Yo no sé, no. Pedro me recuerda aquella tarde de abril, un viernes que sería feriado, porque mucha pibada y no tan pibada desde temprano llenaba las plazas y las canchas. En la cancha más grande, que nos quedaba cerca de la del «cilindro», un partido que arrancó como un amistoso se puso picante, y en una jugada medio tumultuosa, en medio campo, alguno del equipo contrario le pegó un puntazo y la pelota, tras pegar en uno de nuestros palos, recorrió la línea mal marcada. La mano de nuestro arquero llegó justo, pero levantando polvareda, y al árbitro lo apretaron al grito de ¡Cobrá gol que ingresó! De allí en más hubo empujones, alguna que otra piña, y al final el partido no terminó. Era abril del 71 y en la Banda Oriental se creaba el Frente Amplio con Líber Seregni a la cabeza. En Chile, Salvador Allende sobre la línea nacionalizaba la minería y los bancos, y Neruda recibía el Nobel.

En Nevada los yanquis seguían con sus pruebas nucleares bajo tierra; Nixon se despegaba del patrón oro como respaldo al dólar; Australia y Nueva Zelanda se rajaban de Vietnam, y Lennon presentaba Imagínate. Y en Argentina, Lanusse se introducía en la Rosada continuando con la ilegalidad. Con Pedro casi nos pintamos unos bigotes para poder ingresar al trasnoche del Sol de Mayo, pero siempre quedábamos arafue. Las pibas que nos gustaban tenían 17 y no podíamos ingresar a sus círculos porque teníamos 15.

Los vecinos del barrio, casi todos, eran gente de trabajo, y tenían un ingreso mensual en sus bolsillos que, digamos, alcanzaba. Las madres y los padres expresaban su alegría cuando se enteraban que sus hijos habían podido ingresar a alguna escuela o a la Facu. Al toque ingresaba a nuestras vidas el participar en la lucha por un mundo mejor, y viceversa.

Por años pensamos que si la línea de la cancha en aquel partido hubiese estado bien marcada, no se pudría todo y el encuentro habría terminado. Y si los bigotes hubieran estado bien, habríamos podido entrar al cine, y las de 17 capaz que nos miraban distinto, y el ingreso hubiera sido por los ojos.

Hoy, cuando pasamos cerca de aquel arco que ya no está, pensamos que tampoco el ingreso a los bolsillos es el de aquel entonces. Ni las pibas de 17, ni el Sol de Mayo.

Lo que quiere ingresar es el bicho pandémico. Por eso, quedarse adentro y cuidarse es fundamental, como es fundamental que el Ingreso Familiar de emergencia ya esté.

Lo que está, y lo sentimos, son aquellos sueños por un mundo más justo que alguna vez ingresaron a nuestras vidas. Pedro piensa en voz baja, y dice: “Hay que cuidarse y cuidar a los más chicos. Quién te dice que en una de esas les ingresan aquellos sueños por una Patria y un mundo mejor. Y que los hacen realidad”.

 

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