Sucede en todo el mundo: los pueblos originarios sufren malos tratos, exclusión y masacres. Ahora se conocieron detalles de Australia. Meses antes, en Canadá. Lo mismo ocurrió, y sigue ocurriendo, en buena parte de América Latina.

El horror comenzó a salir a la luz en mayo de 2021 en Canadá, y se convirtió en escándalo en junio. Un escándalo pequeño en términos informativos, asordinado por los medios hegemónicos. Más de 150 mil niñas y niños amerindios, mestizos e inuit fueron reclutados contra su voluntad hasta 1990 para enviarlos a 139 escuelas católicas residenciales, aislados de sus familias, su idioma y su cultura. Fueron sometidos a malos tratos y abusos sexuales. Más de 4 mil murieron, en su mayoría de tuberculosis. 

Y ahora fue el turno de Australia, otro país que, como Canadá, para muchos es ejemplo de democracia y corrección política. Allí también se ejerció la crueldad y la discriminación contra los habitantes originarios. No es casual que, en distintas latitudes, se repitan los mismos crímenes: en el origen de la mayoría de los Estados hay sangre, barro, abuso y muerte.

El primer ministro de Australia, Scott Morrison, anunció la semana pasada que indemnizará a miles de indígenas de la llamada “Generación Robada”, expresión que intenta ser un eufemismo pero no logra disfrazar el espanto: se refiere a miles de niñas y niños que fueron arrancados de sus familias como parte de la política oficial de “asimilación” (otro cínico racista) entre 1910 y 1970.

El gobierno australiano anunció que desembolsará más de 85 mil dólares australianos (unos 63 mil dólares estadounidenses a los aborígenes afectados en el Territorio Norte, el Territorio de la Capital Australiana y de la Bahía Jervis (en el estado de Nueva Gales del Sur). 

“Lo que ocurrió es un capítulo vergonzoso de nuestra historia”, dijo Morrison ante el Parlamento de Camberra, luego de la implementación de un plan para terminar con la discriminación que sufren los pueblos originarios, que representan un 3,3 por ciento de la población de Australia (25 millones de habitantes).

En 2008, el primer ministro laborista Kevin Rudd pidió perdón en nombre del Estado. Y ahora Morrison recurre a la reparación económica.

Discriminación y etnocidio en todo el mundo

Más allá de las actitudes, más o menos tardías, más o menos hipócritas de los gobiernos, está la memoria. La exclusión, el abuso y el genocidio de determinados grupos sociales considerados “descartables” forman parte de la historia del mundo, y goza de muy buena salud en el marco del capitalismo en su etapa neoliberal. Todavía hoy los pueblos originarios siguen siendo exterminados, marginados, hambreados y excluidos. Y el Covid-19, también en este caso, es un perfecto aliado de los genocidas. 

El gobierno derechista de Sebastián Piñera en Chile, como lo hiciera en su momento el gobierno de la misma tendencia de Mauricio Macri (2015-2019) en la Argentina, masacra mapuches (entre otros pueblos originarios) con impunidad, blindaje mediático y complicidad de parte de la Justicia, una institución infestada de machistas y racistas. 

En Colombia, Brasil, El Salvador, Ecuador, Perú y Honduras, por sólo tomar algunos ejemplos de la región, la discriminación y la limpieza étnica en manos de sicarios se repite hace años.

En Chile, la derecha no se puede tragar que la Asamblea Constituyente sea presidida por la académica mapuche Elisa Loncón. Para colmo, y ante el horror del Chile blanco, rico y que se autopercibe descendiente de los bretones, Loncón ofreció un discurso que comenzó en mapundungún para luego continuar en castellano: “Se funda un nuevo Chile, plural, plurilingüe, con las mujeres, con los territorios. Ese es nuestro sueño”, dijo, al tiempo que pidió liberar a los presos políticos mapuches y a los que participaron del estallido social.

“Sabe hablar en castellano, pero no importa. No pierde la oportunidad de hacer un show”, señaló la constituyente, filósofa y mediática columnista de ultraderecha Teresa Marinovic.

La “Australia blanca”

Según informó el gobierno de Australia, los indemnizados, unos 3.600 de supervivientes, además, recién ahora, como si fuera una dádiva de las autoridades, “tendrán la oportunidad de contar su historia a un funcionario designado y recibir una disculpa personal o mediante una carta”.

Más de 100 mil menores indígenas australianos de la “Generación Robada” fueron separados de sus familias entre 1910 y 1970, y entregados para su educación a familias blancas o instituciones como parte de la pasada política de la “Australia Blanca” que buscaba “asimilar” a las minorías. En el lenguaje racista “asimilar” es destruir la otredad, considerar inferior, descartable, eliminable, toda otra cultura que no sea la blanca, europea y hegemónica.

Los aborígenes australianos fueron víctimas de constante maltrato desde la colonización, además de desposeídos de sus tierras y discriminados sistemáticamente, y muchos de ellos viven en situación de pobreza y desigualdad.

La Constitución australiana, que data de 1901, no menciona ni reconoce a los aborígenes como los primeros habitantes del país, aunque en los últimos años crece un movimiento civil para reconocer sus derechos naturales.

Los primeros pueblos originarios de Australia llegaron hace unos 500 mil años desde el suroeste asiático. Eran cazadores y recolectores. En la época de la invasión británica se calcula que eran cerca de un millón. Se distribuían en 300 clanes y hablaban, entre todos ellos, más de 250 idiomas y 700 dialectos. 

En 1770, llegó el conquistador británico James Cook y tomó posesión del sudeste de Australia, en nombre del rey de Inglaterra. A partir de ese momento, el territorio se utilizó como centro penitenciario de presos procedentes de Gran Bretaña.

En materia de violencias e injusticia, Canadá y Australia no quedan tan lejos de América Latina. En la región también se despoja de tierras a los pueblos originarios para que sean explotadas por empresas extractivistas. Y si osan resistir, allí están las milicias armadas y los grupos de sicarios para eliminar a los insurrectos.

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