Se confirmó lo que Evo Morales denunció en 2020: se planeó un segundo golpe de estado para evitar que asumiera Luis Arce. Con mercenarios yanquis de Miami y ministros y oficiales bolivianos golpistas.

El 18 de octubre de 2020 pasará a la historia como el día en que el golpismo, el neoliberalismo y el cipayismo sufrieron una derrota contundente en Bolivia. Con un enorme poder político, mediático y represivo, la derecha tenía todo para ganar, excepto la voluntad del pueblo. Los mismos poderes que derrocaron a Evo Morales el 11 de noviembre de 2019 hicieron todo lo posible para que el Movimiento al Socialismo (MAS) y todos las agrupaciones que aglutina “no vuelvan más”. Esta expresión, también muy escuchada en otras latitudes de la región, desnuda la verdad que el discurso de la derecha intenta disfrazar: la lógica del exterminio, la supresión del otro, aunque se enmascare lo inconfesable acudiendo a las palabras como república, democracia y libertad. Pero los que no volvían más, volvieron. Luis Arce, del demonizado MAS, ganó la presidencia con el 55,11 por ciento de los votos. Carlos Mesa, el candidato que contó con todo el dinero y el apoyo de los poderes fácticos, obtuvo 20,7 por ciento. 

Fue una victoria popular demasiado contundente para hablar de fraude e implementar nuevas estratagemas para negar el resultado electoral. Si querían hacer realidad el “no vuelven más”, la derecha debía apelar a métodos más violentos. Por ejemplo, dar un nuevo golpe y evitar la asunción de Arce. No pudieron: el 8 de noviembre de 2020 Arce juró como presidente.

No pudieron pero lo intentaron, con mercenarios yanquis de Miami, para no variar. Así lo reveló, con el respaldo de una abrumadora cantidad de documentos, escuchas telefónicas y testimonios, un informe firmado por los periodistas Laurence Blair (británico) y Ryan Grim (estadounidense) publicado en el sitio yanqui The Intercept, bajo el título “Ex ministro de Defensa de Bolivia planeaba un segundo golpe utilizando mercenarios estadounidenses”  (“Bolivian ex Minister of Defense plotted a second coup using U.S. mercenaries”)

“Grabaciones de llamadas telefónicas y correos filtrados revelan que un alto funcionario boliviano había planificado usar tropas extranjeras para bloquear el regreso del partido MAS al poder”, señala la bajada de la nota con referencia a Luis Fernando López, ex ministro de Defensa y de Salud del régimen de facto de Jeannine Áñez, hoy en prisión.

López se encuentra asilado en Brasil y el estado boliviano ya pidió su extradición. El actual ministro de Gobierno de Bolivia, Eduardo del Castillo, señaló que la habían solicitado “por el caso de la compra de gases lacrimógenos, por sus vínculos con el narcotráfico y una serie de delitos que se cometieron en nuestro país”.

“Varios de los conspiradores discutieron el envío de cientos de mercenarios extranjeros a Bolivia desde una base militar estadounidense en las afueras de Miami. Estos unirían fuerzas con unidades militares de élite bolivianas, escuadrones de policía renegados y turbas de justicieros en un intento desesperado por evitar que el mayor movimiento político del país regrese al poder”. El plan nunca se ejecutó, pero dejó evidencias de su preparación, según los periodistas. Lo califican también como “un complot golpista aún más flagrante que el de octubre de 2019”, señala la nota de The Intercept.

“Las llamadas telefónicas y los correos electrónicos filtrados en donde se discute el despliegue masivo de mercenarios durante las elecciones revelan que Bolivia pudo haber visto un nuevo derramamiento de sangre en 2020. Las evidencias también cuestionan las actividades sombrías de los soldados que se volvieron mercenarios en el exterior, y la medida en que son monitoreados y controlados por Estados Unidos y otros gobiernos pro- estadounidenses”, afirma el sitio de noticias también estadounidense.

En una de las grabaciones que se pueden escuchar en la nota, López conversó con Joe Pereira, “un ex administrador civil del Ejército de los Estados Unidos que tenía su base en Bolivia en ese momento”, asegura el sitio digital. En esa charla, López involucró en el complot al por entonces jefe de las Fuerzas Armadas del gobierno golpista, el general Sergio Orellana, hoy asilado en Colombia y con pedido de detención por su responsabilidad en las masacres de Sacaba y Senkata, y en el derrocamiento de Morales. Se puede escuchar claramente cómo López afirma que Orellana (que luego huyó de Bolivia) estaba trabajando “en todo esto”.

Según el informe, se cree que Orellana huyó “hacia Colombia en noviembre pasado”, y se agrega que “no pudo ser localizado para dar declaraciones” a The Intercept.

En otra de las grabaciones, López señala que se acción está “centrada en evitar la hecatombe de mi país”, y agrega que las fuerzas armadas y la población tienen que levantarse nuevamente” y no permitir el gobierno de Arce: “Estas próximas 72 horas son fundamentales para el país”, dice el ahora golpista prófugo.

“El alto mando militar ya está en conversaciones de apronte”, dice López en otra comunicación. “La lucha, el mensaje de la lucha, está en que quieren reemplazar a las fuerzas armadas bolivianas y la Policía por milicias cubanas y venezolanas. Esa es la punta del hilo. Es lo que va a permitir que realmente Bolivia se levante nuevamente y no permita el gobierno de Arce. Esa es la realidad”, se lo escucha decir al frustrado conspirador.

Dos fuentes militares estadounidenses confirmaron a The Intercept que el comando de Operaciones Especiales para el cual trabajan se enteró del complot golpista en Bolivia, pero que nunca pasó nada. Una fuente de ese mismo comando agregó que, hasta donde supo, “nunca nadie se lo tomó en serio”.

El informe de Blair y Grim recuerda un hecho que no fue noticia en los medios hegemónicos por motivos obvios: un día antes de la toma de posesión de Arce, Evo Morales, que por entonces se hallaba exiliado en Buenos Aires, aseguró que Orellana había intentado persuadir a los oficiales de mayor rango para establecer una “junta militar”, usando como justificación que Arce planeaba reemplazar a las fuerzas armadas con milicias. “Los medios internacionales ignoraron en gran medida la denuncia de Morales”, indica el sitio de EEUU.

Evo, también conocido durante su presidencia como Jacha Mallku (“Gran Cóndor”, o sea máxima autoridad de los pueblos originarios en lengua aymara) decía la verdad. Pero la verdad, en esta etapa del capitalismo neoliberal, suele ser escondida, negada y eliminada. Al igual que las mujeres y los hombres masacrados por el gobierno golpista de Áñez.

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