En Chile se juega mucho más que el destino de ese país y la región. Se elige entre dos modelos antitéticos e irreconciliables. Y los resultados dejarán claro hasta dónde penetró el discurso anti-político que habilita el crecimiento de la derecha y la ultraderecha.

El contexto en que tiene lugar la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Chile refuta varios de los axiomas en que se basa el discurso anti-político en boga, que es la condición de posibilidad para el avance de la derecha y la ultraderecha en todo el mundo: “Todo es lo mismo”, “Los políticos son todos unos ladrones” y “Las elecciones no cambian nada”, son algunas de las consignas con que se intenta fundamentar la postura, con la ayuda de los medios hegemónicos, las causas judiciales armadas y las noticias falsas. Este domingo 19 se enfrentan mucho más que dos programas políticos de distintos signo ideológico. Está en juego el futuro de Chile y la región. 

Porque lo que oculta el discurso anti-político (corporativo, propietarista, neoliberal y pro-dictaduras) es que los distintos modelos políticos en pugna son, fundamentalmente, dos visiones del mundo diferentes e irreconciliables. Y que gane una u otra, lejos de “ser lo mismo”, puede llegar a cambiar la vida de las mujeres y los hombres en forma profunda. 

Los modelos económicos y políticos, como quedó claro en los últimos años, van mucho más allá de su contenido explícito, y tienen efectos muy profundos sobre la ciudadanía: moldean la subjetividad, modifican la vida, la cotidianeidad, las relaciones con los otros, los proyectos de vida y, fundamentalmente, los derechos. 

La derecha y la ultraderecha, tanto local como regional y mundial, resultan insistentes y poco originales en sus operaciones de prensa: ofrecen miedo (crean monstruos todo el tiempo) y promueven violencia, amenazas y una mano dura que, ya es sabido, no apunta a terminar con la inseguridad, sino que es una excusa para masacrar manifestantes pacíficos, militantes, integrantes de movimientos sociales y pueblos originarios que luchan por sus derechos, entre otros. 

Chile es considerado una suerte de laboratorio donde se ensayan políticas que luego se aplican en otras partes del mundo. La caracterización tiene que ver con que fue el primer país del mundo donde se aplicaron, a rajatabla, a sangre y fuego, los dogmas liberales y anti-comunitarios de la dupla Margaret Thatcher y Ronald Reagan, madre y padre de lo que fuera una nueva etapa del neoliberalismo que ya es historia pero dejó profundos problemas sociales. 

La derecha y la ultraderecha evolucionaron, no son las mismas que por aquellos años de fines de la guerra fría. Han adquirido más cinismo, más perversidad, más capacidad para ejercer la manipulación discursiva. Han sabido utilizar las redes sociales para promover a la velocidad de la luz mentiras meticulosamente urdidas en usinas destinadas a ese fin.

Las elecciones se dan en el contexto de una supuesta nueva guerra fría que, salvo excepciones, suele oscilar entre lo farsesco y la paranoia macartista. La ultraderecha encuadra la contienda bajo la dicotomía “Libertad o comunismo”. Dicen ver el viejo fantasma recorriendo la región y el mundo. 

Foto: MARTIN BERNETTI / AFP)

La segunda vuelta se da a dos años del estallido social que permitió abrir las puertas a un cambio de la Constitución. Pero ningún derecho se consigue sin sacrificios. Y el pueblo chileno que salió a la calle en 2019 pagó un alto precio. Carabineros (uno de los grandes temas a discutir con vistas a un nuevo Chile), cumplió a pie juntilla con su misión histórica: ser asesinos de su propio pueblo. En esa oportunidad exhibieron su ya característica crueldad disparando a los ojos de los manifestantes. Cientos de hombres y mujeres perdieron al menos uno de sus ojos.

Directamente relacionado con aquellos días de masacre, en el contexto de las elecciones emerge un hecho muy significativo: el suicidio de Patricio Pardo, víctima de la represión, uno de los cientos que recibieron los perdigones en sus ojos y no pudo soportar la mutilación.

La Coordinadora de Víctimas y Familiares de Trauma Ocular de Chile confirmó el suicidio del joven de 26 años que fue herido durante la represión de Carabineros a las protestas sociales de 2019. “Nos vestimos de luto. Tenemos la dolorosa misión de informar que nuestro compañero Patricio Pardo Muñoz de la ciudad de Valparaíso, tomó la decisión de poner fin a su vida, todo esto resultado de una terrible depresión”, informó la organización, que a su vez agregó que Pardo no logró salir de su depresión, luego de ser mutilado por agentes del Estado.

“No nos podemos sentir ajenos a esta desgracia que nos enluta a todos, por él y por todos los compañeros vulnerados en sus derechos, no podemos permitir que el Estado nos siga abandonando y dañando día a día”, añadió la coordinadora. A las 400 personas que resultaron con traumas oculares durante las represiones al estallido social el Estado, el mismo que absolvió a los Carabineros, las abandonó por completo.

La Convención Constituyente, que tiene paridad de género y está dirigida por una presidenta mapuche, Elisa Loncon, y que fue el resultado de la victoria popular en las calles en 2019, sigue trabajando. Un triunfo de Kast echaría sombras y dudas sobre la Asamblea. 

El ultraderechista votó en contra de la Asamblea, y es obvio que muchos de los proyectos que allí se están tratando, y que tienen que ver con terminar con el pinochetismo, avanzar en la obtención de derechos y lograr que Chile deje de ser uno de los países más desiguales del mundo. Acaso en un gobierno de Kast, estas cuestiones se definan en la calle.

La participación puede ser clave

El 21 de noviembre tuvo lugar la primera vuelta de elección presidencial, junto con las elecciones de diputados, senadores y consejeros regionales. Contó con una muy baja participación, llegando al 47,33 por ciento. Desde que las elecciones dejaron de ser obligatorias en Chile, el alto abstencionismo es crónico.

Una de las tantas preguntas sin respuesta es, si esta vez, con tanto en juego, con el enfrentamiento de dos modelos tan antitéticos, continuará la apatía. Acaso servirá como síntoma de cuánto, cómo y de qué manera penetra y se propaga el discurso corporativo que desprecia y estigmatiza la política. 

Antonio Kast (Partido Republicano) obtuvo en primera vuelta el 27.91 por ciento (1. 961 779); mientras que Gabriel Boric (Apruebo Dignidad), un 25,82 por ciento (1. 815 024 votos).  

Emir Sader expone con énfasis la gigantesca e insalvable grieta entre los dos candidatos en la nota titulada “Ballottage en Chile: entre democracia y dictadura”, publicada en Página 12 el 14 de diciembre.

Sader recuerda que Kast reivindica abiertamente a Pinochet, por lo tanto, a la dictadura, a Donald Trump y a Jair Bolsonaro. Representa la extrema derecha chilena, latinoamericana e internacional. En cambio, explica Sader, Boric tiene un programa democrático, ecológico, feminista, de descentralización política hacia las regiones. Es apoyado por los líderes de izquierda latinoamericana, entre ellos Lula y Alberto Fernández. “Uno claramente representa las largas tradiciones democráticas de Chile. El otro encarna la vieja y la nueva derecha chilena, con posiciones de extrema derecha”, señala el analista.

“Esa es la decisión que Chile tomará el próximo domingo. Se enfrentarán dos candidatos y dos corrientes radicalmente opuestas. Si gana Boric, Chile se sumará al grupo de gobiernos progresistas y anti-neoliberales latinoamericanos. Si gana Kast, Chile vivirá aislado en un entorno latinoamericano que va en la dirección opuesta a la extrema derecha. Chile se encuentra de nuevo entre la democracia y la dictadura”, señala Sader.    

Los peligros del exitismo ante “la derecha más orgánica del continente”

En declaraciones a Página 12, el sociólogo y doctor en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Chile, Carlos Ruiz Encina, aseguró que en Chile existe “la derecha más orgánica del continente”. El especialista alertó además sobre el peligro de subestimar la capacidad de obstrucción de la derecha. 

“Algunos hemos expresado varias semanas antes de la elección mucha preocupación porque existía una suerte de exitismo; cierta idea de que teníamos la sartén por el mango en términos de las transformaciones que podían venir hacia adelante. Esto, no sólo en relación a la elección presidencial, sino también a la elección parlamentaria que fue adversa y al propio proceso de desarrollo de la llamada Convención Constituyente, que no se le puede llamar Asamblea Constituyente”, señaló el especialista. 

“La izquierda subvaloró la capacidad de obstrucción conservadora que hay en el país. No se puede ignorar el dato de que en Chile tenemos la derecha más orgánica de América Latina. Por lo tanto, si se ha levantado un nuevo pueblo, como yo le llamaba, el choque es sumamente polarizado con un sector que también está muy organizado para resistir. Hubo una campaña sistemática de los medios de comunicación en contra de la legitimidad del proceso constituyente. En Chile tenemos un duopolio, dos grandes empresas que controlan todos los medios. Esto en relación al proceso de transformación”, agregó Encina. 

“Por otro lado, y al mismo tiempo, no se leyó con suficiente atención –sobre todo en la izquierda y en el Frente Amplio (FA)– lo que había ocurrido en la primaria de la derecha. Nos quedamos muy prendidos con lo que había ocurrido en nuestra primaria, que fue muy exitosa y que tuvo una enorme participación, pero no miramos a la otra vereda y eso fue un error”, consideró el académico.

“Se subvaloró la capacidad de resistencia y de obstrucción conservadora de los procesos de transformación y se cayó en una lectura errónea –y eso fue una polémica que se armó el mismo 25 de octubre cuando fue el resultado del plebiscito y se inauguró el proceso constituyente– de ese 80/20, por ponerlo en números redondos. No se trataba de un 80 por ciento de izquierda contra un 20 por ciento de derecha. Hay una derecha que tenía una capacidad de crecer por fuera de ese 20 por ciento. Recuerdo una discusión que tuvimos hace años a propósito de una gran marcha en contra de las administradoras de fondos de pensiones (AFP) que hay en Chile. Marchó un millón y medio de personas, pero eso no quiere decir que sea un millón y medio de personas de izquierda. Primero, hay mucha gente que no va a votar. Segundo, hay mucha gente que aunque sea de derecha no soporta lo que significa ese sistema de pensiones. Y por supuesto, hay mucha gente de izquierda que está por los cambios”, agregó Encina.

Por su parte, el escritor chileno Ariel advierte que el fantasma de Pinochet sigue recorriendo Chile: “Pienso en aquel adolescente ahora y en la mujer que creía que la sombra perversa del dictador ya no nos rondaría. Pienso en ellos porque existe la posibilidad de que ese rabioso seguidor de Pinochet, José Antonio Kast, venza a Gabriel Boric en una segunda vuelta electoral este 19 de diciembre y se convierta en presidente de Chile. Kast, hijo de un ex oficial nazi, ha afirmado que Pinochet votaría por él si estuviera vivo. De eso no cabe duda. Entre una multitud de medidas reaccionarias, Kast pretende desfinanciar el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos que justamente Michelle Bachelet inauguró en 2010, una amenaza que no es sorprendente, dada la amistad de Kast con algunos de los peores violadores de derechos humanos de la era Pinochet”, señala el autor en la nota “El largo adiós a una sombra”.

“Del lado de Boric no sólo está la esperanza de que millones de chilenos decidan en las próximas elecciones no retroceder a un pasado autoritario, sino también de que los muertos intervengan desde el más allá de la muerte y de las conciencias, instando a sus compatriotas vivos a que no traicionen su memoria. Tal vez aquellos guardianes de la dignidad de mi país, los fantasmas de aquellos patriotas que Pinochet desterró de este mundo, ayuden a protegernos en esta encrucijada en que se juega el destino de nuestra tierra fracturada”, concluye Dorfman.

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