Volvió a editarse Soy Fiestera de Mercedes Gómez de la Cruz, publicado originalmente a principios de este siglo. La nueva impresión a cargo del sello Lepecore Nere contiene un poemario ampliado, ilustraciones de Cris Rosenberg y prólogo de Cristian Molina. 

Soy Fiestera se publicó por primera vez en 2006  (La creciente/Junco y Capulí), y tuvo una segunda aparición, diez años después, en la obra reunida en formato ebook de la poeta, ensayista, editora y tallerista Mercedes Gómez de la Cruz (Rosario, 1974). El 29 de septiembre pasado la autora presentó en el Espacio Cultural Universitario (ECU) una nueva edición impresa del poemario ampliado y con ilustraciones de Cris Rosenberg, a cargo del sello ítalo rosarino Lepecore Nere. La promoción del nuevo lanzamiento vino acompañada de una playlist colaborativa en spotify  #SoyFiesteraReloaded que bien podría amenizar el after, ideal para darle play cuando se cierra el libro, se prenden las luces, y los mozos bostezan a los costados de la pista, porque Soy fiestera es una lectura que baila sola, un jolgorio autogestivo: al compás de estos versos inquietos, la música suena y corre al galope por el torrente sanguíneo de los y las lectoras. «Toda la música en castellano/ maravillosa lengua difícil de ritmar/ invita al culo al zarandeo. Ojos devoradores de cadencias/ decadencias. /Y yo, /sin miedo/ sin cautela/ incremento el sacudón/ entusiasmada en el delay». En una entrevista que le hicimos para este semanario, a propósito de la publicación de sus obras reunidas en e-book (Lo que huye, 100 muñecas, y Soy Fiestera), allá por el 2016, Mercedes contó que el trabajo de creación del libro la llevó a indagar en el campo de la literatura argentina y latinoamericana, sobre la escritura del ritmo y la negritud. “No encontré mucho en la literatura argentina como me hubiera gustado, aunque en los últimos 10 ó 15 años se profundizaron los estudios sobre lo negro. Y encontré por ejemplo el libro Bailarina Privada de Daniel Muxica, y otros autores latinoamericanos como Manuel del Cabral (República Dominicana) y Nicolás Guillen (Cuba). También leyendo boleros y escuchando mucha música”, y resumió: “Fue un trabajo literario, de campo, de memoria”.

Soy fiestera no es solamente un libro vivo, en constante transformación y movimiento, también es el mapa GPS de la poesía de las últimas décadas en la ciudad, y objeto testimonial (tiene el formato de un disco EP) de la impronta de las editoriales independientes y artesanales que luego fueron multiplicándose por estos lares. Además, tiene el estatuto de un manifiesto para un par de generaciones siempre al borde del abismo, y una declaración de principios muy singular, identitaria: la determinación de no dejarse doblegar frente a la tristeza, cultivar la alegría; y una arenga poderosa: «¿Por qué no bailan? Bailen, bailen, bailen»

En el prólogo, Wachi Molina señala dos performances de Mercedes en los tempranos 2000, envuelta en una boa de plumas como una verdadera poeta vedette, inaugurando una temporalidad post 2001 en dos movimientos: salir de la crisis bailando y abrir caminos a las formas festivas que fueron tomando los movimientos de la diversidad sexual y los feminismos, estos últimos, dos décadas después en la arrolladora tercera ola. En este sentido, y con rigor histórico, Beatriz Vignoli recupera otros antecedentes como la «perfo» de drag king amateur que tuvo lugar en el bar La Puerta, en una de las lecturas propuestas por el proyecto editorial Viajeros de la Underwood a cargo de la propia Mercedes, Pablo Solomonoff y Diego Martinez. Mientras se gestaba la crisis, Gomez de la Cruz se abría paso en el derrumbe con agite y erótica potencia. «A partir del conocimiento/ de la lujuria imparable de mi cuerpo/ decidí ser/ el Alma de la Fiesta». En el intento de leer una obra a contraluz de su época, el libro Estéticas políticas, activismo artístico, movimientos sociales y protestas populares en la Rosario del nuevo milenio (UNR Editora, 2020) nos ofrece algunas pistas. Sobre este texto, la autora, Marilé Di filipo, explicó que “las crisis son momentos de efervescencia festiva. La fiesta y la protesta están hermanadas”. En su estudio sobre el carnaval, que tiene una larga historia en la ciudad desde su fundación, Di Filipo destaca, por ejemplo, que en los 2000, las murgas rosarinas fueron elementales “en ese proceso social de renovación de la energía, de la ocupación de espacios no asignados o permitidos, del goce, el famoso gasto improductivo, el derroche, lo que produce la fiesta: la posibilidad de la liberación”. Casualidad o no, Soy Fiestera se reedita en papel por segunda vez después de una nueva catástrofe social, porque a la miseria endémica que nos condena se le sumó el miedo, el aislamiento y la soledad. Parafraseando Religion Song, vamos a hacerlo bien, a desentristecer. Es por eso que Soy fiestera es un convite que nadie quiere rechazar: ya lo advierte Maia Morosano en la contratapa: “Este es un libro de miradas que buscan en la noche lo mismo que encontramos en un poema: una imagen grabada a fuego, en la celebración de nosotros mismos”.

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