La muerte de Menem coincide con la fecha del nacimiento de Raúl Scalabrini Ortiz. Cuando todavía usaba grandes patillas y melena selvática, al decir de Sarmiento cuando describía a Facundo, el riojano vino a Rosario y citaba al autor de «El hombre que está solo y espera».

Cuando se rasuró y dejó de ser Facundo, tal como hizo el propio Quiroga, Menem fue otro. Aquella inversión generó un peronismo al revés. Se convirtió en el hecho burgués que maldijo el país, la vuelta de campana a la hermosa y profunda frase de John William Cooke.

El desguace del Estado a favor de los grupos concentrados nacionales y multinacionales sigue pesando en la vida cotidiana de las grandes mayorías.

Su vida personal terminó siendo la expresión individual de la colonización de una herramienta de liberación y su conversión en una de dependencia.

La pelea, como siempre, sigue siendo una realidad en la que en el trono de la vida cotidiana esté la noble igualdad, donde personajes como Carlos Menem sirvan para recordar todo lo que cuesta llegar a socializar la felicidad para que no sea la propiedad privada del que la pueda comprar.

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