Haydeé Spatz

Haydée Spatz es vicedirectora de El Nogal, un Jardín de infantes de Arroyo Seco (Santa Fe) y fue conocida en estos días cuando algún periodista confundió intencionadamente educación con adoctrinamiento.

A Haydée, la quisieron ningunear llamándola “maestrita de pueblo” y uno supone que la denominación la hace feliz, porque de ese modo se une a centenares de miles de mujeres y hombres que enseñan y transmiten valores en las escuelas argentinas.

Haydée es ejemplo en el cumplimiento del deber y este 24 de marzo, como en tantos anteriores, se dedicó a plantar memoria en sus alumnos y alumnas, los que, si bien son pequeños, están en condiciones de comprender las injusticias. Y como tiene mucha imaginación y sensibilidad, para transmitir su mensaje utilizó una marioneta que representaba a Estela de Carlotto, la que por estas horas es agredida por personajes mínimos, que olvidan que junto con otras Madres y Abuelas es un ejemplo que admira el mundo entero.

Haydée es consciente de la naturaleza del acto de educar, y afirma “como si la educación no fuera un acto político», palabras con las que hace un homenaje a la riquísima pedagogía americana y especialmente a Paulo Freire en el centenario de su nacimiento.

Y como la educación tiene gran importancia, Haydée y los “maestritos y maestritas” como ella, se la toman muy en serio y cumplen las leyes a cabalidad; la de Educación Nacional que en su artículo 92 prescribe que la memoria colectiva sobre el terrorismo de Estado debe ser un contenido curricular con el cual generar sentimientos democráticos, y la ley que instituye el 24 de marzo como Día Nacional de la Memoria, la Verdad y la Justicia, que en su artículo 2 obliga a que todas las provincias organicen acciones que consoliden la memoria y se opongan a todo tipo de autoritarismo.

Haydée tiene claro que “con los niños no”, como amenazó algún energúmeno. Lo sabe bien: a niños y niñas no se les miente, no se les esconde el pasado, ni se les falta el respeto.

Haydée es consciente de la hondura de su oficio; se trata de educar ciudadanos y ciudadanas, que deben aprender a jugar y compartir, pero sobre todo deben gozar de la plenitud de sus derechos, entre los cuales está el de la identidad de las personas.

Haydée, nuestra maestra, la maestra de la Patria, fue agredida en la cloaca de las redes y se asombra de la violencia sorda que habita el inframundo de nuestra sociedad; de todos modos, esa dolorosa certidumbre no impedirá que siga apostando a la educación como determinante para que no se “avasallen las infancias”.

Haydée enseña a sus alumnas y alumnos, pero sobre todo enseña a la sociedad entera. En ella conviven centenares de miles de Haydées, a las y los que todos los días les entregamos lo más importante que tenemos, nuestros hijos, hijas, nietos, nietas, para que los eduquen, los hagan seres sensibles al dolor de los otros, seres vitales que algún día transformen el mundo.

Haydée dice : “Tenemos la obligación de abrir las puertas de un jardín de infantes público que habilite derechos, sueños e infancias, y que ofrezca a los nenes y a las nenas las herramientas necesarias para la construcción del mejor de los mundos posibles”.

Y cuando ella dice, dice por todos y todas, nos gusta lo que dice y nos sentimos orgullosamente representados.

* Ex ministro de Educación de la Nación.

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