Mujeres del populoso barrio Las Flores se plantan con la guardia alta ante la violencia de género: levantaron un gimnasio de boxeo feminista, que –entre otros objetivos– busca noquear al patriarcado.

Anabel Amarillo atravesaba la etapa final de la adolescencia cuando una tarde, en la tradicional caminata con su madre, se topó con un gimnasio de boxeo, en la zona de Castro Barros y avenida del Rosario. Entró a ver “qué onda” y no salió más. Pronto aparecieron las primeras peleas amateurs, las exhibiciones y luego el profesionalismo: desde allí se hizo llamar con el mote de La Devastadora. Entre sus 9 peleas en ese nivel, se vio las caras en el cuadrilátero con Mónica La Gata Acosta, oriunda de Santa Rosa (La Pampa) y campeona mundial. Eran épocas en las que el boxeo y las mujeres solían caminar por veredas distintas, y más temprano que tarde tuvo que dejar la actividad porque “tenía que trabajar, ya me había juntado y no tenía el mismo tiempo que hay que tener para dedicarse a eso”, según le confiesa a El Eslabón. Pero lejos de tirar la toalla, a una década de aquellos años glorisos, Anabel Amarillo hoy enseña boxeo a más de 40 pibas del barrio Las Flores. 

Con los puños en alto

“Dentro del movimiento popular al que pertenezco, que es de Santa Fe y una vez vinieron a Rosario para organizar una copa de leche, en una charla –luego de que mi papá metiera el bocadillo de que yo había sido boxeadora– surgió el proyecto”, repasa Anabel respecto de los orígenes del proyecto que ocupa sus horas por estos días, y se explaya: “Me preguntaron si me gustaría dar clases de boxeo y por supuesto que les dije que sí. Pero les advertí que hacía unos 10 años que no tocaba el tema boxeo”.

Foto: Candela Basualdo

Pero lo que la terminó de convencer fue que a través del deporte de los guantes podía aportar a la lucha contra la violencia machista. “Lo pensamos metiendo el tema del boxeo feminista como un acompañamiento a las chicas, porque acá en el barrio hay una cantidad de casos tremenda. Después de una charla con las chicas, te vas con el problema de todas, y hay violencias de distintas maneras, ojo, no sólo con golpes. Así que nos mandamos”, asegura Anabel, con una mezcla de bronca y dolor, y añade: “Al principio no teníamos un lugar para entrenar, así que me acordé del club nuestro de toda la vida, el Polideportivo Barrio Las Flores, en el que hicimos la colonia y distintas actividades. Es municipal, está en el barrio. Así que pregunté y la gente del club se portó de diez”.

Las medidas sanitarias hicieron que la actividad se viera postergada pero ahora, con los protocolos del caso, la pudieron retomar. “Tuve que hacer un grupo de WhatsApp porque tengo 45 pibas anotadas y el cupo permitido son 10 personas, así que las 10 primeras que me dan el okey a las 8 de la mañana, son las que vienen”, remarca la profe, y detalla: “Estamos los lunes y miércoles, de 9 a 10 de la mañana”.

Feminista, no femenino

“Cuando empezamos a hablar del tema en nuestro espacio, Nuestramérica Movimiento Popular, decíamos que cuando una dice boxeo, indefectiblemente es de hombres”, confiesa Amarillo, y tira una sentencia que pinta de cuerpo entero el obetivo de la movida que lleva adelante: “Me gustó pensarlo como boxeo feminista, y no femenino”. 

Poniéndose seria, Anabel aclara que no sólo está en juego lo deportivo o la actividad física en sí: “Además, esto nos ayuda en lo cotidiano, en el carácter, es como una terapia. Y los chicos de la Muni nos están acompañando en este tema de la violencia, así que también ayudamos a las chicas con la salud, en los cuidados anticonceptivos, de lo sexual”, destaca, y abunda: “También hacemos hincapié en hablarle a las chicas de otra manera, porque muchas veces se lo hace con violencia, con comentarios que muchas veces se hacen en joda, pero una se siente atacada. Somos muy cuidadosas en ese sentido”.

Foto: Candela Basualdo

Entre otros objetivos a corto plazo, Anabel adelanta que “cada 15 días queremos hacer reuniones con las chicas, estilo talleres, para que ellas tengan su lugar, para concientizar más sobre el tema de la violencia, para que vayan aprendiendo de casa cosa que nos pasa a diario”, y remata: “Tenemos muchas cosas pendientes, como la inauguración por ejemplo. Sólo se hizo algo por redes sociales, pero yo quiero hacer una inauguración en la que se vea bien lo que hacemos”.

Las manos en la masa

A la hora de la entrevista, Anabel Amarillo no tiene guantes en sus manos, sino un engrudo de agua y harina. “Los martes y jueves tenemos un merendero en el barrio Las Flores”, explica esta militante de Nuestramérica Movimiento Popular, un espacio que camina varias barriadas de la ciudad, y en el marco de la cual se realiza el gimnasio pugilístico y varias otras actividades. “Tenemos las cuadrillas de limpieza, tenemos taller textil, de murga, hacemos de todo un poco”, aporta al respecto. 

Antes de despedirse, Anabel repasa sus inicios en el mundo de los cuadriláteros y las cuerdas. “Con mi mamá siempre salíamos a caminar, y pasamos por el Ñaro Boxing Club, que está en Castro Barros y Avenida del Rosario y entré a preguntar si había escuelita de boxeo, a ver qué onda. Yo tenía 17 años aproximadamente y eran todos hombres, no había una sola chica”, cuenta con un dejo de nostalgia, y añade: “Después empezaron a aparecer algunas exhibiciones, hice de amateur unas 28 veces, y ya siendo profesional tuve que asumir más compromisos. Al no tener un compañero que te acompañe para que vos puedas seguir en ese objetivo de pelear por un título, tuve que dejar. Ya me había juntado, tenía que trabajar y no tenía el mismo tiempo que hay que tener para dedicarse a eso. Y eso, lo pensé después, también es violencia. Porque una tiene que quedarse en la casa, con su marido. Por eso les recomiendo a las chicas que estudien. Pero si no tienen a un compañero que las banca, no se puede”.

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