Un gato montés irrumpe en un pedacito de espacio verde en el corazón de la zona sur de la ciudad, en la plaza Tarragó Ros. El animal está pintado en una dimensión enorme. Está lleno de una energía que contagia vida. Junto a él se divisan unos irupés y camalotes. También está la promesa de que se sumen los alguaciles, que anuncian la lluvia que falta, el viento sanador de la naturaleza. El sol es sol y luna. Es día y noche. Tiene amarillos, naranjas, azules. Cada quien puede ubicarse en el tiempo, en el momento que elija. Después de todo, la intención de quienes producen este mural es que nos sintamos partes de la naturaleza, no dueños, sino convivientes de un mismo planeta.

Hace poco más de una semana que llegaron hasta la placita de 24 de Septiembre al 700, entre Buenos Aires y Laprida, con andamios, largos palos con rodillos y pinceles para alcanzar lo más alto del mural; escaleras y tarros de pintura. De un lado están los juegos, el arenero, unas mesas, unos árboles (o lo que va quedando de éstos), en una de las esquinas un mástil con la bandera argentina. Y en el otro límite, un gran muro que recorre la plaza de extremo a extremo. Allí trabajan Camila Guerra y Guillermo Quevedo; o más bien como se presentan a través de sus firmas de artistas: China del Río (o China) y Guiye Pincel. Son quienes pensaron, diseñaron y le dieron forma al Proyecto “Reverdeceremos. Somos humedal”.

En una de las mesas de la plaza, entre el sol de las dos de la tarde y el aroma de unos gajos de naranja, Camila y Guillermo van contando cómo nació la idea de intervenir Rosario con iconografías del Litoral. El primero de los animales con el que arrancaron la iniciativa es el gato montés, pero ya están en su agenda el lagarto overo, el aguará guazú, la comadreja overa y el carpincho.

Camila Guerra y Guillermo Quevedo, quienes impulsan el Proyecto Reverdeceremos. Foto: Manuel Costa

Nos conocimos el año pasado, en las autoconvocatorias para cortar el Puente Rosario-Victoria, ante las problemáticas de las quemas en las islas, donde también entendimos que somos un humedal, no solo un río y unas islas. En estos cortes nos encontramos en acciones más efímeras, más esporádicas, como las de pintar el puente, la calle o banderas como las que llevan las consignas por la Ley de Humedales Ya! Un día sentimos que necesitábamos que estas acciones más efímeras tomen otra entidad, queríamos que queden en la ciudad, que permanezcan y que convivan con les ciudadanes y les vecines”, repasa Camila sobre los inicios del proyecto.

La meta fue que lo que emprendieran convoque a la reflexión. “Más que nada –continúa Camila– para que quienes sienten y quienes ya viven esta manera de sentir otro respeto, otra relación y otro vínculo con el entorno puedan encontrar en estos murales un poco de apoyo. Pensamos que es necesario fortalecer ese pensamiento que ya existe. Nosotres lo hacemos a través de estos murales”.

Fue así que a principios de este 2021 empezaron a imaginar esta serie de intervenciones, con todo lo que implica, además, llevarla adelante desde el lugar de artistas y realizadores independientes.

Para que Reverdeceremos prospere, la otra pata clave fue buscar los recursos. “Nos dimos cuenta que el proyecto era muy interesante para muches que querían participar, colaborar. Varios actores políticos y sociales estaban interesados en ser parte. Si bien la gestión lleva sus trámites y tiempos, nos fue bastante fácil y llevadero porque iban surgiendo nuevos aportes para formar parte del proyecto. Hubo quienes nos tiraron ideas para el desarrollo de los contenidos teóricos, otros en el diseño, para la edición del material, en el registro de las imágenes o en la divulgación”, repasa Guillermo cómo poco a poco fue tomando forma la idea inicial. También destaca el apoyo económico que reciben de los Sindicatos por el Ambiente.

El carpincho. Otro de los animales de nuestro humedal que está en proyecto pintar en la ciudad.

Camila admite que existía el camino de ir por el lado de lo privado para financiar la idea (y que son bien recibidos los aportes que quieran ofrecerse), pero entendieron que era primordial involucrar al Estado: “Nos parece importante que tanto la Municipalidad como la Provincia, el Concejo o diputades se comprometan con este proyecto. También es una manera de comprometerse para que el cuidado de los humedales y del ambiente, en general, sea efectivo y real”.

Apoyar iniciativas como estas es tomar posicionamiento”, dice, y agrega que hasta el momento con el sector político y de representantes del Estado han tenido muy buena recepción y les han reconocido la importancia que tiene el tema que abordan. Además de abrirles las puertas para diseñar estrategias pedagógicas para llegar con Reverdeceremos a las escuelas.

Bellas Artes y muralismo

Uno y otra estudiaron Bellas Artes, pero también aprendieron en la escuela de la militancia por el ambiente, por los derechos humanos en todas sus expresiones. Guillermo Quevedo pertenece al grupo Arte por Libertad, que –tal como narra– tiene su origen en 2001 en el Bodegón Cultural Casa de Pocho, en Ludueña, acompañando el pedido de justicia y también reactivando el trabajo que hacía Pocho Lepratti en el barrio.

Al mismo tiempo, comienza a trabajar, a través del arte, con otras organizaciones sobre los derechos de las infancias y adolescencias, además de los movimientos ambientales. “Formé parte del bloqueo a la planta de Monsanto en Malvinas Argentinas (localidad de la provincia de Córdoba), durante dos años, donde hicimos un montón de actividades culturales, pensando alternativas al modelo”, menciona Guillermo sobre aquella movida ambientalista. También integró la Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC), participó desde su saber y acompañando estas luchas desde el arte. “Estudié Bellas Artes y aprendí pintura con una profesora del barrio”, rescata de su formación de artista.

A Camila Guerra la conocen más por el seudónimo con el que firma sus trabajos: China del Río, o en lo cotidiano simplemente como China. “Mi papá pintaba, no como un oficio sino para estar en contacto con el arte”, nombra como uno de los primeros aprendizajes que la unió a su actual proyecto de vida. Al terminar la secundaria, comenzó a estudiar Bellas Artes en la universidad pública. Si bien no terminó la carrera, asegura que una de las materias de primer año (Problemática del arte latinoamericano) le permitió acercarse al muralismo mexicano. “Me despertó, me resonó diferente con lo que se aprendía en la academia. Y como mi hermana está en México aproveché y me fui para aprender lo que quería hacer”, refiere de un paso que la ayudó en su preparación.

El lagarto overo, también es parte de los elegidos por Reverdeceremos.

Asegura que el muralismo o arte urbano lo aprendió en la calle: “No existe todavía una instancia formal en la ciudad que habilite la opción de muralismo, no es algo que veamos en la facultad; pero sí pintando con amigues, encontrando contención con otras compañeras”. Camila celebra la novedad de que esté en camino de aprobarse la Diplomatura en arte urbano y mural,  que presentaron ante el Consejo de Humanidades y Artes (UNR) junto a dos colegas, Jorge Molina y Marcela Philipp.

La joven artista también forma parte de la Agrupación de Mujeres Muralistas de Argentina (Ammura), con sede en Rosario. “Fue con ellas con quienes nos motivamos a salir a pintar, cada vez con mayores calidades técnicas, y también empezamos a cuestionarnos el sentido del mensaje, el para qué y para quiénes”.

En esos recorridos de aprendizajes y vocación por el arte, uno y otra se encontraron militando en defensa de los humedales en 2020. Poco a poco comenzó a gestarse Reverdeceremos.

En un material que describe en qué consiste este proyecto, se lee entre los argumentos que lo sostienen la necesidad de responder a la problemática ambiental de la región. “Los movimientos clandestinos de suelos para favorecer la agroganadería, la construcción de terraplenes que cierran cursos de agua y secan lagunas, la quema de pastizales para el rebrote de pasturas, la excesiva carga ganadera y el desarrollo inmobiliario, entre otras intervenciones humanas sobre el tramo final de uno de los humedales más importantes del mundo, continúa  avanzando”, alertan.

Tarea colectiva

Camila no cree en las casualidades. Lo expresa cuando recuerda cómo se encontraron con la Tarragó Ros, un espacio que no tenían en el listado de lugares relevados para los murales. Fue un día de mayo, cuando regresaban de acompañar al Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir en su paso por Rosario, camino a Buenos Aires a reclamar por el terricidio al que asistimos. “Llegamos hasta calle Uriburu acompañándolas y a la vuelta nos encontramos con esta plaza. La vimos y nos gustó también por la idea de descentralizar, de salir del centro de la ciudad con los murales”.

Así fue como a principios de agosto comenzaron a aparecer día a día los primeros bosquejos y colores del gran mural. Es el primero de un proyecto que busca, no generar, sino “fortalecer la conciencia ambiental que ya hay, que contribuya a visibilizarla”. “Para saber –profundiza Guillermo– que es mentira que no hay conciencia ambiental, sino que está invisibilizada por los intereses de una clase minoritaria que no quiere que se vea, para poder seguir saqueando, matando y avanzando sobre la vida”.

El nombre del proyecto “se vincula con esa meta –retoma la charla Camila– del reverdecer de la vida, insistente, a pesar de la ambición humana”. Para seguir esa lógica, pensaron que las imágenes a plasmar no fueran antropocéntricas, sino que los protagonistas de los murales sean “muchos otros seres con los que cohabitamos”.  Así aparecen los animales, los insectos, el agua, los elementos propios de nuestro territorio, sobre los que se preguntaron, investigaron para conocer y valorar. También para representar “el espíritu y ese potencial de los animales más allá de su forma física; el poder y la fuerza que nosotres sentimos que nos transmiten las demás formas de vida”.

Seres de nuestro humedal, también se verán en los murales del proyecto de arte y ambiente.

Un vecino se acerca entusiasmado por dar unas pinceladas sobre el mural. La tentación es grande. Otra vecina les trae comida. Todas y todos quienes circulan por allí quieren saber más, sacarse una foto, opinar sobre lo que se vislumbra una bella obra colectiva. Porque son dos quienes pintan, pero hay muchas personas más que enriquecen el mural con la mirada, con las preguntas que se llevan y seguramente van a compartir. De pronto la plaza puede ser una escuela a cielo abierto.

La mayoría de las veces que pintamos en la calle nos agradecieron, eso conmueve también. Sabemos que los murales no pasan inadvertidos, sabemos del poder de comunicación que tenemos. Dentro de tanta virtualidad de hoy día sentimos que la calle sigue siendo el lugar de encuentro, de cruce, y está buenísimo apropiárselo”, expresan Camila y Guillermo sobre la herramienta transformadora que representa el muralismo.

Quedan aún más días de trabajo para terminar de pintar el gato montés y su ambiente de vida. Que es el de la humanidad también. Vendrán más imágenes, en otros espacios, para que “cada vez más –como dicen desde Reverdeceremos. Somos humedal– reflejen la magia de la vida”.

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