El ex presidente de Francia (2007-2012) financió ilegalmente su campaña gracias a generosos aportes de la multinacional L’Oreal. Y cuando estalló el escándalo sobornó a un fiscal para zafar. Pasará un año en prisión domiciliaria con un brazalete.

Uno de los ejes centrales de las estratagemas de los medios al servicio de los poderes fácticos es relacionar la corrupción solo con determinados gobiernos, por ejemplo, aquellos que se oponen a los dictados del poder económico concentrado y sus representantes locales y del exterior.

La corrupción es así utilizada como Caballo de Troya por parte de la derecha, que suele llegar al poder de la mano de estas y otras trampas. Una vez en el gobierno, la derecha neoliberal demuestra ser más corrupta que los partidos demonizados. Pero hay una diferencia: la derecha tiene el blindaje mediático, y el tratamiento que se les da a sus desfalcos es suave, piadoso y cómplice.

Un ex presidente fue condenado por financiar ilícitamente su campaña, recibiendo dádivas de grandes corporaciones a las que luego benefició. Además, la condena incluye corrupción y tráfico de influencias, más precisamente un pacto con un juez para que lo proteja y le brinde información privilegiada, a cambio de favores. Y, mal que les pese a los medios hegemónicos, esto no sucedió en América Latina, ni se condenó a ningún ex mandatario que osó gobernar con dignidad y soberanía en la región.

Según informó Eduardo Febbro en Página 12, el ex presidente de Francia Nicolás Sarkozy (2007-2012) fue condenado a tres años de cárcel (dos en suspenso), por corrupción y tráfico de influencias.
Los hechos juzgados remontan al año 2014 cuando el mandatario estaba bajo la sospecha de haber buscado que un fiscal, Gilbert Azibert, le suministrara informaciones confidenciales y que anulara incluso la incautación de sus agendas presidenciales en un caso judicial en el cual Sarkozy estaba implicado: A cambio de ese favor, el presidente le prometió un puesto importante en el principado de Mónaco.

El tribunal correccional de París consideró que hubo un “pacto de corrupción” entre el expresidente, su abogado, Thierry Herzog, y Gilbert Azibert. La Justicia consideró que Sarkozy “se sirvió de su estatuto de ex presidente de la República y de las relaciones políticas y diplomáticas” para “premiar a un magistrado que había servido sus intereses personales”.

Sarkozy no irá concretamente a la cárcel. De los tres años de la sentencia, dos quedan en suspenso y el tercero podrá cumplirlo en arresto domiciliario con un brazalete electrónico.
La condena es el último capítulo de una trama que incluye el financiamiento ilegal de la campaña del ex mandatario a través de la generosa billetera de la heredera de la multinacional L’Oreal, Liliane Bettencourt, que revoleó euros a mano salva.

Sarkozy resultó absuelto en la causa que investigó esta forma cosmética y capilar de juntar fondos para la campaña, pero para hacerlo apeló a la ayuda del magistrado Gilbert Azibert, con el objetivo de saber qué contenían las investigaciones y el acta de acusación.

“Pasaron muchas cosas durante la era Sarkozy. Los franceses se divertían con los detalles de la vida amorosa del expresidente, pero sus malos manejos políticos salieron más tarde a la luz. Ahora, el expresidente francés fue condenado porque el tribunal da por comprobado que en 2014 sobornó a un fiscal general para obtener informaciones sobre un proceso judicial”, informa el sitio de la BBC, que hace referencia a la gestión del ahora condenado como “La presidencia de los affaires”.

“En esta historia hubo de todo un poco: teléfonos móviles descartables, espionaje telefónico, un puesto de lujo en Mónaco: las actas judiciales ofrecen material suficiente para un buen guión cinematográfico. Pero eso no es todo: en un juicio anterior en su contra, Sarkozy fue absuelto de la acusación de haber aceptado donaciones no declaradas de la heredera de L’Oréal, Liliane Bettencourt. Ese escándalo, empero, pesó sobre sus hombros durante años”, agrega el sitio de noticias de Reino Unido.

“Y la Justicia francesa todavía no terminó con Sarkozy. Dentro de dos semanas comienza otro juicio por financiación ilegal de su campaña presidencial en 2007. El expresidente habría aceptado 50 millones de euros nada menos que del exmandatario libio Gadafi. Además, es investigado acerca de actividades como asesor para una empresa rusa, y también han surgido preguntas desagradables sobre la contratación de su primera esposa como empleada”, señala la BBC.

La condena a Sarkozy es imposible de ocultar, y todos los grandes medios hegemónicos al servicio de los poderes fácticos le han dado cobertura. Pero claro, no utilizaron la misma vara que usan cuando se trata de dirigentes que no comulgan con el neoliberalismo ni trabajan al servicio de las corporaciones.

Para el expresidente francés, esta condena es un duro golpe que condiciona su futuro político. Estaba planeando su regreso a la política en 2022. Los conservadores todavía no tienen un candidato para las presidenciales y Sarkozy pretende ocupar ese lugar. Formalmente podría presentar su candidatura, pero con una condena sobre los hombros acaso sus planes se compliquen.

Para el sentido común dominante que los medios corporativos intentan instalar, el caso Sarkozy es una excepción, un hecho aislado que nada dice del sistema capitalista. No se menciona el poder de las corporaciones sobre los gobiernos, ni se cargan demasiado las tintas.

Por mucho menos, por nada en realidad, con causas inventadas y sin pruebas, un dirigente o una dirigente que intente gobernar para el pueblo, pasaría a encarnar a Satanás y sería responsable de todos los males del mundo. Como para proscribirlo o, incluso, producir una “crisis institucional”, cínico eufemismo para hacer referencia a un golpe de Estado.

Fuente: El Eslabón

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