El ex arquero de Central Córdoba, Diego Fernández, acaba de publicar El intelecto y 10 más, libro que se propone poner a la comprensión y al razonamiento al servicio de los y las futbolistas.

Siempre se dijo que en el planeta fútbol el intelectual, el que leía o escribía en las concentraciones era un bicho raro. No sólo se dijo, se hizo sentir y lo padecieron tipos como Diego Fernández, que además de la literatura siempre se inclinó por otras ramas de las artes como la pintura, el dibujo, el cine, la música. Por suerte esos paradigmas se fueron derrumbando y dando paso a otros, que Diego los supo canalizar y continuar a lo largo de su carrera como futbolista y los profundizó cuando se empezó a probar el traje de entrenador. Por eso no sorprende que haya plasmado todo eso en las páginas de su ópera prima, El intelecto y 10 más, que viene a echar luz sobre aspectos que en los campos de juego se mantenían en las sombras.

Pienso, luego existo

“La idea conceptual del libro es la importancia del desarrollo del intelecto en el deportista”, resume este arquero que jugó en cinco categorías distintas del fútbol argentino y que además pasó por el fútbol peruano. Y agrega que la idea es “tratar de buscar respuestas a inquietudes que uno va teniendo después de un recorrido tanto como jugador profesional y como técnico. De ver cómo las metodologías no convencionales pueden aportar al deportista, al futbolista en este caso porque es mi área, a ver de qué forma ese intelecto lo ayuda en la toma de decisiones en el juego”.

Este trabajo de reciente publicación, que lleva el prólogo de su colega bajo los tres palos, Carlos Fernando Navarro Montoya, el Mono, está dividido en tres partes. “Una científica –detalla el autor– en la que yo hablo de desarrollo, de las definiciones de intelecto, pedagogía, didáctica, tipos de pensamiento, de conocimiento, tipos de aprendizaje, donde también me aportan su capacidad y su conocimiento psicólogos deportivos, diferentes entrenadores”. En el segundo tramo “ya sí me meto en los actores principales, que serían los entrenadores y los jugadores, también con la participación de ex jugadores como Pablo Lugüercio; entrenadores como Toña Is, que es la primera mujer en dirigir en la Federación Española; Pablo Rodríguez Sánchez, otro DT español, algunos entrenadores de básquet”. Y en la recta final, cierra con las conclusiones: “También aportan sus escritos jugadores como César Carignano, Ignacio Bogino, entre otros, que han desarrollado paralelamente a sus profesiones de futbolistas una carrera en escritura, pintura”. “César es además comunicador social y tiene libros publicados”, agrega en referencia al ex delantero de Colón y Atlético Rafaela, hoy periodista en LT10, la radio de la Universidad del Litoral, de Santa Fe. “Es un libro con varios disparadores, y con un contenido amplio que va desde el juego hasta el liderazgo, inteligencia emocional y demás situaciones con las que hoy nos encontramos los entrenadores y jugadores”, cierra.

Manos a la obra

Diego Hernán Fernández no usó las manos sólo para intentar desviar cualquier pelota que intentara meterse entre los tres palos. O para descolgar centros, o para meterle un puñetazo a la pelota, o para agarrarse la cabeza cuando no podía evitar un gol en contra. También las puso al servicio de su creatividad, no con los guantes puestos, sino con su pluma y pincel: “Todo esto viene de mi adolescencia, mi afición a las artes, sobre todo a la literatura, a la pintura. Desde esa época es que soy muy inquieto y eso me llevó mucho a leer y a escribir también. Y una cosa va llevando a la otra, ya que me gusta mucho el cine, la música”. 

El Flaco, que con el buzo y los guantes tiene la pinta de otro Flaco, del histórico Jorge Vivaldo, confiesa que “siempre tuve una preferencia por las artes, más que por las ciencias exactas, y creo que eso es lo que da el puntapié inicial a que hoy, después de un recorrido muy largo por la profesión, uno haya podido amalgamar las pasiones que uno tiene y salga este libro”. Por eso aclara: “Este libro no se empezó a gestar de un día para otro, sino que se viene gestando desde que era un adolescente”. 

Este hombre de 47 años, nacido en la lejana Punta Alta –ciudad pampeana bonaerense muy cercana a la Patagonia– dice que fue su padre, “un asiduo lector y que tiene una afición muy grande al dibujo”, quien lo introdujo en el mundo artístico. “Siempre fui de escribir cuentos, poesías. Esto es lo primero que armo como libro, pero tiene algunas cosas que yo tenía escritas desde hace mucho. Se puede encontrar en el libro la poesía A la pelota, o un escrito de algún ensayo que he hecho en algún momento de mi vida, referido al fútbol y a la vida misma”. Y pasada una semana del Día del Maestro, los recuerda: “Por eso son tan importante los docentes que se le cruzan a uno en la vida, desde la infancia, porque seguramente he tenido la influencia de alguno de ellos que me han marcado y me ha llevado a tratar de crecer en esas inquietudes que uno tenía desde chico”.

Leer el juego

Ignacio Bogino, barbado defensor, pintor y con destellos de escritor, cuenta que llegó a esconderse de sus compañeros en las concentraciones, para leer un libro y no sufrir gastadas por eso. “Son paradigmas que por suerte hoy se van rompiendo”, resalta Fernández sobre las dificultades que tenían los jugadores que expresaban algún interés artístico, y reflexiona: “Hoy como sociedad nos estamos deconstruyendo para volvernos a construir, y aunque todavía se lo mira por arriba del hombro a ese deportista, por lo menos vamos creciendo y ya no es tan raro como antes”.

El flamante escritor sostiene que en la actualidad, la lectura, “es fundamental, no sólo porque ayuda a desarrollar el intelecto, y aunque uno no creo, también a visualizar cosas en el juego que no podés ver. Sino que además es una herramienta fundamental como cable a tierra, para descargar esas presiones que tenemos en el deporte actual”. Y aclara sobre la orientación del conocimiento: “No sólo son las artes plásticas o la música lo que te ayuda, también las ciencias exactas como las matemáticas, los juegos de ingenio, o el ajedrez. Te ayudan a potenciar el intelecto, que te lleva hoy, gracias también a las nuevas tecnologías, a tratar de fomentar esa creatividad que todos tenemos pero que no es tan fácil que salga a la luz”.

El miedo del portero al penalti (a favor)

Bahía Blanca, tierra de grandes deportistas, era lo más cercano que Diego Fernández tenía al mundo profesional de la redonda. Arrancó allí su carrera, defendiendo los colores (y sobre todo, el arco) de Villa Mitre, que en a mediados y fines de los 90 estaba en la tercera división. De ahí en más, se dedicó a recorrer el país y cinco categorías del fútbol argentino, desde Primera División, B Nacional, C, y Federal A y B, con un paso por el Alianza Atlético Sullana, con quien se dio el gusto de jugar la Copa Sudamericana en 2004. Al año siguiente llegó a la zona sur de Rosario, para atajar en Central Córdoba. “Mi paso por Charrúa fue excelente”, dice, y refuerza esos momentos “hermosos” con su memoria: “Tengo 20 años como futbolista profesional y guardo con mucho cariño ese año, no sólo por la campaña que hicimos (quedamos ahí, perdimos la final del Reducido con Morón), sino por el grupo excepcional que había de personas: el Tano Vela, Guille Farré –que vivía conmigo–, Mauro Conocchiari, Pablito Vásquez, Mauricio Verón, el Enano Rocchi, Marquitos y Jorge Del Bono, Tata Acoglanis, Eze Petrobelli, Willi Paredes. Pasaron tantos años y me los sigo acordando a todos porque con muchos seguimos teniendo contacto y quedó una excelente relación. Lo mismo con Oscar Santángelo que era el entrenador, Beto, el masajista”.

Pero antes y después de su estadía en barrio Tablada, también estuvo en Unión de Santa Fe, Olimpo, Santamarina de Tandil, Patronato, Atlanta, Racing de Córdoba, la CAI de Comodoro Rivadavia y Juventud Antoniana de Salta.

Y fue con el aurinegro, un 9 de junio de 2002, con quien tuvo la única chance en su trayectoria de convertir un gol. Y la desperdició. Dicen las crónicas de aquel tiempo que ese 3 a 3 entre Olimpo y Rosario (Puerto Belgrano) fue un “partido electrizante”, por la Liga del Sur. Para el Flaco, además, fue su su último encuentro con el club bahiense, por lo que el histórico Mauro Laspada le dejó patear el segundo penal que tuvieron a favor. El pelado y rústico defensor había convertido el primero, y Diego –que ya había atajado uno en el primer tiempo– se hizo cargo del segundo, pero lo erró. Pero la desgracia no terminó ahí, porque en la contra, el rival puso el 3 a 3 definitivo, con un gol “con la mano”, según recuerda. El título de la novela de Peter Handke –Premio Nobel de Literatura en 2019– El miedo del portero al penalti le calza perfecto, con el breve agregado al final: “al penalti en contra”.

A la pelota

Diego Hernán Fernández

PIEL DE CUERO, CORAZÓN DE TRAPO, ALMA DE POTRERO Y SUEÑOS DE ESTADIO.

ACUSADA CULPABLE DE ANGUSTIAS, EUFORIAS Y LLANTOS, POR SER LA PROTAGONISTA PRINCIPAL,                                                                       DE DERROTAS Y VICTORIAS DENTRO DEL CAMPO.

SE ENTREMEZCLAN EN TU ESENCIA EL ROCK, LA SAMBA Y EL TANGO, USTED SI QUE ES LA QUE MÁS SABE DE LUJOS, GAMBETAS Y CAÑOS.

EN LOS PIES DE LOS MÁS GRANDES HA VIVIDO SIN DESCANSO Y AUNQUE ALGUNO LA MALTRATE, ELLA SIEMPRE QUIERE SEGUIR JUGANDO. SOS SOSTÉN Y RECUERDO, EMOCIÓN Y FELICIDAD, AMIGA, RIVAL,LADRONA Y ARRABAL. SOS ÁNGEL Y DEMONIO,ESPERANZA Y LIBERTAD, SOS ESA QUE NO DIFERENCIA NI RAZA NI CREENCIA NI CLASE SOCIAL, SOS BANDERA Y ESTANDARTE, SOS REGALO Y AMISTAD, SOS PASADO, PRESENTE Y FUTURO, SOS TODAS ESAS COSAS Y MUCHAS MÁS…

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