Cierta vez, cuando Marcelo Molina era juez de Familia recibió a tres hermanitos: dos nenas de 7 y 5 años, y un nene de 3, a quienes debía entrevistar para asignarles un hogar. En esa charla, una de las nenas le preguntó si él era quien les iba a buscar un papá y una mamá, a lo que el juez asintió. Pero la niña no se quedó conforme e insistió en saber cuánto tiempo tardaría para eso. “Un tiempito”, le devolvió el juez. De inmediato, la niña le retrucó: “¿Cuánto tiempo es un tiempito?”. Una respuesta que a Marcelo Molina todavía lo cachetea.

Esa pregunta –¿Cuánto tiempo es un tiempito?– con los días se convirtió en un libro, con más de estas historias y relatos similares de los que el juez tomaba nota. En el prólogo de la primera edición, publicada en 2016, Molina cuenta que fue el periodista Claudio Tate González (del diario La Capital) quien le inspiró la idea de compartir esos relatos, primero en la prensa, luego en un libro. Siguieron las obras de teatro y las charlas alrededor de lo que poco a poco se fue convirtiendo en un proyecto pedagógico, del que hoy se habla como El tiempito

La idea siguió creciendo y ahora tomó forma de un nuevo libro Un tiempito para tus derechos, entre un mate y un café (Editorial Juris), también de Marcelo Molina, y con una bella tapa ilustrada por el artista plástico Jorge Molina. Una obra de divulgación que acerca el derecho de familia a quienes quieran saber de qué se trata; que refleja la vida cotidiana e invita a tomar el derecho como lo que es (o debiera ser): algo propio de las personas.

Es posible afirmar que así como hay un Adrián Paenza en matemática, un Felipe Pigna en historia o un Diego Golombek para las ciencias, hay un Marcelo Molina para divulgar el derecho. Hay trayectoria y sobre todo escucha. La obra busca “explicar algunos de los derechos que forman parte de nuestra vida familiar casi como si estuviésemos en una charla de café, pero sin abandonar la mirada técnica jurídica”, dice el juez en la presentación de su trabajo.

En los borradores de Un tiempito para tus derechos echaron mano a la lectura y escritura primero un grupo de profesionales del derecho y luego otras diez personas sin relación directa con ese ámbito (empleados, un comerciante, un director de teatro, una psicóloga, entre otras y otros). Aportes que Molina consideró clave para que la publicación resultase accesible a la comunidad.

Libro Marcelo Molina
Tapa del libro Un tiempito para tus derechos ilustrada por el artista plástico Jorge Molina.

¿Qué temas abarca? Los derechos de las familias, de las personas y de la niñez. El matrimonio: impedimentos, divorcio, nulidad, bienes. Las uniones convivenciales. La compensación económica. El parentesco. La filiación por naturaleza y por las técnicas humanas de reproducción asistida. La adopción. La responsabilidad parental, el cuidado personal compartido y unilateral. La cuota alimentaria. La debida comunicación con los hijos. La tutela. La salud mental, restricciones y declaración de incapacidad. Sistema de apoyos y curadores. Las internaciones involuntarias. La violencia familiar y la violencia de género. Protección de la vivienda.

El nuevo libro se presenta el jueves 30 de septiembre, a las 18, en la Facultad de Derecho (UNR), ubicada en Córdoba 2020. Será con la presencia del autor. En caso de lluvia, se hará en el Aula Magna con las consabidas restricciones por la pandemia. La presentación también se puede seguir en vivo por el Canal de Youtube de la Facultad de Derecho. Al igual que las demás publicaciones, está disponible en internet, con acceso libre y gratuito. 

Rupturas necesarias

Mi nombre es Marcelo Molina, rosarino, del barrio Refinería –en verdad se llama Las Malvinas–, cincuentitantos años, padre, esposo, hijo, nieto, hermano… alumno, docente, muy mal deportista; también ayudante de almacén, socio, compañero, hincha, bancario, delegado gremial, eterno estudiante de piano… tomador de cortados y compartidor de mesitas de bar, entre otras cosas más. Todo eso soy, aun respecto de aquello que he sido y de aquello que fui, ya que van conmigo”. Así comienza presentándose el autor de Un tiempito…, actualmente juez de Cámara de Apelación.

—La tapa del libro es todo un anticipo del tratamiento del contenido. La ilustración de Jorge Molina al menos se diferencia del estereotipo de los libros de derecho.

—Amén de que Jorge es mi hermano y un enorme artista, con un concepto social del arte en lo que hace, la tapa también se enmarca en esta propuesta de rupturas que nosotros hacemos desde El tiempito. Por lo menos de rupturas en el marco de lo que es el derecho y de la forma en que, en general, se ha comunicado el derecho o el Poder Judicial con la gente, con la comunidad y entre nosotros mismos. Eso es lo que propusimos con el primer libro (¿Cuánto tiempo es un tiempito?) y con la obra de teatro representada por jueces y funcionarios judiciales, muy autocrítica. Este nuevo libro es, de alguna forma, la posibilidad de llevar un concepto de divulgación de lo jurídico hacia la gente. Y con esta idea que digo en el libro: que el derecho no es de uno, sino de la gente. No tiene sentido si no les pertenece.

—¿Se trata de que las personas se apropien de esta idea de derecho?

—Que la gente se apropie de la idea está piola. Pero también que desde nosotros, y aquí sí, como sistema judicial, no tan sólo como Poder Judicial, podamos entender que si sos el abogado de fulano de tal no estás siendo la estrella, sino que estás poniendo en juego el derecho de otra persona. Y esto corre también para el juez, cuando con sus sentencias termina siendo una especie de dueño de la gente. Es al revés: el derecho es de la gente. En el Poder Judicial local, al menos el que más conozco, la gran mayoría lo tiene en claro a eso, aunque no lo digan o no lo expresen de la misma forma que uno lo hace. Pero la mayor parte tiene muy en claro que lo que están resolviendo es la vida cotidiana de la gente.

—En el prólogo se pone en valor este derecho que tienen las personas a entender qué es el derecho ¿Entender eso ayuda a tomar mejores decisiones, en términos individuales y colectivos?

—Hay una vieja regla jurídica conocida que dice que “el derecho se presume conocido por todos”. Cosa que sabemos que es una ficción. Ni siquiera quienes estamos metidos en el tema del derecho conocemos todo el derecho. Es imposible. La ficción tiene que ver con una posibilidad real de actuar, si pudieras alegar que no conocés el derecho ante una cosa sería fácil para todo el mundo zafar de las obligaciones. Amén de eso, si ese derecho que tiene que ser conocido lo explicamos desde un lugar de saber o de poder, con un lenguaje que está muy bien para un uso técnico entre nosotros, pero no para la explicación a la gente, ahí hay una dificultad a pensar que la gente conoce cuáles son sus derechos. Y, en realidad, se pueden dar explicaciones de manera sencilla con términos muy de ahora, como usar las series de Netflix, el cine o anécdotas de la vida cotidiana, que sirven para desmitificar algunos conceptos. Por ejemplo, todavía hay quienes siguen diciendo que después de cinco años de convivencia son matrimonio, cuando eso nunca fue así ni lo es ahora. Está piola poner las cosas sobre la mesa.

—El título Un tiempito para tus derechos. Entre un mate y un café, ¿tiene que ver con esta idea de leer el derecho de manera más cercana?

—El título tiene una bajada que habla entre un mate y un café. Primero por una cuestión coloquial, ubicada en la calle, porque un café te lo tomás en un bar y un mate podés tomarlo en un parque. Es un derecho puesto en la vida cotidiana, o como a mí me gusta decir respecto de cómo tiene que ver el juez su participación: con las patas en el barro. También entre un mate y un café te habla mucho sobre el lenguaje: cuando estás tomando mate no estás dando cátedra, estás debatiendo. Y, en general, en nuestro país, y nosotros, los rosarinos, somos tan de estar en los bares, hablamos todo ahí. Me pareció que era lindo ponerle ese título.

—Los libros, la obra de teatro y las charlas responden a lo que ahora es un proyecto pedagógico alrededor del derecho. ¿Podés recordar aquella historia que lo origina, que le da ese nombre de El tiempito?

—Surge de una entrevista con tres hermanitos, dos nenas y un nene. La nena mayor tenía 7 años, y a quien le podemos decir Luli porque me lo permitió. La nena siguiente tenía 5 y el nene, 3. Venían de una historia muy compleja que había llevado a la Dirección de Niñez a sacarlos de su hogar. Estábamos entrando al proceso de adopción y yo los tenía que entrevistar. Así que cuando ingresan a mi despacho, que era un despacho muy chiquito, empezamos a hablar y ella de entrada me dice: “¿Vos sos el que nos vas a buscar un papá y una mamá?” Le contesto que sí, con las dudas que tenemos nosotros mismos de si lo vamos a lograr. Y ahí me pregunta: “¿Cuánto tiempo falta?” Y yo le respondo que “un tiempito”, pensando en todas las peripecias que pueden pasar dentro del Poder Judicial con los tiempos. Ahí nomás ella me retruca: “¿Cuánto tiempo es un tiempito?” Eso te cachetea.

—El proyecto que sigue a esa historia habla también de qué pasa cuando se escucha a un niño o una niña.

—En verdad el libro también se podría haber llamado No se moleste. Hay una anécdota con un nene de 15 años a quien lo estábamos entrevistando con una defensora, que nos dice: «Yo sé que usted me quiere buscar una familia pero no se moleste, mi vida está acabada». Eso es fuertísimo. Pasa que cuando elegí el título del libro ¿Cuánto tiempo es un tiempito? lo hice porque tiene una cuestión de esperanza, pero también se podría haber llamado No se moleste o Mi vida está acabada. Esto es una escucha cotidiana, aquí en el tribunal. Pero también se replica en cualquier maestra, enfermera, pediatra o en cualquier persona que esté trabajando en territorio. A esa escucha cotidiana lo que hacemos es sacarla a la luz. Hay datos que no se pueden pasar por encima con lo que está pasando con nuestra infancia. Como saber que un 60 por ciento de los chicos están en el nivel de pobreza en nuestro país. Hay cierta cuestión de lo social y de la comunidad que no debemos perder de vista, que también pasan los chicos de clase media. Pero la pobreza te marca.

—Actor, docente, ayudante de almacén, delegado gremial… ¿Cómo aportan esas trayectorias en tu trabajo de abogado, juez de primera instancia o camarista?

—Uno es todo eso. No es que fui hace 25 o 30 años delegado gremial del Banco Nacional de Desarrollo y quedé ahí. Todo eso que fui y trabajé forma parte de uno. Pero hay quienes reniegan. Cuando se presentó el primer libro, en 2016, un compañero que formaba parte de la presentación decía de mí: “Es un juez que no tiene empacho en decir que es peronista”. En realidad, no lo digo tan así en el libro. Pero me formé en esa mirada. Cómo vas a renegar del lugar donde te formaste, es como negar que fui a una escuela católica cuando era chiquito: sí, fui y me formé ahí. Lo que estoy planteando es que un juez de Familia tiene que hurgar en su formación y en su infancia para saber por qué toma las decisiones que toma, más allá del derecho. En noviembre vamos a estrenar una nueva obra de teatro que se llama La decisión de Pablo, que toma como tema la negativa de un chico a operarse, no a transfundirse, sino a operarse. Viene bien aquí hurgar sobre cómo toma la decisión un juez.

—¿Qué expectativa tenés con este nuevo libro?

—Mi mayor expectativa es que esto sirva para la gente común y por eso lo vamos a colgar en internet gratis. Lo estoy demorando porque quiero que sea como un e-book, para que se pueda subrayar, resaltar, no solo leerlo. Quiero que la gente lo pueda leer para sacarse dudas y buscar alguna explicación del derecho. Y, por otra parte, tiene la expectativa del sentido comunitario. Yo voy a estar acá 10, 15 años más, pero uno tiene que formar gente y lo de El Tiempito implica un grupo. Quienes ahora lo integran son todos pibes de 30 años que laburaron conmigo en el libro, a quienes les daba lo que escribía para que lo destrocen, en un sentido de horizontalidad, donde todos somos iguales. Buscamos que esos pibes vayan tomando esta idea de un derecho visto para el otro.

—También puede servir de apoyo al trabajo docente, del periodismo…

—Sí. Y también puede servir a los estudiantes de derecho, no para rendir la materia pero sí para ubicarse en el tema. La gente no va a encontrar en esto ni citas doctrinarias ni jurisprudenciales ni nada por el estilo, a lo sumo está puesto el número del artículo. Y para lo que es el Poder Judicial estamos planteando una idea de otro tipo de participación.

—Este debate, ¿mueve alguna estructura dentro del Poder Judicial, en quienes están más encriptados en terminologías y son más cerrados a estos cambios?

—Amén de todo lo nuestro, hay toda una corriente dentro del Poder Judicial sobre lo que es el lenguaje claro, el lenguaje sencillo que me parece que nos trasciende y está incorporado para que (el derecho) no sea esa cosa tan sacrosanta.

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