Ayelén Ayala

Ayelén Ayala tiene 29 años y padece una grave miopía. Una cadena de situaciones de no atención en su momento derivó en que desde muy pequeña se las arreglara como pudiera para ver. En todo este tiempo tuvo lentes recetados a los saltos, hasta que, durante los últimos meses de este año, se contactó con la Escuela Especial N° 2014 Luis Braille y un servicio de la tecnicatura en óptica de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), que en una tarea coordinada y social le permitieron a la joven tener los anteojos necesarios. “Solo quiero agradecer a la vida que se encarga de ponerme a todas esas personas buenas en mi camino”, celebra Ayelén. 

“Vengo de una familia muy humilde. Me detectaron esto que tengo en la vista a los 8 años, cuando mis papás se dieron cuenta que yo no me caía por tonta sino porque no veía”. Así arranca Ayelén contando cuándo y cómo llegó por primera vez al hospital, donde le recetaron unos lentes que “salieron una fortuna”, y que su papá pudo pagarle porque “en ese momento trabajaba en el Swift”.

Ayelén padece una miopía magna, una enfermedad oftalmológica severa. Es por esa razón que aquellos primeros anteojos debía renovarlos una vez al año, con los controles de rigor previos, pero eso no pasó hasta los 11 años. “La vista se me fue poniendo cada vez peor, y a los 13 los dejé de usar porque era adolescente, había un chico que me gustaba…”, relata. 

En la escuela primaria siempre se sentaba adelante, pero asegura que igual no veía. Entonces acudía a sus compañeras de clase para que le pasen la tarea. Ponía así una ingeniería de recursos para sobrevivir al tiempo escolar. Pudo terminar la primaria, pero no la secundaria. 

“A los 17 años quedé embarazada y ahí me cayó la ficha que no podía seguir así”, dice Ayelén de cuándo se propuso recuperar los lentes que necesitaba. Su madrina organizó una rifa con la que lograron hacerle unos nuevos. Pero también poco a poco quedaron inutilizados.

Hasta que “salió el carrito de Cristina”, dice Ayelén del Programa Sumar (2012), un sistema integral de salud que atendía a niños, niñas y adolescentes hasta los 19 años, y mujeres hasta los 64 años, sin obra social, y que incluía controles oftalmológicos.

“La primera vez que fui eran como las dos de la mañana y aun así no conseguí turno porque era enorme la cantidad de gente que iba. Hasta que otra vez fui a la madrugada, era la única persona que quedaba y la única a la que no le habían dado numerito. Me puse a llorar muy mal. Adelante mío estaba una señora de nombre Mónica y su hija Nadia, que eran de Pérez, y a quienes nunca volví a ver. Cuando me vio llorar me dijo: «No llores que te doy mi numerito. Yo puedo comprarlos y vos los necesitás más que yo».  Al principio lo rechacé pero luego lo acepté. Fue como un ángel para mí. Una lo cuenta y cree que pasa en las películas, pero no, estas cosas también pasan en la vida”, agradece aquella oportunidad.

Hasta la llegada del “carrito de Cristina”, como llama Ayelén al puesto de salud instalado cerca del Monumento Nacional a la Bandera, la joven usaba unos lentes que había encontrado en la calle. Fue a través de aquel programa del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner que pudo contar en dos oportunidades seguidas  (2014 y 2015) con lentes nuevos. 

“Los usé hasta el día de hoy. Lo único que les faltaban a esos anteojos era que los atara con alambre”. El día de hoy del que habla Ayelén es este año. La alarma de que era urgente que hiciera una consulta oftalmológica se la dieron cuando tramitó su certificado de discapacidad. “La médica legista que me atendió me dijo que veo un uno por ciento. Me acompañaba mi hermana, que cuando escuchó ese diagnóstico se puso a llorar. Yo pienso que hay cosas peores, siempre trato de salir adelante y ver el lado positivo de todo”, asegura quien todo el tiempo transmite un increíble optimismo.

“Tengo la suerte de cruzarme con gente muy solidaria, de buen corazón y muy buenas intenciones”. Lo dice para contar que fue la maestra de jardín del más pequeño de sus tres hijos quien la puso en contacto con la Escuela Especial N° 2014 Luis Braille para personas con discapacidad visual, y la acompañó en su primera visita. Un centro de rehabilitación público y gratuito que depende del Ministerio de Educación de Santa Fe. 

“En la Escuela Braille no me atendieron de 10, sino de 20. Me hicieron sentir cómoda desde el primer día. Y sentí que se me abrió el cielo cuando me dijeron que tenía la oportunidad de tener mis lentes. Con tres chicos, estoy separada y sin poder trabajar. La vista es todo”, confía Ayelén.

De ahí en más se puso en marcha la cadena de un trabajo comprometido y solidario que sostiene la educación pública en todos sus niveles. La directora de la Escuela Braille, Mariel Massari, se contactó con el profesor de la tecnicatura en óptica, Marcelo Fusi. Escuela y universidad públicas lograron que Ayelén estrenara lentes nuevos en esta Navidad.  

Ayelén sigue vinculada a la Escuela Braille para poder adaptarse a los anteojos que recibió. Cobra una pensión por discapacidad. Pero asegura que quiere trabajar: “Ahora con lentes nuevos nada me detiene”.

Derivación a tiempo

Escuela Braille
La Escuela Especial Luis Braille funciona en España 528. Atiene a personas jóvenes y adultas con discapacidad visual.

 

Mariel Massari es la directora del Centro de Rehabilitación Luis Braille, también llamado Escuela Especial N°2014. La institución pública recibe a personas jóvenes y adultas con discapacidad visual, no solo para que puedan terminar su escolaridad obligatoria sino también ayudarlas a moverse cotidianamente con la mayor autonomía posible. 

Mariel es la primera en emocionarse con la historia de Ayelén. Es quien pide que se conozca porque ve reflejada en ella a otras muchas que pueden recuperarse, salir adelante con la atención a tiempo, las derivaciones oportunas y políticas de salud y educación públicas atentas. Pero también al trabajo social y solidario que despliegan la escuela y la universidad, no siempre conocido.

Asegura que desde el centro a su cargo se trabaja cada vez más con distritos de salud y hospitales para que les deriven pacientes. También considera clave que las escuelas estén atentas a las niñas y niños que, como Ayelén, dan pistas de no ver bien cuando pasan por las aulas.

Cuenta que desde hace buen tiempo trabajan coordinadamente con la tecnicatura universitaria en óptica que se dicta en el Politécnico (UNR), para que las alumnas y alumnos de la Escuela Braille puedan acceder a los anteojos. Así pasó esta vez con Ayelén también. La escuela aporta el marco y la tecnicatura los lentes. 

“Cada tanto hacemos campañas de recolección de marcos de anteojos, incluso con las estudiantes del Profesorado 16”, resalta la directora Mariel Massari de quienes estudian el profesorado de educación especial, con orientación para personas ciegas y disminuidas visuales. 

Además, destaca el intercambio de aprendizajes y saberes que se dan con quienes estudian en la UNR. “Hacemos intercambio con la universidad porque también es real que a los estudiantes de óptica les cuesta acceder a personas con baja visión”, dice de la posibilidad cierta que se da a quienes se forman de conocer diferentes patologías visuales en casos reales y hacer anteojos para alguien que lo necesita.

Ayelén recibió también de la Escuela Braille uno de los celulares reunidos en una campaña realizada este año. “Fue maravilloso, logramos reunir 35 celulares, que están destinados a los jóvenes que quieren seguir estudiando o casos como los de Ayelén”, dice Mariel, y menciona una serie de ventajas que dan diferentes aplicaciones para ayudar a las personas con discapacidad visual.

“Vamos a incentivar a Ayelén para que siga estudiando el secundario. Tiene un potencial tan grande que queremos que lo aproveche. Es un amor de persona con una historia de espíritu resiliente que vale conocer”, confía más que emocionada Mariel. 

Tarea conjunta 

Politécnico
En el Politécnico (UNR) de Ayacucho al 1600 se dicta la carrera de tecnicatura universitaria en óptica.

Marcelo Fusi dice que “desde hace añares” está vinculado a la formación de óptica: como estudiante, docente y colaborador de la conducción de la carrera. Actualmente es vicedirector del nivel terciario del Politécnico (UNR), acompañando la dirección de la institución dirigida por el profesor Juan Farina. 

De esa trayectoria resalta el trabajo colaborativo que desarrollan con la Escuela Braille y con la Escuela Especial N° 2081 para niños con discapacidad visual. También haber trabajado para un programa de la UNR que se llamó Mirando al futuro.

Repasa que desde 2009 trabajan para resolver necesidades puntuales que les acercan estas escuelas. “Hacemos optimización de lo que recibimos, qué anteojos pueden ir mejor y finalmente los confeccionamos. Casi todos los casos que recibimos son serios en dificultades visuales”, explica Fusi. 

Pero además valora la oportunidad de práctica social que esto ofrece a quienes se forman como técnicos en óptica. “Son prácticas que hacen los estudiantes antes de recibirse, ya que tenemos un servicio social al que concurre habitualmente la gente derivada de los efectores públicos”, dice el educador de la UNR.

Se trata de una tarea que impacta en la salud visual de cientos de personas. La afirmación se dimensiona cuando se conoce que hasta antes de la pandemia se llegaban a realizar 700 anteojos al año. 

Del caso puntual de Ayelén recuerda que debieron hacer las adaptaciones pertinentes para que contara con los anteojos más sencillos posibles, también que trabajan para conseguirle un segundo par para que conserve como apoyo. Todo fue sin ningún costo.

Tanto Marcelo Fusi como Mariel Massari adhieren al potencial que significa una tarea conjunta y solidaria de la educación pública, y del conocimiento como bien social puesto al servicio de la comunidad. 

Para agendar

La Escuela 2014 Luis Braille funciona en España 528, se la encuentra en Facebook como Centro Braille Rosario. Y la tecnicatura universitaria en óptica se dicta en la sede de Ayacucho 1667, de 20 a 22; para contactarse hay que escribir al correo dto_optica@ips.edu.ar 

 

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