Un día fresquito –como lo describe– llega al aula con “un libro maravilloso del Plan Nacional de Lecturas: Tus ojos, de Eduardo Abel Giménez”, y apenas ingresa pregunta en voz alta a su grupo de 2°año del secundario: “¿Ustedes creen que es posible hacer un libro entero hablando solamente de los ojos?” Las primeras reacciones son de desconfianza y de intriga. Hasta que sin más demora empieza a leer de esas páginas: “Tus ojos son/ como el libro que pensé que había leído/ pero no,/ como el pueblo que creí no conocer/ pero sí,/ como estar a punto de decir también/ y decir tampoco,/ como ver que lo que parecía antes/ era después”.

Así revive Flavia Pascualini una de sus clases de lengua y literatura. Una clase que, con el transcurrir de la lectura, se parecía más a un fogón al que sólo le faltaba una guitarra. Desde hace más de dos décadas, Flavia es profesora en la disciplina y trabaja en las Escuelas Técnicas N°459 de Pérez y en la Secundaria Orientada N° 209 de Casilda.

Está convencida de que la poesía “es la vuelta a todo” y “la respuesta a un montón de situaciones” de la escuela y de la vida. Entendida de esa manera, asegura que le permite llegar a cada estudiante, escuchar qué tiene para decir y acercarle la invitación a apropiarse de la palabra. Tal como expresara el escritor Gianni Rodari en su Gramática de la fantasía: “«El uso total de la palabra para todos» me parece un buen lema, de bello sonido democrático. No para que todos sean artistas, sino para que nadie sea esclavo”.

“Insisto en decirles –destaca– que todos tenemos voz y que nuestra voz debe ser escuchada; y eso pasa en el espacio lengua y literatura”.

Parada en ese lugar los invita a disfrutar de la poesía todo el año. Si algo deja en claro es que “dar poesía no es lo mismo que hacer poesía”. No es un tema de la currícula, ni un punto del programa para dictar en un determinado momento del año y ajustado a la enseñanza de una técnica de escritura, sino la posibilidad de crear con las palabras.

Para llevar adelante su plan, tiene varias estrategias y herramientas a mano. Una es el trabajo en taller, otra apoyarse en los sustentos del constructivismo por eso de que se aprende haciendo. También tiene como premisa asegurarse una buena provisión de autores y textos. Por eso celebra a cada rato que los libros del Plan Nacional de Lecturas estén otra vez llegando a las escuelas.

Con todas esas herramientas –dice– va armando poco a poco “una plataforma de conocimientos que surge casi siempre del interés de las y los estudiantes. Saber entonces qué es un campo semántico o diferenciar una comparación de una metáfora deja de ser un “tema” a repetir para transformarse en rico recurso para la escritura. Que se aprende haciendo.

“Trabajo mucho con las redes, con los autores contemporáneos, con los que se dicen poetas, con los que son poetas y también circulan mucho por las redes”, explica Flavia, y dice que así confluyen en el aula CinWololo, Maru Leone, Natalia Carrizo o Juan Solá; y al mismo tiempo Borges, Leopoldo Lugones y Mario Benedetti, por nombrar algunas y algunos escritores. Y además destaca que puede trabajar con amplitud de miradas y libertad, porque cuenta con la confianza de sus equipos directivos.

Una autora a la que suele apelar Flavia en sus clases es la escritora venezolana Hildegart Acosta, de quien invita a conocer su obra y recrear sus “poemas sin verbos”.

En el 2° año 3° división de la Técnica de Pérez pusieron manos y corazón en la escritura. Y así escribieron: “Dos cuerpos tan/ sencillos, tan aburridos/ sin vuelo/ ¿Por qué siempre en/ silencio hacia tu boca?/ Cuerpo de sentimientos/ tristes, quejumbrosa/ sonrisa/ en tu retrato”. (Bruno Medina). “Dos miradas tan/ silenciosas,/ sin vuelo/ ¿Por qué siempre en tu/ piel hacia tu pecho?/ Sonrisa de labios/ tristes, quejumbrosa/ boca/ en tu cuerpo”. (Milagros Gómez).

La profesora sostiene que en ese hacer y deshacer de palabras es donde también las chicas y los chicos van construyendo sus caminos como lectores y escritores.

“¿Trajiste al Neru?”

“No me imagino una clase sin un texto dando vueltas, sin una lectura en voz alta, sin un intercambio, si no hay diálogo con los alumnos”, confía Flavia, sobre cómo se piensa como profesora de lengua y literatura. Una de las razones por las que festeja trabajar en escuelas “con bibliotecas bien nutridas de libros”.

También recuerda que cuando la realidad no era así se movía por las escuelas en las que enseñaba con su propia selección de libros. “Iba con un bolso de tela que tiene pintada una frase de Frida Khalo que dice «Pies, para qué los quiero, si tengo alas para volar», llena de textos. Y, a veces, cuando me veían llegar, mis alumnos me preguntaban: «¿Trajiste al Neru?» Era por los libros de Pablo Neruda”.

Los libros están siempre presentes en las actividades que despliegan desde lengua y literatura; y a Flavia le gusta que se conozcan, que se difundan para que se valore lo que son capaces de pensar, sentir y escribir sus alumnas y alumnos. Como pasó, por ejemplo, en la última Maratón de Lecturas que llamó a leer a las chicas y a los chicos en el patio escolar.

“Poesías al aire” se llama otra de las actividades que realiza en distintos momentos del año. Se trata de compartir –detalla– las poesías que escriben sus alumnas y alumnos por toda la escuela.

Algunas de esas producciones, que cuelgan en galerías y ventanas de la escuela Técnica de Pérez, dicen: “Sin teléfono/ sin computadora/ sin ganas/ con tarea/ con trabajo/ con pereza/ Yo, una persona/ cualquiera”. También: “Con besos/ muchas veces/ muerde/ mis labios./ Humedece mis manos/ quema mis ojos/ me impulsa paso a paso/ el pecho/ el entusiasmo”.

¿No leen? ¿No escriben?

Flavia Pascualini alude todo el tiempo a “la excelente formación que recibió” cuando estudiaba para graduarse, primero como profesora de lengua, literatura y comunicación social, y después de enseñanza primaria. Las dos carreras, en el Instituto Superior N° 1 de Casilda.

“Tuve una profesora que nos decía siempre que sí recibíamos en 7° grado un nene que no sabía la tabla del dos, se la teníamos que enseñar, porque no se puede hacer como si nada y seguir saltando estadíos”, recuerda. Dice que esa fórmula la aplica cuando tiene en sus clases chicas y chicos que no están alfabetizados para el nivel que cursan. “El pilar es siempre el diálogo, el acercamiento”, opina.

Así posicionada, reniega de la idea que sostiene que “los chicos no leen, los chicos no comprenden”. “A veces es cuestión de plantearse qué nivel de complejidad tienen los textos que se les ofrecen”, propone reflexionar, y afirma:  “No creo que la adolescencia sea la etapa de que nada les interesa, encontrándole la vuelta los chicos tienen muchas cosas para decir. Y eso también lo agradecen”.

Entre otras iniciativas que llevó adelante como pudo en la pandemia en 2020, están los vivos de instagram. “Con la excusa de la Maratón de Lectura -cuenta- y al no tener las clases presenciales, el año pasado hicimos una maratón por zoom y luego armamos un vivo de instagram. Se sumaron otras profesoras y profesores. Les encantó y lo repetimos, a pedido, un viernes cada quince días hasta fin de año”.

Flavia tiene una frase favorita que asegura resume lo que piensa. “No leemos y escribimos poesía porque es bonita. Leemos y escribimos poesía porque pertenecemos a la raza humana, y la raza humana está llena de pasión. La medicina, el derecho, la ingeniería, el comercio son carreras nobles y necesarias para dignificar la vida, pero la poesía, la belleza, el amor, la amistad son las cosas que nos mantienen vivos” (del filme La sociedad de los poetas muertos). Con ese desafío convida a las chicas y a los chicos a hacer poesía en el aula.

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