Yo no sé, no. Una tarde, en el patio de Josecito y Gracielita, los vecinos de Pedro, la abuela estaba pisando unos cuantos kilos de uva en un gran fuenton. Antes de que Pedro le preguntara, con una mezcla de italiano y rosarino, le dijo: “Estoy por hacer un vino”. Pedro pensó que así se prepararían todos los vinos del mundo. Eran los primeros años de los sesenta y en Chile se jugaba el mundial que ganaría Brasil. En Europa nacían las grandes bandas de rock, se inventaba la pastilla anticonceptiva y un movimiento enrolaba a los más jóvenes: el movimiento hippie.

Otra tarde, buscando la pelo que se había escondido cruzando las vías, entre las cañas de los tomates de esa quinta que comenzaba en el segundo puente de la Vía Honda, uno que parecía que vivía ahí desde siempre, le dijo que en un tiempo había un viñedo allí. Era a principios de los 70 y de lo que pasaba en el mundo nos enterábamos por la radio y la tele. Desde ese día, a Pedro se le metió la idea de que los tomates salían tan ricos porque abajo todavía había una cepa que se resistía a morir y nutría a cuánta vida se animara a crecer en aquellos terrenos. Sería por eso, también, que los álamos daban una hermosa sombra, y hasta llegó a pensar que debajo de aquel tapialito, que estaba a 50 metros de Biedma, y en el que en algunas tardes encontraba a una piba maravillosa, también había unas cepas que hacían mágico el arriba del tapialito. Y también debajo de la panadería de los bizcochos a la madrugada, y del kiosco de las figuritas y el chocolatín blanco. Y seguro también en la parada del 15, que siempre venía justo, y quizás debajo del césped de Central y de Ñuls, dónde vió a los más grandes equipos. 

Quizás en muchos lugares, todavía ahí abajo las cepas resisten. Dónde seguro que no hay, es en donde viven los miserables, como los de las grandes fortunas que se niegan a pagar el aporte extraordinario, los que desde los principios de la Patria eligen el coloniaje agroexportador. Debajo de sus propiedades, nunca habrá una buena cepa para un buen fruto.

Pedro a veces me comenta, con un optimismo de buena cepa, que por más acechanza de otras cepas del bicho, de las cuales hay que cuidarnos, de esta salimos mirando el abajo del abajo y el adentro del adentro, que allí están las cepas de la memoria. Las cepas de los sueños de PATRIA, de Patria para Todos.

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