Yo no sé, no. Pedro estaba medio preocupado porque iba a ir solo a la escuela. Su hermana ya había terminado y a él lo mandaban a la que estaba al lado de la iglesia de Lourdes, y como se venía medio bravo el invierno, seguro lo iban a mandar recontra abrigado. Capaz que le compraban algo que lo inmovilice y no iba a poder agacharse ni para jugar a las bolitas. Preocupado, miraba qué ropa usaban los vecinos: el del Fiat 600 llevaba un sobretodo desde la mañana hasta el mediodía, como si nada. Don José, como era verdulero y estaba todo el día entrando y saliendo con los cajones y parecía que no sentía el invierno, con una camperita. Le preguntó al tío, que de joven fue vendedor ambulante y andaba de tranvía en tranvía vendiendo flores: “Tío, ¿qué se ponía usted en invierno?”. Su padrino lo miró y le dijo: “Un saquito, nada más”. El tío, que fue joven entre los años 40 y 50, le habrá querido decir que por esos años había solcito para todos. Ese solcito se llamaba peronismo. 

Pasó un día por una vidriera y vio un piloto con una frazada adentro, igual a la que tenía en la cama. Mientras la mamá miraba el precio, Pedro transpiraba la gota gorda. “Que no me vayan a comprar eso. Si me mandan con eso a la escuela, cómo me voy a mover, cómo voy a patear”. La angustia duró poco porque el precio era inalcanzable. Ese año, los diarios decían que Hirohito seguía siendo emperador de Japón lo más pancho, y que Martin Luther King le dijo al mundo su frase célebre: “Tengo un sueño”. Pedro pensaba: “Cuando vaya a la escuela recontra abrigado voy a tener un sueño como si no hubiera salido de la cama”. También hablaban de las penurias que estaba pasando Gatica, el Mono, que meses más tarde lo agarraron casi desnudo en un accidente de tránsito y partió para siempre. 

Ya cuando iba a la escuela de Acindar, tenía un rompevientos para hacer gimnasia que a la salida terminaba siendo arco del último fulbito que uno se pegaba al lado de la fábrica que tenía a esos guardias con sobretodo, que nos miraban las caras de traviesos, de que siempre intentábamos algo peligroso, pero sobre todo nos miraban imponiendo autoridad. Cuando los inviernos del 73 y el 74 lo agarraron a Pedro yendo al Superior, una noche el profesor de Historia que estaba cerca de la Dirección lo mira y medio tiritando, le dice: “¿No tiene frio?”. El profesor llevaba un sobretodo hasta el piso, y Pedro, que tenía la misma campera que lo acompañaba en invierno y en verano, miró a un compañero que subía la escalera con un gamulán, y a otro con un montgomery, y le respondió: “La verdad que está frío, pero no lo siento”. En esos años, a pesar del frío, había un solcito político que aparecía hasta en los días más grises, que alimentaba ese motor que tenemos en el pecho, en el lado izquierdo, para estar siempre protegidos por dentro, realimentando nuestros sueños: la eterna juventud, con sueños individuales en la mirada de alguna compañera, pero sobre todo ese sueño que abrazamos de cambiar las cosas. Aunque hubiese querido tener un montgomery o un gamulán, con esa camperita, en esas noches frías después del bar o la esquina, era suficiente. 

El invierno del 74 fue fulero. Con campera nueva y todo, partieron la abuela Aiti y el General. Y aunque estábamos medio enojados, el dolor nos llegó a todos. La patria se sentía más desprotegida sin ese sobretodo que la calentaba. Le dábamos mil formas a ese abrigo, interpretaciones distintas, pero todas para un sueño transformador. Y ahora, Pedro dice: “Ojalá que cuando se vaya este frío y todo el bicherío, nos agarre de nuevo peleando contra los miserables. Porque no hay mejor cosa que el sobretodo de los sueños, el montgomery de los sueños, el gamulán de los sueños colectivos para salir de esta”. Me lo dice mientras mira a unos pibitos que vuelven a las clases presenciales recontra abrigados, y dice: “Puta, ¿será necesario?”. Y recuerda con nostalgia cuando se levantaba temprano, casi con parte de la cama encima, pero sobre todo con la alegría de ser pibe, de estar estudiando, y de estar protegido. Ojalá que pronto, para todos, para que haya patria, haya sueños sobre todos, sobre todo los sueños.

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