En el año 2005, la Municipalidad de Rosario inició el proyecto Museo Urbano Arte a la Vista. La idea se centraba en una serie de murales de enormes dimensiones dispuestos sobre las medianeras de grandes edificios céntricos. Las imágenes reproducidas correspondían a obras de artistas rosarinos de reconocida trayectoria. En el conjunto de pinturas seleccionadas había clásicos del arte moderno como Leónidas Gambartes o Julio Vanzo, “pioneros” como Augusto Schiavoni o Emilia Bertolé e incluso artistas más cercanos en el tiempo como Eduardo Favario o Rubén Baldemar. El debate sobre lo público y lo privado, y la exhibición monumental de piezas pensadas para un consumo reducido, son algunas de las reflexiones que vienen a cuento cada vez que se piensa en esta propuesta.

Al día de hoy, la mayoría de estos murales aún se mantienen en pie a pesar del deterioro de la pintura, la acción de los elementos y la falta de mantenimiento. Algunos, sin embargo, fueron cubiertos por la construcción de nuevos edificios o tapados por publicidades.

Con el paso del tiempo este museo urbano empezó a formar parte de la vida cotidiana de los rosarinos y rosarinas. Este nuevo entorno donde la pintura se fundía con la arquitectura, alimentó el imaginario de varios autores contemporáneos poniéndolos en contactos con cierto sector de la tradición pictórica local de formas muy diversas.

En un óleo de pequeño formato de Inés Beninca, del año 2018, aparece el mural basado en la obra Retrato de Antonio Berni (1935) y pintado sobre una de las paredes del Hotel Majestic. Si bien la cita es extremadamente sutil, la figura de la mujer aún puede distinguirse entre el conjunto de edificios en un entorno urbano simplificado. En esta hermosa pieza de colores apagados y formas geométricas, la sensibilidad ante lo cotidiano se hace patente.

La medianera que mira al este en el edificio ubicado en Urquiza y Santiago reproduce la obra también denominada Retrato, pero en este caso de Juan Berlengieri. Dicho mural, que en algún momento mostró la imagen de una mujer pensativa, ahora se encuentra parcialmente cubierto y en su parte superior un rectángulo ocupa el lugar de la cabeza. En 2018, Cristian Ozuna decidió reversionar este cuadro “decapitado”. Su pintura de grandes dimensiones se fue conectando con la serie de óleos sobre frentes y tapiales que el artista venía realizando evidentemente influenciado por los paisajes urbanos de Rodolfo Elizalde. En ellos, las paredes se convierten en superficies extremadamente claras en las que los contrastes, apenas perceptibles, hacen pensar en el tiempo perdido y en los recuerdos que se borran. Lo mismo pasa con los detalles de mampostería, las ventanas o los aires acondicionados,  elemento que deliberadamente suprime para dejar lugar al juego libre y sutil de los blancos de color.

En 2020, Andrés Yeah hizo lo propio con su versión del mural La niña de la rosa, de Alfredo Guido (1921), ubicado en Entre Ríos entre Tucumán y Catamarca). Este dibujo digital forma parte de una serie basada en fotografías de interiores y exteriores en los que la ciudad toma protagonismo. Si en el óleo original los colores apagados de la imagen enfatizan el carácter sobrio de la pieza, en la versión actual la niña aparece llena de colores saturados, casi en tono sarcástico. Su estética nos recuerda nuestros primeros intentos en Paint en los que sólo contábamos con una limitada cantidad de colores y pequeños aerosoles. A su vez, otro retrato, el que Augusto Schiavoni hiciera de su hermana María Laura (Rioja entre Corrientes y Paraguay) aparece en la tapa de uno de los discos de la banda Mi nave, de la que Andrés formó parte. El zorro que la mujer ostenta en su cuello linkea con el aguará guazú de la tapa del disco anterior, otra vez la seriedad de la modelo parece estar cargada de un humor sutil.

En el mismo lugar que se pintara el Retrato de Esther Vidal, de Luis Ouvrard, de 1928 (Mendoza entre Maipú y Laprida) se encuentra hoy una reproducción de Con los pintores amigos, obra de 1930 y un emblema del Museo Castagnino. Hace algún tiempo, la pintura fue casi completamente cubierta por un edificio. La única zona que quedó a la vista es la que corresponde al autorretrato del pintor Schiavoni. Desde cierto lugar, aún puede verse el pincel que lleva en su mano y la expresión de derrota en su cara. Augusto se quedó sin sus pintores amigos y su semblante original adquiere una nueva dimensión.

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