Natalí Incaminato –La Inca, en Twitter– acaba de lanzar Peronismo para la Juventud, libro que en formato sátira recorre las distintas etapas del movimiento que transformó la historia argentina. En noviembre se presenta en Rosario.

“Pensé en un libro que pudiera ser leído por jóvenes que vivieron dos versiones del peronismo, y que una no le gustó para nada y la otra sí. Me refiero al menemismo y a los años kirchneristas”, afirma Natalí Incaminato, profesora y doctora en letras, columnista radial y twittera. Influencer, bah, como se dice ahora. “Es un libro satírico, eminentemente, aunque con zonas de análisis en línea con un Jauretche devaluado y mucho más juvenil que por ahí otros textos más serios que hay sobre el peronismo”, sentencia esta mujer que nació en 1986 en Viedma, ciudad del sur que pudo haberse transformado en capital de la República Argentina si hubiese prosperado el Proyecto Patagonia, presentado en ese mismo año por el entonces presidente Raúl Alfonsín. 

—¿Cómo resolviste el hecho de escribir un libro sobre un tema del que se ha escrito tanto como el peronismo?

—Traté de hacer una relectura de esa tradición tan vasta que es el peronismo y quería leerlo y que se lea de una manera diferente. Para eso leí mucho, pero a la vez tuve que recortar qué leer. Lo que yo más conozco es la literatura, y por eso hay mucho de literatura en el libro, pero si tuviera que decir cómo lo hice, diría que es un recorte de una perspectiva desde mis propios gustos y mi propio modo de seleccionar esa tradición. Y también hacerlo con un tono satírico, que quizás esa también es la diferencia. Es un libro satírico, eminentemente, si bien tiene zonas de análisis, y en ese sentido está más en línea con un Jauretche devaluado y más juvenil que por ahí otros textos más serios sobre el peronismo. 

—¿Qué sentís ahora que ya lo tenés en tus manos, que pasó a ser público?

—Bien. Aunque cuando lo presenté en el PJ, a una parte del peronismo más ortodoxo no les gustó la idea y me lo hicieron saber. No lo leyeron, pero creo que tenían ciertos prejuicios en ese momento, más que nada por una pequeña polémica más de redes. Pero salvo por eso, la verdad que la mejor. Tuve la oportunidad de ir a presentarlo a varios lados, como en el conurbano, porque eso es un poco lo que yo quería, que sea la excusa para la discusión, para un debate, un intercambio. Es un libro que no tenía ni idea de cuál iba a ser el contexto de recepción y justo cae en un momento en que hay una ansiedad de los jóvenes, porque están votando los jóvenes, y por otro lado en tiempos pos Paso con derrota. Entonces había una necesidad muy fuerte de hablar y algunas cosas que yo planteaba servían de disparador. Otros me decían que les había causado gracia, que se habían reído. Un texto que cito mucho, y que me gusta mucho, es La comunidad organizada. Es el que más retomé, incluso más que el Manual de conducción política, porque La comunidad organizada es un texto muy filosófico y me gustó eso de las risas y las ganas de discutir.

—Siempre se habló de “los tres peronismos”, vos agregás dos más con el menemismo y el kirchnerismo. ¿Hay tantos peronismos o son los vaivenes propios de un espacio que se autodefine como un “movimiento”?

—Me parece que ya es parte de un lugar común, pero no necesariamente entraña un error el decir que el peronismo es como una suerte de Aleph, de Borges, como un rizoma, donde se encuentra todo y podés elegir. Es interesante pensarlo como una suerte de movimiento muy amplio y nutrido que puede dar lugar a todas las expresiones. Todo el mundo recuerda el avión en el que vuelve Perón y que estaban desde López Rega hasta el Padre Mugica. Eso es algo muy constitutivo y creo que hasta el propio Peron también jugaba con eso. Lo que pasa es que una vez que Perón muere, eso tiene otros colores. En buena medida, hoy veo un poco difícil que un peronismo se sostenga, por ejemplo, siendo Menem y siendo Cristina a la vez. Lo que está planteado es que hay grandes proyectos y, en todo caso, dentro de esos grandes proyectos, sí, hay de todo. Sabemos muy bien que en las coaliciones gobernantes hay tipos más de derecha, menos de derecha, pero me parece que es cada vez más necesario que los partidos se definan, a grandes líneas, ideológicamente. Quizás estoy diciendo esto desde un sesgo histórico, pero está claro que en los años kirchneristas, el peronismo se definió de una manera. Hoy, en cierta parte de la juventud, es un lugar común creer que el gobierno debe tener un lugar preponderante como regulador del mercado, y eso en realidad es algo muy novedoso para el peronismo porque esa no era la definición del peronismo que daba el Menemismo. Entonces, en esa multiplicidad, lo que hay es una pugna por definir lo que es el peronismo. Y algunas veces, en algunos periodos históricos, ganan unos y otras veces pierden. Mi libro es una apuesta de interpretación en el marco de eso. Creo que los únicos que pueden aspirar a la objetividad en ese sentido es la academia, y hasta ahí. Porque también hay discusiones para definir el peronismo dentro de la academia.

—¿Cómo surgió la portada del libro?

—Es un dibujo de Daniel Santoro, el gran artista de los famosos cuadros peronistas. Creo que quiso darle una vuelta de tuerca más juvenil, más lúdica a la famosa foto de Perón con el caballo pinto, porque tiene una cosa medio de calesita. Eso también generó cierto enojo, porque el caballo es rosado. ¡De locos que un color genere tantos problemas! Pero, la verdad es que también ahí está la tradición peronista, porque el peronismo tuvo una gran interpelación a los niños. Yo vivo en La Plata y tengo cerca a la República de los Niños, y me parece que también esa cosa infantil y de encantamiento es algo que formó parte del primer peronismo. Yo banco mucho ese dibujo de Daniel Santoro, me pareció muy bello.

—Hablando de infancia, ¿tuviste una infancia peronista?

—No, no tengo familia peronista y también lo que sucedió es que mi infancia estuvo marcada por el menemismo y sus consecuencias. Y viví, si se quiere, la parte negativa de todo ese proceso. Y lo mismo les pasó a mis amigos en Viedma, entonces eso marcó un poco mi perspectiva con el peronismo porque su versión menemista claramente no me interpela. Mi familia no era ni peronista ni antiperonista, sino más bien clase trabajadora, que lucha por sus derechos, y ahí hay una visión política de la vida, pero también con un gran desencanto por la clase política. Y con toda la razón del mundo: eran los 90 y toda esa cosa. Me parece que eso se fue construyendo desde ese sentido. Yo venía más de la izquierda, no orgánicamente pero sí con una perspectiva general del mundo, y a partir de 2003 fue como in crescendo entrar en esa tradición a partir de participar en esos procesos kirchneristas, pero también de estudiar y leer más sobre el peronismo. Principalmente a través de la literatura, que es lo que yo estudié.

—Y esa pasión por la literatura, ¿de dónde te viene?

—Mi madre siempre fue muy humilde pero con una gran pasión por la lectura, y eso sin lugar a dudas nos lo estimuló. Éramos una familia con muchas carencias, pero siempre se compraba una revista, o un librito, y eso estaba muy presente. Hasta que, ya en la secundaria, empecé a leer mis propias cosas, mis propios intereses. La verdad es que era muy indecisa, me gustaban las Humanidades pero no sabía bien qué, y a último momento me decidí por Letras.

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