Mujer y ciencia

Animarse, hacerse preguntas, explorar y disfrutar del conocimiento. De eso y más hablan dos estudiantes que eligen la ciencia por puro placer y como profesión para sus vidas. Son Judith Lacorte y Camila Díaz quienes comparten sus testimonios en el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia.

En el mundo –señala un informe de la Unesco- solo un 30 por ciento de quienes se dedican a la investigación científica son mujeres. Y una misma cantidad elige estudios superiores dentro del campo de las ciencias, la tecnología, la ingeniería y la matemática. En ese ínfimo porcentaje global se encuentran Camila y Judith, quienes aseguran que las mujeres han ganado terreno pero aún falta mucho por conquistar.

Camila Díaz
Camila tiene 18 años, arranca con 6° año Química en el Poli y proyecta estudiar medicina.

Y en ese desafío está Camila Díaz. Tiene 18 años, está a poco de comenzar el 6° año del secundario en el Politécnico (UNR) y más que ansiosa por reencontrarse en las clases presenciales con sus compañeras y compañeros. Igual por empezar las prácticas en el laboratorio de química. Participó de cuanta olimpíada ha podido. Un poco en cada una. “Pero siempre me sentí más atraída por las de biología, que me encantan. También por las de matemática, aunque en este caso fue más por el lado de viajar y conocer gente que por matemática en sí”, admite.

Siempre se sintió interés por la naturaleza. “Y cuando pude estudiar las razones científicas del porqué de muchas cosas me copó más porque le encontraba explicación”. Ingresar al Politécnico –hizo su primaria en el Colegio Boneo- significó “una puerta a un montón de cosas”, como descubrir la filosofía.

“El año pasado tuvimos formación ética, ahí descubrí que me encantaba la filosofía. Nunca la había visto con esos ojos, y cuando empecé a leer dije guauu, esto es increíble. Para mi cumpleaños me regalaron La historia de Sofía (Jostein Gaarder) y me empecé a interesar más todavía. Entre otras cosas recuerda que hubo filósofas mujeres, pero que nunca tuvieron la posibilidad de decir yo pienso esto porque nadie las escuchó. También que cita a Darwin como un filósofo, y yo nunca lo había visto así. Encontré una conexión que no había pensado”.

Ya está decidida a seguir la carrera de medicina, “por la biología en general, pero más para poder abordarla desde el lado humano”.

Al hablar de escuela, ciencia y género, Camila dice que en el Politécnico, en general, hay un trato igualitario, y –al menos en su experiencia- la han invitado a participar en las distintas olimpíadas sin distinciones.

“Por ahí, ciertas personas o profesor que me trató mal por el solo hecho de ser mujer”, reconoce y cuenta: “Teníamos un profesor de taller que cuando nos salía algo mal, a las mujeres obviamente, nos decía que por qué no estábamos haciendo tortas que eso seguramente nos salía mejor”.

Lejos de hacerle caso, siguió firme en su amor por la ciencia, con el apoyo incondicional de su familia y, en especial, de su hermano Lucas, un olímpico de física con varios premios internacionales y que hoy cursa el Instituto Balseiro de Bariloche. “Siempre sentí admiración por él”, dice feliz.

“Me cuesta ser disciplinada y sentarme a estudiar mucho tiempo, pero eso no me pasa con la biología que leo, leo y me llama cada vez más la atención”, comparte Camila. Estudiar con esas ganas ayudó a que en 2018 llegaran a la primera mención como equipo en las Olimpíadas Nacionales de Biología (Universidad Nacional de Río Cuarto). “Una experiencia hermosa”, resume.

Camila Díaz
Premiación. Camila junto a Alejo Melfi, Nicolás Mondelli (tutor) y Tomás Antonelli, compañeros olímpicos en la UNRC.

La ciencia tiene que tener un lugar de importancia en la escuela, en esa meta se centran los discursos ligados a este día internacional. Camila opina que la escuela debe poner en un lugar relevante a la enseñanza de la ciencia, porque tiene que ver “con un tema de igualdad, y no que por ser mujer o por cualquier otra razón te digan que no podés hacer eso o aquello”.  Y también porque es “una forma de interrogarse, despertar esa curiosidad sobre qué está hecho algo, por qué funciona de tal forma, una serie de interrogantes que se dispararían a partir de estudiarse”. Nada menos.

Metas y oportunidades

El año pasado, en plena pandemia, y cuando sentía que “todo era un bajón”, se decidió a cumplir con una meta que tenía desde hacía tiempo en sus planes: alcanzar una beca que el Instituto Balseiro otorga a estudiantes de escuelas secundarias de todo el país para conocer sus instalaciones durante una semana. Una experiencia tan emocionante como vital para quienes aman las ciencias.  Judith lo logró.

Judith Lacorte
Judith tiene 18 años, ganó una Beca Balseiro para estudiantes del secundario y empieza ingeniería química (UTN).

Judith Lacorte tiene 18 años, terminó el año pasado el secundario también en el Poli y ahora se prepara para cursar la carrera de ingeniería química en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN). También para hacer la beca que quedó pendiente por el tiempo de aislamiento preventivo y obligatorio.

“Estuve tres meses leyendo, buscando información y tratando de redactar, con momentos de mucho bajón, que no sabía cuál era el fin de lo que estaba haciendo porque no sabía lo que iba a pasar con la pandemia, hasta que en un momento me dije esto es algo que me propuse, que quiero hacer, una experiencia que quiero vivir.  Entonces terminé mi trabajo, lo envié sin muchas expectativas y al final gané la beca”, resume sobre cómo además le hizo frente a la incertidumbre de un tiempo de aprendizajes inédito.

El Balseiro premia con esta beca a 15 estudiantes de todo el país, entre esas y esos jóvenes está Judith. “Todos los años proponen un tema, el del año pasado fue ¿Por qué creemos en la ciencia? Fue una búsqueda bastante ardua, donde empecé a tirar una lluvia de ideas”, repasa de cómo encaró su monografía. Y en ese escrito rescata la existencia de quienes se forman para sostener la ciencia, también la existencia de “una comunidad científica muy grande”.

En ese recorrido –detalla Judith- fue hacia el pasado, para preguntarse cómo funcionaba el intercambio científico cuando no había las comunicaciones de hoy, y también cómo y cuánto influye “la ética en la creación de una nueva tecnología o una nueva herramienta para la humanidad”.

Judith vive en Villa Gobernador Gálvez, hizo su primaria en la Escuela Cooperación y desde el primer año del secundario se enganchó con las olimpíadas de matemática, y de química y de física más tarde. “Siempre para seguir aprendiendo, y por la onda que tiene el departamento de física”, elogia.

Judith Lacorte
Judith en un entrenamiento de las Olimpíadas Nacionales de Química, junto a otras compañeras y compañeros del certamen.

“Sabía que me gustaban las ciencias, pero siempre falta algo para saber qué te gusta más. En las olimpíadas aprendés a tu ritmo, a tu gusto, a lo que querés llegar”, dice de una experiencia que describe como muy valiosa.

Judith destaca que felizmente cada vez más estudiantes se suman a las olimpíadas, pero así y todo, y aunque en el Poli la invitación corre en un marco de igualdad, “sigue habiendo más varones que mujeres”.

Y no quiere pasar por alto a ciertos profesores “que siempre menoscababan a las mujeres o en los talleres decían que nosotras no podíamos hacer tanto como hacían los varones. O profesores de otras materias que consideran que las mujeres no tenemos la misma capacidad intelectual que los varones” (conjeturando una superiodidad en ellos).

Judith también siguió adelante. Hoy anima a conocer más y sin barreras de ningún tipo: “Interesarse por la ciencia es como sumar un granito más de arena a lo que una ve cotidianamente, seguir aprendiendo y buscar siempre las oportunidades. Para mí lo más importante es buscar, probar; la constancia, la perseverancia y encontrar el lugar donde una se sienta realmente cómoda. Que puede ser en la física o en otra rama del conocimiento. Pero es buscar, probar y animarse”.

“Es súper importante dedicarle tiempo a lo que nos gusta, interesa y ponerse metas. Yo no me tenía fe con la beca del Balseiro, un poco por el bajón de la pandemia, pero me puse, le dediqué bastante tiempo, y lo logré”, deja como mensaje en este día dedicado al derecho a la ciencia.

Científicas y Covid 19   

La celebración del 11 de febrero como Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia fue establecida en 2015 por las Naciones Unidas para promover la igualdad de género. Este año la fecha lleva como tema central de debate “Las mujeres científicas, líderes en la lucha contra Covid-19”.

La elección del eje de 2021 tiene que ver con mostrar cómo la pandemia ha dejado a la vista “el papel crucial de las mujeres investigadoras en los diferentes frentes en la lucha contra el Covid-19”. Además de llamar a  corregir las disparidades de género “mediante nuevas políticas, iniciativas y mecanismos para apoyar a las mujeres y las niñas en la ciencia”.

Entre otros datos de esa brecha a superar, la Unesco revela que a nivel mundial la matrícula de estudiantes mujeres es particularmente baja en el campo de la tecnología de la información y las comunicaciones, con un tres por ciento; en ciencias naturales, matemática y estadística, con un cinco por ciento, y en carreras como ingeniería, alcanza al ocho por ciento.

Hacer frente a algunos de los mayores desafíos de la Agenda para el Desarrollo Sostenible -desde la mejora de la salud hasta el cambio climático- dependerá del aprovechamiento de todos los talentos. Eso significa conseguir llevar a más mujeres en estos campos, alientan desde la Unesco.

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