Hasta el jueves 16 a la tarde, cuando este periódico termina de escribirse para marchar a imprenta, la disputa interna en el Frente de Todos está en pleno desarrollo en lo que hace a las escaramuzas propias del mundillo político y mediático que transita cotidianamente los espacios de poder institucional.

El jueves había arrancado con un intento de Alberto Fernández de volver a ganar el centro de la escena tras el miércoles de cenizas del carnaval desatado por los resultados de las primarias del domingo.

Alberto apeló a Twitter para decir que él era el que mandaba e iba a decidir cómo y cuándo traducir lo de “escuché el mensaje de las urnas” en hechos, o al menos en anuncios concretos y de peso real. Y a muy poco de tirado a rodar el hilo de tuits, alguien muy cercano al presidente le dijo en off a periodistas ansiosos que a esa red de palabras posteadas se agregaba una decisión de esas de aunque sea un poco de volumen asible: aceptarle la renuncia al ministro del Interior Wado De Pedro. Sin embargo, apenas los zócalos echaban a correr la novedad con el tono apocalíptico que los caracteriza, Vilma Ibarra salió a desmentir en on lo de la aceptación de la renuncia; y los rumores palaciegos de “ruptura total» derivaron en “posibles señales de acuerdo”.

Más allá de cómo haya terminado el jueves y lo que haya pasado en los primeros días posteriores en lo que a gabinetes, ministros y escaramuzas se refiere, vale resaltar que lo más importante a confirmar es la sensación de que lo que está pasando va mucho más allá de pasadas de factura y reacomodamientos de funcionariatos por el resultado electoral.

Foto: Télam

Por encima de detalles y vericuetos a corto plazo, no son pocos los que perciben que Cristina resolvió levantar el tono de sus señalamientos respecto de la gestión de gobierno al punto de romper la melodía frentetodista que permitió derrotar al macrismo en el 2019, en pos de sostener y reposicionar el proyecto político que irrumpió en el peronismo y en el país a partir de 2003, con el eje puesto en la transformación de las estructuras de explotación y dominación vigentes a favor de explotados y dominados. Y por más que se lo engrase a cada rato, todo indica que ese eje no cuadra en la carreta que maneja Alberto, que no parece rumbear para el lado de las transformaciones esas.

Tampoco son pocos, claro, los que no perciben que las contradicciones internas expresadas pos primarias vayan más allá de las cuitas secundarias de un turno electoral y un período de gobierno; y así es lógico leer que, con su embate, Cristina se equivoca; y se equivoca porque “el resultado del domingo se puede remontar en noviembre”, porque el escandalete de renuncias y jetoneadas al hilo afecta la “gobernabilidad” y es solo responsabilidad “de ella”, porque “este no es momento” para disputar internamente, porque “estas cosas hay que discutirlas adentro” y porque “la que se perjudica con estas cosas es la gente”.

Por estas horas no faltan en las pantallas de la TV “politizada” opinadores y opinadoras “piolas” que, obligados por la implacable y avasallante lógica de la competencia entre las “N” digan, alegremente y ante millones de televidentes, lo mismo que se agita en la otra “N”, o sea eso de que “las peleas entre los políticos alteran los mercados y la economía y la que sufre es la gente, tanto la que mira TN como la que prefiere C5N.

“La gente que está en su casa lo que quiere es tranquilidad, previsibilidad”, repite la opinadora “piola”; sin explicar qué vendrían a ser entonces –ya que no “gente”– los que viven intranquilos y en medio de imprevisibilidades porque no tienen trabajo, o porque si lo tienen, el sueldo no les alcanza para cubrir sus necesidades materiales mínimas.

En todo este meneo interno pos Paso y en plena era de ensaladas comunicacionales que se degluten compulsivamente, no es fácil encontrar la paciencia y la calma necesarias para no dejarse arrastrar por intrigas y negocios de mundillos. No es fácil, pero suena muy aconsejable, sobre todo para quienes se identifican con el Frente que parió la llegada de este gobierno. Y bueno, justo. Qué mejor ejemplo para sugerir que puede no ser en vano confiar, una vez más, en Cristina, la “madre” que lo parió y tal vez hoy esté empezando a indicar por dónde hay que seguir para hacer lo que Dios, Perón y Evita mandan.

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