fines de enero. Si ya antes era indefendible su lugar de presidente “autoproclamado”, cargo que jamás tuvo existencia ni incidencia fuera del mundo virtual y de la propaganda de los medios hegemónicos, ahora es imposible. El débil, falso argumento de que lo habilitaba ser legislador y presidente de la Asamblea Nacional se cae, como tantas otras mentiras.

En medio de la desazón opositora, se profundizan la división y las acusaciones cruzadas, porque los casos de fraude entre opositores fueron muchos y muy escandalosos. Se robaron todo, entre ellos mismos, y hay demasiado ego, recelos y ansias por llegar al poder. El pueblo venezolano no existe para ellos. No tienen plan, más allá de la entrega del país, el hambre y la exclusión.

El más reciente gesto grotesco de este sector golpista fue la realización de la tan meneada (en las redes y los medios hegemónicos) “consulta popular” para legitimar a Guaidó de alguna manera.

La votación comenzó de forma virtual el día lunes 7 de diciembre vía Telegram, una aplicación y una página web, y culminó de manera presencial el sábado 12 con la instalación de mesas de votación en Venezuela y diferentes países del mundo.

Según informó Página 12, el número dado por quienes organizaron la consulta arrojó un total de 6.466.791 votos, de los cuales 3.209.714 habrían sido presenciales en el país, 844.728 en el extranjero, y 2.412.354 de manera digital.

Pero hay un pequeño problema: los números difundidos no pudieron ser comprobados, justificados, ni documentados de manera alguna. “No existió prueba de las votaciones digitales, donde fueron denunciadas numerosas irregularidades, así como tampoco en las urnas”, agregó Página 12.

Se puede pensar que fue, en realidad, una consulta popular sin el pueblo. Una suerte de puesta en escena como la que nos tienen acostumbrados quienes se oponen a la democracia en Venezuela.

Los organizadores, informó Página 12, ya habían anunciado antes del resultado que no habría posibilidad de comprobarlo: “Todos los cuadernos y papeletas van a ser destruidos inmediatamente cuando concluya la transmisión de la totalización”, afirmó Emilio Graterón, miembro de Voluntad Popular, el partido que encabeza Leopoldo López.

Los resultados de la “consulta popular” generaron más disputas dentro de la ya fragmentada oposición, debido a la imposibilidad de verificarlos, así como la sobredimensión de la participación nacional presencial del sábado. Las imágenes de los centros de votación, así como los diferentes reportes, mostraron una situación muy alejada del relato eufórico de Guaidó.

Los desacuerdos entre los referentes de la oposición son inocultables. Henrique Capriles Radonski, quien tuvo sus minutos de fama antes de la operación Guaidó, dijo en una entrevista a la BBC: “No tengo nada personal contra Guaidó, pero eso se acabó, está acabado, fundido, cerrado. La nueva administración –de EEUU– debe entender que este plan se agotó y no puede dar continuidad al statu quo: el interinato”.

Por su parte, López ofreció desde Colombia una rueda de prensa junto al principal enemigo de Venezuela, el presidente Iván Duque, quien afirmó que “mantendrá el reconocimiento a la presidencia interina en Venezuela”.

López señaló que el objetivo es lograr elecciones presidenciales y legislativas “libres, justas y verificables”.

Pese a los dichos del opositor, las elecciones en Venezuela fueron observadas por unos 300 veedores de varios países. El informe final sobre los comicios fue muy contundente: no hubo irregularidad alguna, fueron limpios y legítimos.

Quienes controlaron las elecciones pidieron a EEUU, la UE y el Grupo de Lima que reconozcan los resultados. La respuesta de Duque fue impedir que muchos de esos veedores volvieran a sus países cruzando el espacio aéreo colombiano.

El gobierno de Maduro, además, invitó a la Organización de Estados Americanos (OEA), otro enemigo acérrimo del proceso revolucionario bolivariano, a viajar y controlar la votación en los propios lugares de votación y conteo. Pero la respuesta fue “no”: las elecciones fueron un fraude antes de que sucedieran. A esta afirmación, que sería profética si no fuese cínica y abyecta, suscribieron todos los países que responden a los mandatos del imperio.

James Story –embajador estadounidense para Venezuela que atiende desde Bogotá y reconoce a Guaidó– respaldó la consulta y exigió “al régimen de Nicolás Maduro elecciones presidenciales y parlamentarias libres y justas”.

“Felicitaciones a los millones de venezolanos en todo el mundo y especialmente a aquellos dentro de Venezuela por enfrentar al régimen opresivo de Maduro a través de la consulta popular”, afirmó el embajador norteamericano.

“La democracia debe retornar a Venezuela, las elecciones presidenciales y parlamentarias libres y justas deben llegar a Venezuela. Estamos con el presidente Guaidó y con ustedes, el pueblo venezolano”, concluyó el embajador estadounidense.

¿Dónde está la plata?

Hace años que el presidente Maduro les viene advirtiendo a los yanquis que financian el eterno intento de golpe, el bloqueo y el apoyo a la denominada oposición, que están siendo robados y engañados por una runfla de ladronzuelos. Y los yanquis se cansaron de comprobar la verdad inapelable de las palabras del mandatario. Hubo casos de corrupción comprobados que llegaron a la Justicia.

Según informó el diario venezolano El Universal, Maduro instó a los congresistas de los EEUU a iniciar una investigación seria sobre el destino de los recursos entregados por el gobierno de Donald Trump a “los extremistas de la derecha venezolana para conspirar contra el país”.

“Son miles de millones de dólares que se les han entregado a Leopoldo López, a Julio Borges y a Juan Guaidó”, aseguró.

Según señala El Universal, Maduro considera que, si se desarrollara una investigación seria, se encontrarían con “grandes sorpresas de ladronaje, estafas y mentiras”.

“Los miles de millones de dólares que han sido otorgados a estos criminales, reposan ahora en cuentas bancarias en paraísos fiscales”, reveló Maduro al mismo tiempo que consideró lamentable que esos recursos, “entregados a los líderes de la derecha venezolana que apuestan a la violencia y el intervencionismo, pudieron haberse utilizado para atender al pueblo en materia de salud, educación y alimentación”.

Asimismo, el mandatario solicitó a los integrantes de la nueva Asamblea Nacional (AN), que se instalará el 5 de enero de 2021, a crear una comisión especial que se encargue de indagar la estafa que llevaron adelante algunos diputados opuestos a su gestión en el cuerpo legislativo.

 

Fuente: El Eslabón

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