La Constitución pinochetista, que significó décadas de desigualdad, hambre y represión, tiene los días contados. La izquierda ganó las elecciones a alcaldes, concejales, gobernadores y constituyentes. Un triunfo del pueblo que salió a la calle en 2019.

El camino hacia una nueva Constitución (que incluye el deseo de un nuevo Chile) es muy largo y está lleno de obstáculos. Pero como señala un viejo proverbio chino, hasta el camino más largo comienza por un primer paso. Y el pueblo chileno acaba de dar más que eso derrotando en forma contundente a la derecha en todas las elecciones que se celebraron el sábado 15 y el domingo 16. El pueblo eligió alcaldes, gobernadores, ediles y convencionales constituyentes, y en todos los casos el viejo Chile, tan amado por la derecha regional, tan utilizado por esos sectores para construir un mito, una gran mentira, cayó derrotado y ahora luce sin rumbo, aunque con una derecha con poder de daño intacto. 

El mito Chile era acaso la más antigua noticia falsa de la derecha. Una “fake new” antes de que se popularizara esta expresión en inglés. Es que los neoliberales necesitaban demostrar que, en algún lugar del mundo, “el neoliberalismo funciona bien”. Con esta falacia pretendían tapar una verdad más grande que el sol: el neoliberalismo no funciona sin represión, y Chile, que fue el primer experimento neoliberal, se impuso a través de la violencia, con un golpe de Estado, desaparecidos, muertos y torturados. El neoliberalismo fue impuesto por el asesino y corrupto Augusto Pinochet, con ayuda de EEUU, e hizo de Chile uno de los países más desiguales del mundo.

El resultado de las elecciones es un homenaje a los más de treinta hombres y mujeres que dieron sus vidas en octubre de 2019, y a los miles de ciudadanos que perdieron sus ojos por disparos de Carabineros: esa fuerza asesina enemiga del pueblo también fue derrotada en las urnas. El pueblo les dijo que no les tiene miedo,  

Candidatos de izquierda ganaron alcaldías de comunas clave como Santiago Centro y Maipú. Asomaron además candidatos independientes y de movimientos sociales, con una importante presencia de los movimientos feministas. El Partido Comunista y el Frente Amplio salieron victoriosos y muy fortalecidos. 

Más de seis millones de chilenas y chilenos fueron a las urnas. Representan el 41 por ciento del total de habilitados, que son 14.900.189. Se preveía una participación baja. Desde 2012, cuando el voto dejó de ser obligatorio, no supera el 50 por ciento. La excepción fue el plebiscito de octubre de 2020. En esa oportunidad, votó el 50,9 por ciento. 

Y fue otro gran triunfo de los que desean otro Chile. Un 78 por ciento no sólo aprobó cambiar la Constitución, sino que además eligió que la Convención Constituyente sea soberana, totalmente elegida por el pueblo, con igualdad de género y representantes de los pueblos originarios.

Por eso “la madre de todas las batallas” fue la elección de convencionales. Y la derecha salió derrotada. No le alcanzó para llegar a un tercio de las bancas. Necesitaba esa cantidad para trabar los cambios progresistas, asegurarse de que la nueva constitución siga siendo neoliberal e impedir el profundo cambio social por el que las chilenas y los chilenos dieron sus vidas y sus ojos en las calles. De los 155 escaños, apenas consiguieron 37, muy lejos de los 52 que necesitaban.

Los independientes lograron casi un tercio (48 escaños), en unas elecciones en las que los partidos políticos tradicionales de la derecha y la centroderecha chilena obtuvieron una representación muy inferior a la esperada.

La suma de los independientes con las dos grandes listas de la izquierda (Apruebo Dignidad, con 28 escaños, y Lista del Apruebo, con 25) supera los dos tercios de los 155 escaños de la Convención, que contará con 17 cupos reservados para los pueblos indígenas y tendrá paridad entre hombres y mujeres, algo inédito en el mundo.

El pueblo les dijo “basta” a quienes fueron responsables de tanta injusticia, desigualdad y represión durante décadas. Por ejemplo, Gonzalo Blumel, ministro del Interior durante el estallido de octubre de 2019 reprimido con brutalidad, quería ser convencional. Pero no pudo ser. 

En las elecciones de gobernadores y comunales tampoco les fue bien a los candidatos de derecha. La alcaidía de una comuna clave como Santiago Centro la ganó la comunista Irací Hassler, evitando así que volviera a ganar quien hoy ocupa ese cargo, el derechista Felipe Alessandri (Renovación Nacional).

En la comuna de Maipú, la oficialista Cathy Barriga (Unión Democrática Independiente) perdió la reelección frente a Tomás Vodanovic del Frente Amplio/Revolución Democrática. 

“Con esta configuración están dadas las condiciones para que la Nueva Constitución Chilena instaure una sociedad alejada del neoliberalismo. Sin embargo, queda mucho camino por delante. Deberá redactarse una Nueva Constitución y luego volverá a realizarse un plebiscito ratificatorio o de salida”, señaló la directora Ejecutiva del Centro Internacional para la Promoción de Derechos Humanos de la Unesco, Fernanda Gil Lozano, en una nota publicada en Página 12 bajo un título que es toda una síntesis “El neoliberalismo nació y murió en Chile”

“Hoy día, importa considerar que una amplia mayoría ha repudiado un modelo que a lo largo de 30 años sólo ha incrementado la desigualdad en Chile. Y, con todo, tener presente nuestro apoyo al país trasandino cuando, en la década del 70, los y las jóvenes argentinas gritábamos: ¡Vamos Chile, carajo!”, agregó Gil Lozano.

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