El represor José Rubén Lo Fiego, el ex policía rosarino condenado en tres juicios por delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura cívico-militar, murió este miércoles por la noche en el penal de Ezeiza a los 72 años, como consecuencia de un agravamiento de sus problemas de salud.

Lo Fiego, que durante la represión ilegal usó los alias de “Ciego” por los grandes lentes que vistió hasta su muerte, y de “Mengele” por adopción ideológica con el nazismo, fue el jefe de los torturadores del centro clandestino de detenciones que funcionó en el Servicio de Informaciones (SI) de la Policía rosarina, el más grande de los que operaron en el sur de Santa Fe.

Había sido condenado a prisión perpetua por los delitos de homicidio, torturas y privación de la libertad en el juicio “Feced I”; luego recibió una sentencia a 12 años en “Feced II” y en 2020 un tribunal lo penó a perpetua, nuevamente, por los mismos crímenes y por delitos sexuales cometidos contra víctimas mujeres indefensas.

El diputado Carlos del Frade dijo que “lo más impresionante de Lo Fiego es que siempre torturaba a cara descubierta y, además, se ufanaba de lo que había hecho, porque de alguna manera creía que estaba llevando adelante una tarea patriótica o algo parecido”.

Esa convicción ideológica lo llevó a no arrepentirse de sus actos, a pesar de haber aportados datos durante los juicios a los que fue sometido sobre los hechos que protagonizó.

Consideraba injusto que él estuviera en el banquillo de los acusados y otros “cruzados” eludieran el proceso penal. Esa característica –la de torturar a cara descubierta- hizo que fuera uno de los primeros represores en ser señalados por las víctimas una vez recuperada la democracia.

Las leyes de impunidad lo protegieron tempranamente y “El Ciego” hizo carrera en la Policía: llegó a jefe de Operaciones de la fuerza cuando, recién en 1997, fue dado de baja por la gravedad de los crímenes cometidos.

Esbirro

Para Del Frade, Lo Fiego fue “la racionalidad de Agustín Feced”, el comandante de Gendarmería retirado que fue jefe de la Policía de Rosario durante la dictadura.

“Se lavaba las manos de la sangre de sus torturados y se ponía a escribir los cuatro informes que salían de las sesiones de tortura para el Comando del Segundo Cuerpo y otras reparticiones”, contó el periodista.

Del Frade narró un hecho que ubica al represor policial en el lugar que tuvieron los esbirros de la dictadura como Lo Fiego: el de feroz mandadero de los beneficiarios de ese proceso histórico.

El entonces jefe del Segundo Cuerpo de Ejército, general Leopoldo “Galtieri lo felicito por un procedimiento antisubversivo que hizo en (la petroquímica) PASA, que está en su legajo, que demostraba cómo las grandes empresas fueron los titiriteros del golpe de Estado y la represión”.

Cárcel común

El militante de HIJOS Rosario, Tomás Labrador, resaltó este jueves que “lo importante es que Lo Fiego haya estado cumpliendo su condena en cárcel común, como pedimos que sean las sentencias a los genocidas”.

“Si bien gozó de impunidad por varios años por las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, gracias a la lucha de los organismos de derechos humanos y a la derogación de las leyes de impunidad durante el gobierno de Néstor Kirchner, pudimos retomar el juzgamiento del genocidio en nuestro país y por esos procesos fue juzgado”, añadió.

Labrador recordó que el represor fallecido “era el jefe de los torturadores del SI, por el que pasaron más de dos mil compañeros detenidos-desaparecidos, señalado como alguien sanguinario y violento que también fue condenado por delitos sexuales”.

El orgullo de torturar

La abogada de la Asociación Permanente por los Derechos Humanos (APDH) de Rosario, Gabriela Durruty, señaló por su parte que Lo Fiego “se destacaba por su especial ferocidad, por su entrenamiento para atormentar y ejercía ese carácter de director de la tortura dentro del centro clandestino más importante de la región”, el que funcionó a la vista de todos en la esquina de Dorrego y San Lorenzo, en aquel momento ocupado por la Jefatura de Policía.

“Son incontables sus víctimas”, continuó la abogada, quien resaltó que “tenía un orgullo por su ‘trabajo’ que decía desempeñar convencido”. Por esa razón, recordó Durruty, “en muchas ocasiones decía su nombre verdadero y se mostraba a cara descubierta frente a sus víctimas”.

Para la abogada querellante en juicios de lesa humanidad, a pesar de que en 1976 era oficial de la Policía, “dentro de las paredes de la sala de tortura era realmente el jefe” del sufrimiento infligido a personas inermes.

Del Frade considera que “hablar de Lo Fiego es hablar del segundo gran asesino de la dictadura (luego de su jefe, Feced), un hombre de una frialdad enorme y una gran perversión, y que tenía una memoria al detalle de lo que había pasado y conocía a cada una de las víctimas”.

El ahora legislador, que en su momento lo entrevistó, señaló que “la muerte de Lo Fiego es la muerte del hombre que posiblemente se haya llevado a la tumba el destino de los cuerpos de las y los desaparecidos” y los bebés robados.

Durruty, en tanto, dijo que “es un momento importante porque su fallecimiento se da en el lugar donde debió estar desde mucho tiempo antes -las leyes de impunidad le regalaron décadas de libertad que no merecía-, pero muere en una cárcel común pagando de alguna manera por la gravedad de los delitos cometidos”.

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