“Hay que renovar el cuidado, no relajarse y no abrir tantas expectativas”, advierte la médica Andrea Montaner. Su colega, Ricardo Cordone, remarca: “Debemos seguir con el barbijo, el distanciamiento, el lavado de manos”. Ambos profesionales integran la Asamblea de Trabajadores de la Salud Colectiva Rosario.

El histérico tratamiento mediático sobre el anuncio de la llegada de la vacuna se impuso en parte de la opinión pública, mientras otras cuestiones fundamentales sobre la pandemia parecen diluirse entre las colas de descontrolados compradores de regalitos navideños.

“La vacuna previene las formas más graves del Covid, disminuye las muertes, internaciones y los casos graves, pero recién será de efecto colectivo cuando llegue a un 70 por ciento de la población”, indica Andrea, coordinadora del Centro de Salud Ceferino Namuncurá.

Pero, como también indica Ricardo, médico generalista del Centro de Salud del barrio Casiano Casas y docente universitario: “La cuestión es bastante complicada y se teme por las celebraciones de las fiestas de Fin de Año”.

Además, las confusas indicaciones desde los gobiernos municipal y provincial, no aportan al cumplimiento de recomendaciones, que terminan siendo contradictorias. “Hay adultos que irán a festejos familiares luego de pasarse meses guardados, y también preocupa la participación de chicos, quienes a la vez empezaron a concurrir a colonias de vacaciones”.

Operativo megáfono

Una de las trágicas postales del 2020 que quedarán en la memoria son las fotos del intendente Pablo Javkin intentando alertar sobre la peste, con un megáfono, a los transeúntes en la peatonal Córdoba. Tras desplegar tan rudimentaria política sanitaria, al tiempo él mismo cedió ante presiones empresariales para liberar el comercio y favorecer la circulación por calles, boliches y shoppings, donde no se ve un control sanitario para no molestar a la clientela.

El reclamo por un “aislamiento social preventivo, de forma intermitente” no fue escuchado. Medida que proponía la Asamblea que convocó a más de 200 trabajadores y trabajadoras de enfermería, salud mental, personal de trabajo social y de la universidad, de distintos Centros de Salud, hospitales privados y estatales. Tampoco se aplicó el reclamado “botón rojo intermitente” para garantizar la efectividad del aislamiento.

Remarcaron que para cumplir con la consigna “Quedate en casa”, el Estado debe, “desde una coordinación interjurisdiccional, garantizar, la atención sanitaria, pero también los servicios básicos como la alimentación y la subsistencia en general”.

“Estábamos frente a la posibilidad de corregir lo que no se hizo cuando llegamos a los mil casos diarios. Ahora hay un clima general de que la pandemia se terminó y que lo que hay que pensar es cómo vamos de vacaciones”, advierten.

“Las mismas autoridades sanitarias nos han dicho en privado que están de acuerdo con nosotros, pero que no son ellos quienes toman las decisiones sobre la circulación social”, señalan.

Por otro lado, Cordone explicó que hay otros agravantes de la situación: “Tenemos doble moral de las autoridades: entre las declaraciones y la falta de interés en el sector laboral”. En ese marco, relata que mientras un centro de salud cuenta con diez trabajadores de la salud, sólo tres pueden trabajar, “y el resto está afectado por la enfermedad y la situación laboral agobiante”. Además de no resolverse la cuestión salarial y condiciones de trabajo.

Aquella política de salud pública, al basarse en la precarización del trabajador por parte de la patronal socialista, y la falta de inversiones, destrozó el esfuerzo de cientos de trabajadores de la salud.

“No quiero volver a la normalidad”

Mientras muchos extrañan esa forma de vida clásica que imperaba antes de la pandemia, en otros territorios, más allá de Rosario, muchos otros esperan otra alternativa. “Yo no quisiera que volviéramos a la normalidad: la normalidad es brutal, está llena de corrupción, violencia y desigualdad. Somos un mundo profundamente egoísta”, afirmó la periodista y activista social mexicana, Lydia Cacho.

Lydia destaca esa idea en el marco de sus investigaciones sobre el abuso y tráfico de niñas, niños y mujeres, y su vínculo con el crimen organizado en México y otros países.

Y se pregunta: “¿Cómo podríamos, entre todas y todos, crear un nuevo normal, con nuevas normas y reglas, principios y valores para poder convivir de maneras diferentes”.

Sobre el tema, desde la comunidad mapuche de Los Toldos, Nilo Cayuqueo afirman: “Después de esta pandemia, los pueblos no quieren volver a la «normalidad» y seguir siendo oprimidos, explotados y ninguneados. Hemos echado a andar para construir una nueva sociedad basada en el respeto a la diversidad, el equilibrio, la armonía con la naturaleza, y todas las vidas en este planeta”.

Es que ya en 1977, durante la Primera Conferencia sobre los Pueblos Indígenas en la ONU, Ginebra, Cayuqueo, remarcaba: “Los delegados indígenas hablamos del Ecocidio (destrucción de la Madre Tierra) y la salud del planeta”.

Las advertencias de la Pachamama

Sobre la responsabilidad de esa institucionalizada, legalizada e impulsada “normalidad”  devastadora, regresan las ancestrales advertencias de los pueblos originarios y su relación con el ambiente.

German Bournissen, coordinador Nacional del Equipo Nacional de Pastoral Aborigen (Endepa), resalta: “Los pueblos indígenas (cualesquiera que sean) tienen una cosmovisión en la que el hombre es un ser más entre otros de la naturaleza y, en cambio, la cultura occidental es eminentemente antropocéntrica, concibe al hombre como centro de la naturaleza, y su tarea es dominar todas las cosas”.

En ese marco, para el teólogo, filósofo y antropólogo Leonardo Boff: “La pandemia es un contraataque de la Madre Tierra contra la humanidad que la sigue amenazando, destruyendo. Esta humanidad ha creado también la posibilidad de autodestrucción”.

El autor de La dignidad de la Tierra e impulsor de la Teología de la Liberación, asegura que el Covid es provocado por el modo de producción capitalista “que ha avanzado sobre los bosques en razón del agro-negocio destruyendo parte del hábitat de los virus”. Y advierte: “Si la humanidad no reacciona, vendrán más virus letales”.

Boff explica que el encuentro entre la Teología de la Liberación y la ecología es el resultado de una constatación: “La misma lógica del sistema dominante de acumulación y la organización social que conduce a la explotación de los trabajadores, lleva también al pillaje de naciones enteras y finalmente a la degradación de la naturaleza”.

Un virus capitalista

Por su parte, el antropólogo francés Philippe Descola, dice que el modelo de desarrollo capitalista es una especie de virus para nuestro planeta. El mundo occidental “considera a la naturaleza como algo externo a sí mismo”, indica. Contra esa concepción, propone “luchar y educar para verse a uno mismo como un elemento de la naturaleza”.

Explica que las zoonosis –enfermedades infecciosas que se transmiten de los animales a los humanos y viceversa– han existido “desde que la humanidad comenzó a movilizarse”, pero lo alarmante del virus actual, según el antropólogo, es “la velocidad con la que se ha propagado”.

En sus más de treinta años de estudiar la etnología de pueblos nativos de la Amazonía, trabajó con comunidades expuestas a enfermedades epidémicas y contagiosas desde la conquista y sujetas a la depredación de grandes empresas extractivas, terratenientes.

El experto promueve un “shock para cambiar nuestros estilos de vida, los modos de consumo y las terribles desigualdades entre los más ricos y los más pobres, aún dentro de una misma nación”. Y, articula la propagación del virus con la destrucción de ecosistemas.

También reflexiona sobre “¿Cuánto tiempo podría tomarle a una sociedad cambiar su visión del mundo y comenzar a abordar estos problemas?”. Y señala que “antes de la Revolución Francesa, muy pocos pensaban que en un par de años el rey sería guillotinado y se le quitarían los privilegios a la monarquía”.

Entonces, advierte que hay situaciones que ocurren en determinados momentos y estallan: “Hemos visto algunos ejemplos de estos con los abusos hacia las mujeres y, más recientemente, la cuestión del racismo”.

Pero no deja de advertir que “la naturaleza es una abstracción, es un concepto filosófico. Hablar de una relación sana con la naturaleza ya es situarse por fuera de ella. La palabra naturaleza no tiene traducción en chino ni en japonés. Se trata de un término que no existe en ningún otro idioma no europeo derivado del griego o del latín. Para las comunidades originarias es la Madre Tierra.

Decolonizar a la salud

“Entre la supuesta disputa por privilegiar la salud o la economía, el extrativismo minero no puede ser una tarea esencial”, indicó Ana Ramos, antropóloga de Bariloche. La también investigadora del Conicet, sostiene que “no se entiende la salud sin territorio. Por eso las comunidades reclaman protocolos para transitar el territorio, llegar a las machis para su asistencia y acceder al lawen, plantas medicinales”.

“Hace falta una epistemología de la salud”, indica. En el sentido de cambiar de paradigmas, dejar modelos europeizantes, formaciones no incluyentes de la diversidad, alterar pensamientos y conocimientos, desaprender y reaprender. En ese repensar se busca decolonizar teorías y políticas sobre sistemas de salud, ver las desigualdades y situaciones socioambientales, apuntar a la vida y no a la enfermedad y al negocio de los medicamentos.

La investigadora con experiencia en las trayectorias políticas y de pertenencia entre grupos mapuches y tehuelches de Chubut, señala que los “remedios mapuches” no son considerados de primera necesidad y su circulación depende de los criterios de los funcionarios de control y no se puede llegar hasta lugares en donde se obtiene el lawen.

 

Fuente: El Eslabón

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