Yo no sé, no. Pedro recordaba aquellas mañanas cuando recorría tres cuadras de tierra, tres de piedra, durmientes y vías que amanecían entre húmedas y mojadas, tanto por la helada como por la niebla, o neblina, que parecía instalarse en aquel otoño del 66. 

Ese año echaban al gobierno de Illia. Un avión de vigilancia, espía digamos, caía sobre Bolivia, y en las facultades de Argentina la noche de los bastones largos se hacía presente como una niebla tenebrosa. Y palabras tales como «alunizar», «audiovisual» e «historicismo» eran autorizadas por la Real Academia. Racing salía campeón, el cine  yanqui presentaba la película La jauría humana, y en nuestras Malvinas llegaba un avión con patriotas que, desafiando al coloniaje, enarbolaba nuestra bandera.

Ese recorrido rumbo a la escuela con Pedro lo hicimos durante tres otoños, con mañanas de neblinas intensas, tenues y a veces suaves, cómo despidiéndose en el último tramo de las cuatro cuadras pavimentadas de Barrio Acindar. A veces pensando en cómo sería un picadito con esa niebla tan cerrada. Otras en el encuentro con ese corazoncito que, debajo de ese delantal, aparecía en los últimos metros cual si fuera un solcito que venía abriéndose paso entre las nubes bajitas. 

A finales de los 70, el cielo seguía plomizo y las neblinas dejaban de tener ese lado poético. En esos meses, Central le daba una alegría a Pedro. Mientras tanto, la dictadura, ya a principios del 82, no tenía consenso alguno. Y a sus crímenes, ya no había niebla alguna que los ocultara.

Fue así que a fines de marzo, el movimiento obrero, los partidos políticos y las organizaciones sociales, la enfrentaron ganando las calles. La respuesta fue palos y represión. Pasaron unos días y una canción con nuestras islas recorría la gran patria. Esa que arrancaba tras un manto de neblinas. También se escuchaba La hermanita perdida y, a mitad de año, Baglietto se presentaba con sus Tiempos difíciles. 

Pedro, ahora, piensa en voz alta y mirando al cielo me dice: “La verdad que detrás de tantos mantos de neblinas hay tanta historia, a veces llenas de esperanza, otras en las que a la Patria la desangraban, con tantos tiempos difíciles, con tantas hermanitas por recuperar. Pero, en honor a los caídos, a nuestras luchas, a nuestros sueños, y como cuando arranca la canción”. Hace una pausa, me mira, vuelve a mirar el cielo y dice: “Tras un manto de neblina: la patria. Siempre la Patria”.

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