tarará

Vale poner como primeras palabras que esta es una reflexión de un educador sobre otros modos de pensar la educación. Sigamos ahora por el final. Lo que relata el documental Tarará, la historia de Chernobil en Cuba puede leerse de muchas maneras. El 26 de abril de 1986 tuvo lugar un accidente gravísimo en la central nuclear Vladimir Illich Lenin, situada en Ucrania y muy cerca de Bielorrusia. La Unión Soviética, entonces agobiada por una crisis económica, se vio tensionada por una tragedia para la cual no había suficientes conocimientos ni herramientas. En esas circunstancias, aceptó la mano tendida de Fidel Castro quien puso a disposición recursos de su país para recibir a niños y niñas afectados por el accidente.

 

Tarará
Niños ucranianos llegando a La Habana, recibidos por Fidel.

Y continuemos ahora (paradojalmente) por otro punto de inicio. Elegimos este cruce de tiempo y espacio: proponemos recordar el juicio en el cual Fidel Castro fue condenado por el asalto al Cuartel Moncada en 1953. Allí se le preguntó quién fue el ideólogo de la rebelión y Fidel respondió: José Martí (1853-1895). Vale mencionar este antecedente, pues efectivamente el Apóstol –como se reconoce en Cuba a Martí– fue la expresión de un humanismo insurgente que ha puesto su palabra también en el campo de la educación. Recordemos que, como dijimos, esta es una reflexión sobre la educación.

Dijo Martí: “Educar es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido: es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive: es ponerlo al nivel de su tiempo, para que flote sobre él, y no dejarlo debajo de su tiempo, con lo que no podrá salir a flote; es preparar al hombre para la vida (Martí, José, Ideario Pedagógico. La Habana: Centro de Estudios Martianos, 2011, p. 68). Agrega en otro de sus textos: “El amor es el lazo de los hombres, el modo de enseñar y el centro del mundo” (ob.cit. p. 122). Propone la idea de “maestros ambulantes” con una idea de “sociedad educadora”. Y finalmente ejerce, sin conceptualizar, una verdadera “pedagogía del ejemplo” dando incluso su vida por la independencia de Cuba. Así, Martí dijo como sintió y pensó; y actuó como dijo hasta su último minuto. He aquí algunas herencias pedagógicas del gran legado martiano.

Tales ideas han sido puestas en marcha desde la etapa insurreccional del Ejército Rebelde frente a la dictadura batistiana: los barbudos no sólo confrontaban militarmente contra el ejército asesino de Batista, sino que enseñaban a leer y a escribir y curaban a los y las campesinas del Oriente cubano, y continuaban con la labor a medida que se acercaban a La Habana. Con el triunfo de la Revolución Cubana, una de las primeras acciones fue la Campaña de Alfabetización que en 1961 permitió declarar a Cuba como territorio libre de analfabetismo. Esta idea de movilizar a la sociedad para elevados objetivos de ampliación de derechos, de defensa de libertades, de construcción de una sociedad igualitaria tuvo un correlato en el internacionalismo de la Revolución Cubana.

Tarará
Cuba recibió más de 26 mil niñas y niños de Ucrania que el mundo rechazaba.

Si el Che Guevara murió intentando expandir las revoluciones en nuestro continente, generaciones enteras de jóvenes lucharon en las más diversas regiones del mundo acompañando las luchas por la libertad, especialmente en África. Desde luego, este tema será materia de arduas controversias y no las vamos a resolver en estas líneas, pero quisiera ir a dos aportes sustantivos de aquel internacionalismo cubano, que reveló ahora mismo su vigencia, con la difusión del Covid 19, con las Brigadas Médicas Cubanas. Hay que sumar a las y los profesionales de la salud a los continentes de maestras y maestros que recorrieron los más desolados rincones del mundo acompañando los dolores y las esperanzas de los pueblos.

La Revolución Cubana fue, revisando su historia corta del siglo XX a partir de 1959, una escuela con múltiples pedagogías. Una gigantesca escuela de la insurgencia frente a la injusticia. Una escuela por la solidaridad entre los pueblos. Una escuela del amor y la ternura. Una escuela de la dignidad frente al ahogo al que la misma Cuba es sometida desde el criminal bloqueo norteamericano. El pueblo cubano ha sido educador y educando, puso en marcha un humanismo consecuente hasta hoy, incluso en sus momentos más arduos.

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Salud, educación y recreación recibieron las niñas y niños atendidos en la Isla.

Volvamos a Tarará**. El documental -de Ernesto Fontan, producida por el Espacio de la Fraternidad Argentino Cubana y Carbono Films- va haciendo un relato en dos carriles diferentes y simultáneos, pues el programa para los niños de Chernobyl se inauguró en 1991, es decir dos años después de la caída del Muro de Berlín y el mismo año en que la Unión Soviética inició su proceso de autodisolución.

Cuba se quedó sola en medio de una situación intolerable: a las décadas del criminal bloqueo económico se añadió el derrumbe de su principal alianza política y económica abriendo el denominado “período especial”.

El pueblo cubano ha transitado desde entonces, con éxito, todas las pruebas a las que fue sometido por EEUU en sus múltiples ensayos para terminar con la experiencia de la construcción del socialismo en Cuba. Ese momento de inicio del período especial constituyó un punto de inflexión que puso a prueba el principal triunfo de la Revolución Cubana: su construcción cultural. Y es que a pesar de seis décadas de un bloqueo cada vez más agresivo y la desaparición de un campo de países amigos, el pueblo cubano ha sostenido, en lo sustantivo, una sociedad fundada en el amor, la solidaridad, la justicia, la autonomía.

El programa para niños y niñas de Chernobyl inició su camino en ese mismo año y muchos niños y niñas pasaron por esa experiencia reparadora. Verán allí lo que significa la prioridad que una sociedad le da a la niñez y, en general, a quienes tienen más necesidades o precisan de cuidados especiales.

Un pueblo que ha hecho de la solidaridad, incluso en momentos muy difíciles, una práctica efectiva, y Tarará es una expresión concreta de esta afirmación.

Un ejemplo que se agiganta no sólo en el marco de las dificultades que sufre el propio pueblo cubano, sino en la valoración de un tiempo histórico de emergencias. La actitud de algunos países del capitalismo maduro y sus laboratorios, robándose mascarillas, respiradores, acaparando vacunas, pone blanco sobre negro la crisis terminal del neoliberalismo como proyecto civilizatorio. Y de ese pantano inaceptable e intolerable emerge Cuba como una flor de loto que ilumina otro futuro posible. Quien todo lo da aunque muy poco tenga (en términos materiales, que de riquezas amorosas y éticas Cuba y su pueblo tienen gran abundancia) merece nuestro reconocimiento no sólo porque muestra un pasado que merece honrarse, sino un futuro posible para un mundo que exige urgentes reformulaciones donde el valor, la solidaridad, el cuidado del otro y la otra, de la naturaleza, serán claves para construir un futuro viable, deseable y amable.

Tarará es una película que puede leerse desde muchos lugares. Para los y las educadoras es una imprescindible creación que se inscribe en las más nobles tradiciones del humanismo pedagógico. Denuncia un mundo inaceptable y anuncia otro mundo posible en tiempos en los que lo nuevo no termina de nacer, pero está naciendo.

* Pedagogo. Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini
** La película documental se puede ver en las plataformas Cine.ar y Wix.

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