El periodista y docente platense Luis Rivera, se sumergió en la vida y la obra del ex director técnico Carlos Griguol –campeón con Rosario Central en 1973–, y le dio forma a Timoteo. El hombre que eligió el fútbol para enseñar, libro de reciente publicación.

Cuando el pasado 6 de mayo se informaba la segunda y, esta vez, verdadera muerte de Carlos Timoteo Griguol –a quien días atrás, publicaciones falsas lo habían pasado a mejor vida antes de tiempo–, el trabajo bibliográfico del periodista y docente Luis Rivera atravesaba sus últimas páginas, a tal punto que su escritura se debatía entre los tiempos verbales presente y pasado, porque “el tipo estaba vivo, pero yo sabía que su salud estaba endeble”, según le cuenta a El Eslabón, y con un dejo de tristeza, el autor de Timoteo. El hombre que eligió el fútbol para enseñar. “Desde muy chico, porque tenía 30 y pico de años y ya era DT, se involucraba en el día a día con los jugadores para aconsejarlos sobre la guita para que no la desperdiciaran, que compraran una casa antes de un auto”, destaca sobre ese hombre de boina que les pegaba un manotazo en el pecho a los jugadores para despabilarlos antes de que salieran del túnel.

Ponerle el pecho

En la boca del túnel, y más adelante en la manga, Griguol esperaba a sus dirigidos para moverles el esqueleto con un paternal y certero golpe en el esternón con la palma bien abierta. Sobre ese entrañable tipo escribe este periodista deportivo y docente en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), en cuyas aulas lo sorprendió el desconocimiento de varios de sus alumnos y alumnas sobre la obra del Viejo nacido en Córdoba. “Como que las generaciones nuevas lo habían perdido del radar, eso hizo que de alguna forma me empezara a embarcar en este proyecto, que tiene varios años en cuanto a ideas, pero que como tal se personificó recién en la pandemia, cuando de golpe nos encontramos todos encerrados y sin mucho por hacer”, revela el autor de este ejemplar –que aún está en preventa (se puede pedir al 221-6775443), y que saldrá a fines de octubre– que buscó “sacar del anonimato a un tipo que fue un enorme personaje del fútbol argentino”.

El profesor universitario en la Facultad de Periodismo de la ciudad de las diagonales resalta que Timoteo dirigió en “tres décadas distintas, tres momentos del fútbol argentino totalmente distintos, y sin embargo siempre mostró ese legado de un tipo distinto”. En acción lo vio en el Ferro de los 80: “El primer registro que tengo de él fue en aquel fantástico equipo. En esos momentos yo era un adolescente que estaba como imantado con la figura de Maradona, y el deseo era que Maradona ganara y que fuera lo que después terminó siendo. Y el obstáculo para eso era Ferro. Ahí lo empecé a conocer”.

Más adelante se lo cruzó en Estancia Chica, el predio de entrenamiento de Gimnasia, donde el Viejo era DT, y Luis, cronista. “Tuve la oportunidad de tener muchas charlas fuera de micrófono, él solía quedarse a hablar de fútbol después de los entrenamientos con los dos o tres que íbamos siempre, contar cosas, anécdotas”, recuerda, y añade: “Eso también fue parte de la riqueza del trabajo que me permitió recuperar algún registro de Timoteo, porque en su última etapa él estaba muy aislado, tenía una enfermedad que no le permitía estar en contacto con gente que no fuese de su más estricto entorno. Esa imposibilidad de charlar con él la suplí de alguna manera recordando aquellas viejas charlas, y tratando de rescatar algo de todo eso”.

Un gran profesor

“Timoteo fue un maestro, que eligió el fútbol para enseñar”, dice Rivera que le dijo –palabras más, palabras menos– el periodista deportivo y matemático Adrián Paenza, uno de los tantísimos entrevistados para esta biografía. El autor usó esa definición como lema, como bajada del título de su libro. “Me parece que resumía de manera rotunda lo que había querido expresar desde el momento en que me puse a investigar”, admite. 

Entre los aproximadamente 50 entrevistados figuran –además del referente de las ciencias exactas– “el Cai Aimar, que fue asistente de Griguol durante muchos años; Killer, que fue jugador suyo en el campeón del 73; hablé con Aldo Pedro Poy, con periodistas que tuvieron la chance de tratarlo más por afuera del fútbol, como Fabbri, Apo, Tití Fernández. Con jugadores de Gimnasia como los Mellizos Barros Schelotto, el Beto Márcico, el Yagui Fernández, el Colorado Sava, Messera, Chirola Romero, el Pampa Sosa, y varios más. Y mucha gente que pude rescatar de Ferro, quizá la etapa menos mediática. Hablé también con el entorno familiar”. Todo, con la idea de “que cada uno me pueda aportar alguna semblanza de Timoteo en sus distintas fases” como profesional del fútbol y en su vida personal.

El también autor de Pedro, pura pasión (la biografía de Troglio), advierte que a diferencia de aquel laburo en el que tenía al enrulado que hoy dirige al Olimpia de Honduras para “cotejar datos”, ahora no contó con esa posibilidad. “Si bien estaba vivo, su salud no lo acompañaba, así que reconstruí su vida con todas las personas que lo rodearon”. 

“Hay un montón de historias que grafican el espíritu docente del viejo –remarca–. Desde muy chico, porque tenía 30 y pico de años y ya era DT, se involucraba en el día a día con los jugadores para aconsejarlos sobre la guita para que no la desperdiciaran, que compraran una casa antes de un auto. Y a pesar de cómo eso generaba una resistencia en los jugadores, era tanta la autoridad que imponía que no les quedaba más remedio que seguirlo”.

“Una anécdota muy linda es la de aquel famoso partido entre el combinado de Rosario contra la Selección Argentina, cuando Timoteo era DT de Central y entre él y Juan Carlos Montes armaron esa selección que se hizo famosa, porque de la mano del Trinche Carlovich le dieron un baile bárbaro a la Argentina”, rescata Luis, y define: “Y está la famosa historia del entretiempo, que hubo un pedido para que lo sacaran al Trinche para que no lo siguiera volviendo loco a los jugadores de la Selección, y efectivamente Montes y Timoteo lo sacan en el entretiempo”.

Las décadas ganadas

“Tuvo la riqueza futbolística de siempre arreglarse con lo que tenía y de armar equipos con distintos sellos, pero todos exitosos”, afirma Luis al poner como ejemplos las campañas en Central, equipo con el que debutó en el banco y fue campeón en 1973; en Ferro, con el que coronó en el 82 y el 84; y con Gimnasia, donde acarició el título en tres oportunidades, hasta que dijo adiós recién en 2004, justamente en el Lobo. Por eso, ante los encasillamientos como técnico defensivo o no tanto, Rivera reflexiona: “Lo notable de Timoteo es que en una misma persona y en una misma forma de trabajo, el tipo interpretó todo lo que se le pudo ocurrir a un técnico de fútbol en tres décadas dirigiendo. Pasaron 31 años de un fútbol que cambió, que se modernizó, que explotó lo mediático, que se hizo global, se exportaron formas de entrenamiento del extranjero agregando a la propia picardía y talento de los nuestros. Y en todas esas instancias el tipo supo ser efectivo”.

Distinta suerte corrió con los cortos puestos, con los que defendió dos camisetas en toda su corta carrera, ambas del mismo color: jugó en Atlanta, desde 1957 a 1965, y continuó en el Canaya hasta el 69. Sólo conquistó un título, con el Bohemio de Villa Crespo, una tal Copa Suecia, que se disputó en el receso del torneo local por el Mundial del 58 jugado en la nación escandinava. Pero después, todos sus logros fueron desde la línea de cal para afuera.

En libro No te vayas campeón, en el que Roberto Fontanarrosa deja de lado la ficción y recupera de su memoria y de su fina retina a grandes equipos del fútbol nuestro, el Negro destaca el juego aéreo de aquel elenco campeón del 73: “Hay equipos que quedan en la historia por la dureza de sus defensores”, otros por lo “fulmíneo de su contraataque”, o por “lo mañosos y ventajeros”. “Pero nunca, nunca –sigue el padre de Inodoro Pereira– he escuchado a un equipo que haya pasado a la historia porque no le hicieran goles de cabeza”. Y sostiene que el Central de Timoteo tenía mucho de eso: “Íbamos a la cancha con la tranquila convicción de que, antes de los 20 minutos, Central iba a ir ganando 1 o 2 a 0. Y eso casi siempre se concretaba. Y casi siempre de cabeza”. Este tripero a morir coincide en que aquel equipo de Poy, Pascuttini, Killer, “era un equipo muy rústico, muy elemental, pero que te ganaba”.

Luego, la cosa se puso Verde. “Aquel equipo de Caballito fue la pintura de un Griguol auténtico”, lo definió el humorista rosarino en el mismo libro. Rivera recuerda que a ese Ferro, “se lo tildaba de defensivo pero le hizo goles a todos, mataba corriendo a sus rivales”. Y agrega: “Probablemente, este Ferro del 81/82 haya sido el primer equipo de estilo europeo del fútbol argentino”.

En el Viejo Continente anduvo poco. Dirigió algunos partidos al Betis. Antes y después de esa experiencia europea, dirigió al club que lo adoptó como propio: “En Gimnasia no pudo salir campeón pero logró 4 subcampeonatos. Hizo tres equipos distintos unos del otro, y sin embargo siempre fue exitoso”. Y rememora: “El del 95 era un equipo absolutamente pragmático, defensivo, contragolpeador, sin demasiado brillo, que perdió aquel recordado partido contra Independiente. Un año después inventa un equipo casi brasileño, que jugaba con tres defensores en el fondo, uno de los cuales prácticamente no defendía. Era de tener mucho la pelota, fue famoso por meterle 6 a Boca en la Bombonera. Y después, en el 97-98, cuando pierde la base de esos dos equipos, arma otro absolutamente veloz, con mucha dinámica por las puntas, con tipos que permanentemente cambiaban de posición, que parecía un equipo bielsista por la fuerte presión sobre el rival. Con los tres fue efectivo, subcampeón y perdió los campeonatos por detalles”. 

No te vayas, campeón

El paso a la eternidad de don Timoteo, sorprendió a Rivera con las manos sobre el teclado. “Me agarró con el libro casi terminado”, confiesa el autor, y añade: “Tal es así que mientras escribía, todo el tiempo tenía esta dualidad de escribirlo en presente o en pasado, porque el tipo estaba vivo, pero yo sabía que su salud estaba endeble. Cuando se conoce la noticia de que estaba contagiado de coronavirus fue como un cimbronazo, porque todos sentimos que no iba a poder salir de ahí”. Igualmente, Luis remarca que “era un orgullo que el libro estuviera hecho en vida, más allá de que tenía en claro que probablemente él ni tuviera registro de que se estaba haciendo este libro, por su enfermedad, pero sí por lo menos para rendirle homenaje en vida”, y concluye: “No pudo ser y hubo ahí un momento de stand by, como plantearme para dónde voy, qué hago. Y rápidamente me propuse que saliera cuanto antes, así que le hice una última edición, y me puse a chequear cosas que ya estaban escritas. Lo considero un acto de justicia: reivindicar a un personaje tan grande, de los que probablemente ya no abundan en el fútbol argentino”.

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